Antoine
Luego de unas merecidas vacaciones por las costas italianas, llego a primera hora a la sucursal en la sede española, me bajo del Mercedes-Benz Maybach Exelero que mi abuelo me regaló en mi cumpleaños número 33. Repaso los gemelos dorados de mi traje n***o y camino hacia la entrada.
—Buenos días señor —habla Marie mi secretaria con su típica carpeta verde en una mano y mi café moca en la otra.
—Buenos días —le contesto— ¿Alguna novedad?
—A las diez se reunirá con los diseñadores para la última prueba de… —entra rápidamente al ascensor—. La prueba de tejidos —continúa caminando apresurada detrás de mí cuando llego a la puerta de mi oficina —. Señor, el marqués Alexandro lo espera adentro.
—Gracias Marie. Se puede retirar —le extiendo el envase plástico y lo mira nerviosa—. Para la próxima. El café caliente.
Abro la puerta y me encuentro a mi mejor amigo sentado en mi silla con los pies cruzados sobre el escritorio, degustando un vaso de whisky.
—¿No es muy temprano para estar bebiendo? —pregunto y me acerco para darle un abrazo.
—¡Antoine mon vieil ami! —grita con emoción cuando me ve —. Amigo. Unos se drogan, otros fuman, otros beben, otros se enamoran, cada quien se mata a su manera —alza el vaso para terminar de beber todo el trago.
—Crétin tu es ivre —le susurro al oído, cuando lo tengo entre mis brazos
(Crétin tu es ivre: estás borracho cretino)
—¿Eso es lo primero que le dices a tu amigo después de dos meses sin verlo? —inquiere apartándose de mí.
Tomo asiento y él camina hacia el estante donde guardo los mejores licores para rellenar el vaso.
—¿Cómo te fue por Italia? No. No. Mejor háblame de las italianas —se acerca, sentándose en la silla justo al frente de mí.
—Invité a Jassié.
Respondo tajante sin querer dar más detalles y veo en su cara la desaprobación. A Alexandro nunca le ha agradado mi prometida según él ya soy lo suficientemente frio y calculador como para tener a una mujer así a mi lado; pero Jassié es la indicada. Nunca pregunta. Siempre está disponible. No desea tener hijos y es la heredera de la fortuna Gránte.
—No sé para qué pierdes tu tiempo con ella, solo le interesa tu título —aclara lo obvio
—Para mí es suficiente —doy por terminada la conversación.
Llaman a la puerta.
—Adelante.
—Señor. La señorita Gómez y las modelos han llegado —habla Marie.
—Hágala pasar —le ordeno—. Y tú, márchate a la casa y date una ducha fría, no me hagas llamar al abuelo —digo dirigiéndome a mi amigo ahora, amenazándole, si a alguien respeta Alex es a Joseph Leuchtenberg.
—Ya me voy —alza las manos en señal de paz —. Como envidio tu trabajo, todo el día sentado viendo atractivas mujeres desfilar en bikini, ¡c’est manifique!
(c’est manifique: es magnífico)
—No hubieses estudiado medicina. Ahora. Lárgate
—¿Déjame quedarme al menos a ver a las primeras chicas? —hace un puchero.
—No. Te recuerdo que mi abuelo insistió en que la próxima colección fuera dedicada a la maternidad; por tanto, son mujeres hinchadas, hormonales, gordas; en pocas palabras: están embarazadas. Imbécil —le explico y logro mi objetivo, que desista de la estúpida idea.
En el exacto momento en que Alex se dispone a salir de la oficina, Marie abre la puerta acompañada de una mujer despampanante: rubia, alta, con un rostro hermoso que no puedo dejar de mirar, un ceñido vestido blanco que se le ajusta a cada curva de su perfecta y abultada barr….
¿Está embarazada?
—Ya veo que son solo mujeres embarazadas —interrumpe Alexandro con sorna y se acerca a la rubia para presentarse.
Le da un beso en la mano.
—Jazmín —responde la muchacha con cortesía ante el descaro de mi amigo.
La invito a sentarse.
Marie y Alex se retiran de la oficina y quedo solo con la preciosa mujer que me incita a colocarla sobre el escritorio y probar todo su cuerpo
—Buenos días señorita Gómez, aquí tiene el contrato —le entrego unos papeles y detallo cada línea de su rostro
—Disculpe señor Leuchtenberg, pero aquí dice ¿asesora?, su secretaria me contactó para modelar, es mi trabajo —se acerca para señalar el cargo por el que se le contrata y me quedo embobado con su acento andaluz y mirando sus preciosos ojos verdes.
—Debe de ser un error, usted tiene un currículo ideal para asesorar la nueva línea de Leuchtenberg Designs —la veo dudar por un momento, pero termina firmando —. bienvenida a la compañía señorita Jazmín, trabajará directamente conmigo, en las sesiones fotográficas, desfile y en todo lo relacionado con nuestro nuevo lanzamiento.
—Muchas gracias, es para mí un placer trabajar para su marca —habla orgullosa y no puedo apartar mis ojos de ella cuando sonríe.
—Le he enviado un email con todos los datos que necesita para empezar a trabajar mañana, además de mi dirección y número personal. Por favor revise —. espero mientras revisa el celular —. ¿todo bien? —pregunto al verla abrir los ojos asombrada, sus mejillas se pintan de rojo, alterna la mirada de la pantalla hacia mí una y otra vez
—¡Eres tú! —grita sorprendida — ¡tú eres el adonis pervertido! —. vuelve a gritar señalándome
—¿Se ha vuelto loca ?, ¿de qué habla?
—Usted es quien me envió ese video mientras se tocaba su… —. habla con dificultad—. ¡su enorme, su....enorme cosa! —. grita nerviosa
—No sé a qué se refiere
—Oh si, si sabe bien a que me refiero —declara señalándome la conversación en su celular.
Estoy nervioso, debo reconocerlo, anoche estaba muy caliente y decidí enviarle un regalito a Jassié, nunca imaginé que terminaría en el chat de una completa desconocida que jugaría conmigo, logrando con sus comentarios ponerme aún más, espié la foto de perfil y era una sexy rubia con un buen trasero el cual me imaginaba mientras…
—¿Se ha quedado mudo? —pregunta la española interrumpiendo mis pensamientos y me vuelvo a sentar para ocultar la creciente erección que aprieta en mis pantalones —. Me debe una disculpa.
—Yo no me disculpo y menos cuando sé que disfrutó tanto como yo, de mis enormes atributos —hablo resaltando la palabra enorme, que la molesta aún más.
—Eres un grosero —grita molesta —. Además, no es tan… grande.
—Y usted es mi empleada, así que mejor olvide lo sucedido y siga adelante. Fue solo una equivocación —le digo y no puedo evitar reírme al ver lo indignada que está —. Y… no debería hacer declaraciones que no puede demostrar, en su estado domar bestias le resultaría… —la analizo de arriba hacia abajo—. Difícil.
Su rostro se vuelve rojo completamente, sus manos se cierran en fuertes puños y contengo las ganas de seguir riendo y antes de que pueda responder la interrumpo.
—Ahora si me disculpa tengo mejores cosas que hacer que discutir con usted —hablo señalándole la puerta y por su bien deseo que se marche de inmediato.
Toma su bolso enojada y tira la puerta diciendo para sí misma un “gilipollas” que logro escuchar.
Nuestras horas en la oficina serán un adorado tormento.
Termino de firmar los documentos para el cierre del nuevo proyecto y agarro mi saco. El detective ha adelantado la cita y no puedo dejar de asistir, tengo mucho en juego.
Las 3:00 pm, estoy sentado en un restaurante cerca de la oficina. Miro el reloj impaciente, hace diez minutos que debía de haber llegado. Alzo la mirada, lo reconozco por el portafolio y la corbata que dijo tener. Es el detective.
—Bon aprés midi monsieur Antoine —saluda.
—Bon aprés midi-inspecteur. Podemos hablar español, domino el idioma. Por favor tome asiento.
( bon aprés midi : buenas tardes señor
bon aprés midi-inspecteur : buenas tardes detective)
—Gracias —responde, una vez se sitúa a mi lado.
—Seré directo —aclaro antes de empezar, nunca me ha gustado andarme con rodeos —. Mi abuelo lo ha contratado y quiero saber por qué.
—Señor, sabe que mi trabajo tiene derecho de confidencialidad.
¡Ese derecho se puede ir a la mierda!
—Dos millones de euros acaban de ser depositados en su cuenta ¿Es suficiente? —pregunto.
Toma su celular nervioso. Revisa su estado de cuenta, asegurándose de que, lo que digo, es cierto. ¡Y sí! Debe de haberlo confirmado porque pierde todo color en su rostro y las gotas de sudor corren por su frente.
—El duque de Leuchtenberg me ha contratado para localizar a sus bisnietas. Sus hijas señor —comienza a abrir el portafolio sacando carpetas enumeradas —. Lea con detenimiento, por favor.
Sujeto las carpetas y me pregunto cómo mi abuelo pudo saber de la existencia de estos estorbos. Analizo cada nombre, edad y nacionalidad, todas niñas, todas inservibles para heredar el ducado.
—Disculpe debe de haber un error ¿por qué diez? —inquiero cuando veo la décima carpeta.
Siempre supe de la existencia de nueve y ahora me sale una décima sorpresita.
—Le corresponde a una futura madre, pero aún no sabemos el sexo. Es el mayor interés de su abuelo.
“Y se acaba de convertir en el mío”, pienso.
Abro la carpeta y comienzo a reír. Es cierto lo que mi mamá decía: el mundo es bien chiquito.
Jazmín Gómez, 30 años, española.
—La contraté hoy —expreso entre risillas —. Su abuelo se encargó de que así fuera —responde.
Cierro las carpetas, se las entrego al detective y le pido que a mi abuelo ni una palabra de esta reunión.
Ahora solo me queda conquistar a la rubia y rezar para que el bebé que crece en su vientre sea varón. Ese bebé es mi última esperanza de poder heredar el título familiar y estoy dispuesto a todo para lograrlo