Capitulo 2. Abuso

764 Palabras
Cuando Calixta comenzó a desarrollarse, su interés en Charlie paso de ser de uno meramente fraternal a algo más. Cuando lo veia domar algún potro nuevo se lo quedaba mirando embelesada..."Es que es tan atractivo", pensaba. La primera vez que recordaba masturbarse siendo adolescente fue pensando en él...Sus brazos y sus muslos fuertes, la calentaban demasiado. Eso sin contar su carisma y sonrisa. Su cabello casi blanco que ella soñaba con acariciar, los ojos tan claros que parecían más animales que humanos. Cuando su hermano se fue representó un golpe terrible para ella, pues su hermano era todo su mundo, su amigo, su confidente...A pesar de que era ocho más grande, ella era la más apegada a Michael. Suplicaba a su padre que la llevara al rancho de los Carrington para ver a los caballos. Mike Falcone incluso compro más caballos para su propio establo pero eso no hizo desistir a Calixta al contrario, pues se iba montando su propio caballo si era necesario. Cuando su cuerpo terminó de desarrollarse Calixta empezó a ser más consciente del efecto que producía en los hombres. A pesar de ser tan alta, su piel color capuchino, sus ojos enorme azul profundo, sus piernas largas, su culo perfectamente redondeado y su pecho generoso así como su cabello renegrido lacio y largo, eran como un canto de sirena para los hombres. Agradecía las clases de boxeo que Mike Falcone obligó a todos sus hijos a tomar y de las que Calixta hizo tremendo escándalo para formar parte. La gente la respetaba por ser hija de su padre, pero eso no hacía a Calixta bajar la guardia. Fue justamente un peón del rancho Carrington, el primer hombre que se atrevió a propasarse. Ella siempre era simpática con él, se llamaba Paul. Pero nunca se imaginó que el hombre podría malinterpretarlo. Con la excusa de mostrarle un potrillo pastando la alejó del establo hasta detrás de unos árboles. -Acá no veo ningún caballo- le dijo ella sorprendida. Tenía 16 años. El hombre que tendría unos diez más que ella y a su manera era atractivo, la arrinconó contra un árbol. -Vamos hermosa, se que tú también lo quieres, veo la forma en que me miras- Calixta quedó tan shockeada que no le dio tiempo a reaccionar, cuando Paul arrancó su camisa y empezó a lamer sus pechos. Ella intentó alejarlo. -No, sueltame, sueltame- le gritó El hombre estaba enfebrecido de deseo sino no se explicaba que corriera semejante riesgo. Intento patearlo en su entrepierna pero la tenía inmovilizada. Aún no había completado su altura, ella media en ese entonces 1.70 y el hombre le llevaba casi una cabeza y era corpulento. Así que tomo sus manos sobre su cabeza, mientras ella aún gritaba y se sacudía. -No importa lo mucho que grites aquí nadie va a oírte- le dijo el antes de darle un beso duro lastimandole los labios. Le desabrochó el short,y metió su mano entre su entrepierna. Para su desagradable sorpresa Calixta no pudo evitar el orgasmo. -Ves que te gusta- le decía él mientras le lamía el oído. Ella lloraba y le seguía pidiendo por favor que parara. No suponía que así fuera su primera vez, ella la estaba reservando para... De repente sintió una fuerza que sacó al hombre de arriba de ella. Era Charlie. Charlie siempre tenía un ojo sobre Calixta, la hermana de su amigo a quien había prometido cuidar. No solo eso, sino que desde que se había desarrollado veía como la miraban los hombres y escuchaba a sus espaldas sus comentarios. El aún era joven, tenía solo 24 años y su padre había muerto hacía poco de un infarto. Muchos de los hombres lo conocían de pequeño y aún no se había ganado su respeto. Pero eso ahí se había acabado. Cuando finalmente después de buscar a Calixta había oído sus gritos una furia ciega lo había embargado, como se había atrevido el bastardo ... Ya le había dado dos golpes de puño con toda su fuerza cuando le dijo a una llorosa y temblorosa Calixta que fuera a la casa con su madre. Ella salió corriendo. Cuando el hombre, Paul, estaba en el suelo le dio varias patadas pues esa clase de hombres no se merecía ninguna clase de misericordia. Lo arrastró por el suelo hasta acercarlo al establo, para que todos pudieran ver de lo que era capaz si alguien se atrevía a poner otro dedo sobre Calixta. Ya nunca más nadie se atrevería a irrespetarlo o poner un dedo sobre la mujer que estaba destinada a ser suya algún día.
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