El Corvette ya no estaba, segundo día que pasaba eso. Pero a cambio del Corvette, estaba una caja. De tamaño mediano, sin remitente y sin ningún dato. Con mucho esfuerzo, la levantó del suelo y entró a la casa con la caja en las manos, la puso sobre la mesa. Eran apenas las seis y tres cuartos de la mañana, así que no pudo ser el mensajero quien la llevara. Quitó el cordón que sujetaba el papel de embalaje y abrió la caja. Había una nota en ella, la letra era apenas legible: “Muñeca: Esperamos que te sea de utilidad lo que hay dentro de la caja. Necesitamos el disco duro, a más tardar, una semana después de la fecha que viene en el sobre blanco. Sabemos que no nos vas a fallar. Pero si intentas hacer algo estúpido. Nos daremos cuenta. ¿Capisce?” No había nada más escrito. Pero ahor

