Prólogo
— ¡Eres un traicionero! Has caído muy bajo, has vendido a tu país por unas míseras monedas, tú no mereces ser parte del CNI.
—Nos conocemos desde hace muchos años, conozco a tu familia, estoy seguro de que tu hija será una digna representante en la defensa de los intereses de nuestra nación, así que no me vengas con chorradas, hice lo que tenía que hacer.
— ¿Vendiendo información privilegiada a los rusos? ¿Eso era lo correcto? Nos entrenan para ser leales a nuestro país, para defender nuestra soberanía, por este trabajo he dejado de lado a mi mujer y a mi hija dejándome la piel en cada misión, para que tú la vendas a quien pague más, ¡no me jodas!
—Tú tienes una mujer que le da igual si entra o sales, una hija que no te pide explicaciones de nada, se conforman con que no les falte nada y que las visites cuando puedas, yo no, yo me he tenido que divorciar más de una vez, porque ninguna mujer se adapta a que su marido tenga esta clase de trabajo y producto de esas relaciones tengo hijos a quien mantener, por eso lo he hecho esa es la diferencia entre tú y yo.
— ¡Te equivocas! La diferencia entre tú y yo es que yo no me vendo, da igual cuantas mujeres e hijos tenga, yo soy fiel a mi país y nunca daría información al enemigo, aunque en ello se me vaya la vida.
— ¡Lo siento amigo! No queríamos llegar a esto, pero tú lo acabas de decidir. —el boom de la pistola resonó como un eco.
El último pensamiento que pasó por la cabeza del hombre antes de caer desplomado fue el poco tiempo que compartió con su mujer y su hija por servir a su nación.
—No tenías que haberlo matado, era cuestión de amenazarlo con su familia para que no hablara, ¡j***r! ¿Y ahora que voy a hacer, como se lo explico a su familia?
—Muy fácil—dijo el tercer hombre—. Quien estaba vendiendo información a los rusos era él, por eso lo mataron, cuando llegamos, ya estaba muerto.
— ¡j***r! ¡j***r!
—Velo por el lado positivo, este acontecimiento te deja sin oponentes para el cargo de director del CNI, así que tan mal no ha sido.