Nadie quiere hablar claro de estos temas. Se ha dicho y escrito tantas patrañas sobre ello, que parece que nadie quiere verse involucrado, pero digo yo, ¿A quién le interesa que no se descubra?
Hay muchos que, como yo, que queremos saber algo, no mucho esa es la verdad, sólo somos aficionadillos, pero es que no me extraña que lo dejen, por cansancio, pues en cuanto se empiezan a mover un poco, solo encuentran zancadillas y malas caras, y eso a cualquiera le cansa.
Pero pienso, “Si hay un volcán echando humo, y ese humo se ve desde la distancia, entonces ¿Por qué alguien se empeña en negar la existencia de dicho volcán?”, pues lo mismo con esto, si hay múltiples evidencias de su existencia, ¿Por qué hay tantos intereses en que no se sepa la verdad? y no sólo lo niegan, si no que al que está tratando de buscar las pruebas le ponen tantos impedimentos.
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Cuando puse mi pie en aquella escalerilla del avión ya estaba decidido, me había costado tomar esa decisión, es la verdad, no me apetecía pasar penurias, y sabía que si seguía con el tema las iba a pasar, pero una vez empezado, nada ni nadie me iba a hacer que desistiera de la idea.
Tenía que llegar hasta el final de la cuestión, no quería ser otro de los muchos que se habían quedado a medias, que cuando se empezaron a encontrar obstáculos decidieron dejarlo por miedo, comodidad, o a saber por qué otro motivo, yo no quería desistir de ello, mi resolución era fuerte y creo que esa aptitud me iba a ayudar mucho de aquí en adelante.
Seguí subiendo, ya más tranquilo, era mi primer vuelo, en un aparato así, no se le veía muy seguro, pero no tenía otra forma de llegar, tendría que dejar mis miedos a un lado, y confiar en que todo saliera bien, porque si yo mismo no me animaba seguro que nadie lo haría.
Había pagado al piloto por adelantado, lo que habíamos acordado, pero cuando me vi sentado allí, pensé, “Si llego a saber cómo es esto por dentro, no me hubiera embarcado en este lío”.
Cuando estaba pensándolo, el piloto se me acercó, aun no habíamos arrancado y pensé al verle que venía a pedirme más dinero. La verdad no sé por qué fue ese mi pensamiento, pero así fue, y cuál no sería mi sorpresa, que fue, al contrario, me dio el fajo de billetes que yo le había dado el día anterior.
—Sólo falta lo que me he gastado en echarle a este trasto de beber, esto no me lo podía yo perder, así que gracias por haberme animado —me estaba diciendo ese hombre.
Yo me quedé mirándole, supongo que, con cara de tonto, porque él echó una carcajada.
—Amigo, así es, gracias a usted, voy a ir a lugares que toda mi vida he deseado visitar, luego, no era justo que encima le cobrara. Usted me ha dado el empujón que necesitaba, y a cambio yo le llevo allí, gratis. Sí, sé que ahora no lo entiende, pero ya verá como en su momento sí que comprende todo.
Y sin más se dio la media vuelta y cuando se iba alejando para meterse en su cabina le escuché que me decía:
—Abróchese bien el cinturón, que partimos en unos segundos.
Me quedé allí sin saber qué decir, miré y en mi mano aún tenía el fajo de billetes que me había dado, ¿Por qué lo habría hecho?
No lo entendía, me había dicho que de momento no lo entendería, ¡Claro!, ¿Cómo iba a entender esa aptitud tan rara?, que yo le hubiera contratado el día anterior, y le hubiera dado el dinero que habíamos acordado, y que, al empezar el viaje, me devolviera dicho dinero.
Era para no comprenderlo, desde luego, y además recordé en esos momentos, que me dijo que más adelante seguro que lo entendería, ¿Qué esperaba que pasara más adelante?, para que yo pudiera obtener esa respuesta que ahora era tan absurda, que un piloto me llevara en su avioneta gratis, ¡Qué cosas más raras me pasaban!
Medio dormido iba cuando seguramente una “turbulencia”, como dicen los pilotos, hizo que me diera un cabezazo, y me espabilé, miré a mí alrededor, para ver qué pasaba y me encontré allí subido en aquella avioneta.
Estaba sentado y a mi lado la mochila, esa que llevaba todas mis pertenencias, me dije, “¿Qué me podrías decir si pudieras hablar?”, y sonriendo la volví a mirar, y la volví a decir, “Mejor que permanezcas calladita, porque seguro que habría veces que no me dejarías meterme en alguno de los líos que nos hemos vivido juntos”.
—Repásese ese cinturón que ya estamos llegando —escuché de pronto al piloto que decía.
Eché la mano instintivamente y vi que lo tenía bien ajustado, y pensé, “Bueno, si no es un buen piloto, un cinturoncito no me servirá de nada”.
En vez de cinturones, lo que les debían de dar a los que van en avión, es un buen casco para la cabeza, de esos que llevan los motoristas, de esa forma si el avión se la da, la cabeza no se llevará el golpe.
“Bueno —luego pensé—. En realidad qué más da un golpecito en la cabeza, si se cae este aparato no lo cuento de ninguna de las maneras.”
Cuando estaba pensándolo, vi por la ventanilla que estaba al lado de mi hombro izquierdo, unos árboles cerquita, y al momento ya estaba frenando el piloto, “Bien —pensé—. ¡Por esta vez me he librado!”, y antes de que pudiera pensar otra cosa, ya tenía al piloto animándome a bajar a tierra.
—Bueno, pues empezamos la aventura, soy todo oídos. Usted manda amigo que es el entendido —decía aquel hombre, al que se le veía muy animado.
Yo le miré sorprendido, pero ¿Qué me estaba este hombre diciendo?, ¿Que él se venía conmigo?, eso no lo tenía previsto, yo sólo quería seguir, como siempre, con mis cosas, pero sin compañía, y sobre todo ¿Qué clase de compañía me estaba ofreciendo este anciano?, ¿Venir conmigo?
Eso era imposible, si él parecía que no podía dar ni dos pasos, con ese cuerpo tan enclenque, ¿Qué pretendía lograr?, ¿Escalar?, ¿Cómo?
—Amigo, soy más fuerte de lo que parezco, no se deje influenciar por las apariencias, seguro que puedo seguirle bien el paso y que en ningún momento seré un estorbo —me dijo y estaba allí parado frente a mí mirándome muy serio.
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Estaba durmiendo tranquilamente en este paraíso, nunca en toda mi vida me había podido imaginar que un lugar así pudiera existir, me había dado un baño en el agua de la cascada, ¡Qué delicia!, me vino estupendamente, después de la larga caminata.
La fruta que cogimos por el camino, nos la comimos sentados tranquilamente a la sombra y los dos comentamos, que cómo era posible que aun existieran sitios con este encanto.
—Seguro que nunca nadie ha pasado por aquí —me dijo Peter—. Sí alguien lo hubiera descubierto ya se habrían encargado de estropearlo. No sé qué tendremos los hombres que no nos podemos estar quietos y siempre que tocamos algo, rompemos su armonía.
—¡Anda!, no seas exagerado —le contesté—. Algo habremos hecho bien, digo yo, ¡No seas tan fatalista!
—Bueno, sí, algo seguro, pero ¿Qué?, ¡Anda!, te invito a que reflexiones un poco y me encuentres algún lugar, en que el hombre haya puesto su mano y lo haya mejorado. Estoy bien seguro que no vas a dar con ninguno, es que somos así, ¡Qué se le va a hacer!, tenemos unas manitas, que más nos valdría estarnos quietecitos.
—¡Anda!, sigue comiendo, no me digas que no ha merecido la pena llegar hasta este lugar —le dije, mientras yo mismo tiraba otro bocado, de esa deliciosa manzana silvestre.
—No, si el lugar me parece maravilloso, no es de eso de lo que te hablo, pero mira, si por casualidad se nos ocurriera quedarnos aquí a vivir para disfrutar de todo esto, ¿No crees que le tendríamos que hacer algunos arreglillos, para hacerlo habitable?, y cada cosa que nosotros hiciéramos para nuestra comodidad, sería estropear la naturaleza, que si lo tiene así es porque así le gusta a ella, que es la dueña, y no como unos intrusos quieran poner, modificando el entorno. No me digas que no te has sentido tentado a decirme que te quedabas aquí a vivir, porque yo la verdad en cuanto lo he visto, he dicho, ¡Este es mi sitio!, de aquí ya no me muevo más, quien quiera algo mío que se acerque hasta aquí.
—Amigo, veo que eres un exagerado —le dije sonriendo.
—¡Exagerado!, ¿Qué dices?, cuando he visto esa agua cristalina cayendo al lago, me ha encantado. He estado un buen rato sin poder dejar de mirarla, hasta que he decidido darme un baño, no quería romper la harmonía del momento, pero me he dicho, ¡Qué caramba!, si es tan mágico el lugar. Quiero pertenecer a esa magia, y cuando me he sumergido en ella, es como si todo mi cuerpo, al mismo tiempo que estaba notando su fresquito, se estuviera recargando de algo, no sé cómo te lo podría explicar, ¿Tú sabes lo que le pasa a una magdalena, cuando la echas en el tazón de leche?, que se hincha, pues esa sensación he tenido por un momento, ha sido como si me estuviera rellenando, de algo que me estuviera entrando en mi cuerpo. No te sabría decir, pero sí que ha sido una sensación deliciosa, creo que nunca en toda mi vida he sentido nada igual.
—Pero Peter, ya hemos recorrido muchos lugares y siempre has encontrado algún encanto, yo creo que en todos.
—Sí, es cierto porque todos los sitios tienen su…, yo que sé, que me gustan, ¡No lo puedo remediar!, pero este, amigo, este te lo digo yo, es único. Lo que he sentido en cuanto le he echado la vista encima a este sitio, no te lo sabría explicar con palabras, pero lo que sí que te digo es que de aquí no me muevo. Si quieres seguir tú, con esa tarea pues sigue yo ya he encontrado mi lugar, y creo que voy a quedarme. Sí, cada momento que paso aquí más decidido estoy a ello, y además seguro que me puedo adaptar al sitio sin hacerle ningún cambio. Estoy seguro que el lugar me acogerá bien y en él podré pasar el resto de mis días —me estaba diciendo muy convencido.
—¡Anda!, no seas exagerado, ¿Cómo me voy a ir y tu quedarte aquí?, eso no puede ser, mira si te parece estamos un tiempo aquí, viviendo, los dos, no sé lo que tú quieras, de todos modos, en ningún sitio nos esperan, pero luego un día tendremos que partir. Este sitio sí está bien, no te lo discuto, es maravilloso, pero escucha la tarea que tenemos entre manos no la vamos a abandonar, al menos de momento, creo que aún nos queda mucho por hacer —le dije para tratar de distraerle de su idea.
Me quedé un poco pensativo, no sabía que quería decir mi amigo, con eso de que se quedaba aquí. Sí, las palabras las entendía, pero creo que había otro significado que no acababa de comprender, y le pregunté bajito:
—Peter, ¿Acaso has sentido que este es tu lugar?
—Sí —fue su rotunda contestación.
—¿Cómo? —le volví a preguntar con miedo, pues ya me estaba yo temiendo la respuesta.
—Años llevo contigo recorriendo diversas partes de la tierra, y tú sabes porque me conoces quizás mejor que yo mismo, que no tomo decisiones drásticas.
—No, eso no es lo tuyo, lo sé bien —le respondí.
—Pues ahora quisiera que me entendieras que si te he dicho eso es porque así lo siento y creo que así debe de ser, y no me debo marchar de este lugar. No te puedo dar más explicaciones por que tampoco lo tengo yo más claro, pero si me gustaría que respetaras mi decisión, como tantas y tantas veces lo has hecho, que aun pensando que era muy raro el lugar donde te pedía que fuéramos tu sonriente, siempre sonriente, porque querido amigo, eso es lo que más me gusta de ti, tu sonrisa. Bueno pues como te decía, con una sonrisa en tu cara me decías, “Bueno, no tenemos otra cosa mejor que hacer, ¿Por qué no?”, y preparábamos todo para emprender de nuevo una aventura a dicho lugar —me estaba diciendo Peter en tono muy serio.