Capítulo veintiuno
Llegamos al bosque de pinos y abetos al pie del Pico de Aneto, a cien kilómetros al este y al norte de Pamplona. Era la primera semana de septiembre, y disfrutábamos de una tarde fresca y tranquila en el bosque, un buen día para senderismo.
Habíamos estado caminando desde el amanecer, y estábamos un poco cansados, pero todavía nadie estaba exhausto. Viajamos a un ritmo pausado, y tomamos descansos frecuentes en el camino. Las chicas tenían pequeñas mochilas que contenían algunas cosas que eran importantes para ellas: muñecas, juguetes, cuerdas, trozos de papel de colores, crayones, galletas de azúcar, ese tipo de cosas. También tenían pequeñas botellas de agua atadasa sus paquetes. Los tres adultos teníamoscontenedores más grandes que contenían el total de nuestras pos
