Volver al hospital fue más difícil de lo que Ben imaginaba. Cada pasillo parecía devolverle ecos de un pasado que había querido olvidar. Las luces frías, el olor a desinfectante, los murmullos apagados de médicos y pacientes: todo lo golpeaba con fuerza, como una ola inesperada. Pero no retrocedió. No esta vez. Mantuvo la frente en alto y caminó con paso firme, incluso cuando el recuerdo de su madre en una camilla y las semanas de desesperación lo amenazaban con quebrarlo por dentro. Gina, a su lado, parecía percibirlo todo. No le dijo nada. No lo presionó. Solo caminó junto a él, con Emma en brazos, como si su sola presencia bastara para sostenerlo. La ternura con la que ella sostenía a la bebé lo conmovía más de lo que estaba dispuesto a admitir. Gina tenía esa clase de paciencia sere

