Ya en la frontera, ella miró cómo los dos hombres hablaban como viejos amigos, se acercó a su hermana y le dijo que se separarían. Le dio el sitio exacto donde se volverían a encontrar, al ver a los hombres de Francisco acercarse a ellas, le dijo que se alejara y corriera, que se alejara de la frontera hacia el otro país.
―¡¡Ahora, corre!! ―al ver a su hermana mezclarse entre la gente, se fue hacia unos vendedores ambulantes y armo un escándalo rompiendo cosas, los dueños se empezaban a aglomerar con enojo hacia la joven, ella corrió en sentido contrario de su hermana, tenía que darle el tiempo suficiente para que ella pudiera entrar al otro país. Los tipos se enfocaron en ella―Aquí estoy, me quieren a mí. ―Gritaba con fuerza llamando su atención.
―Ya no tienes salida, maldita, mocosa. ―le grito francisco, ella está al filo de caer al mar― Entrégame el mapa y te dejaré ir a ti y a tu hermana.
―No sé de qué habla. Déjennos en paz, nosotras no hemos hecho nada malo.
―Sé que tu padre te lo dio a ti, vamos, no seas tonta, entrégamelo y te dejaré tranquila.
―No tengo nada, mi padre no me dio nada. ―se subió al pequeño muro que hay en el puente y sin pensarlo mucho se tiró, Francisco corrió para detenerla, pero le fue imposible agarrarla, ella cayó al vacío desplomándose al mar, Francisco maldijo al ver que no se veía ella en la superficie.
La joven, siendo una experta nadadora, se fue a la profundidad del mar para llegar a la otra orilla, la cual salió ilesa, le dolían los brazos de tanto nadar. Los soldados de la frontera se dispersaron, a Francisco no le tocó más que salir de ahí de inmediato. Se apresuró a acudir hasta donde se encontraría con su hermana, al llegar al sitio le toco esperar por largo tiempo, ya pasado las horas y viendo que su hermana no aparece decide moverse para buscarla en los alrededores.
― ¿Dónde estás hermana? ―cayendo la noche―Tengo que encontrarla a ella y a esta persona que mi padre dijo que me ayudaría si un caso yo lograba salir del país, ojalá pueda dar con él, estoy preocupada por mi hermana.
―Vamos nena, dame placer. ―ella escucha un hombre ebrio en un callejón. Se asusta al principio.
―Déjame en paz, no me toques con tus apestosas manos.
―A mí no me das órdenes ramera, yo quiero que me… ―cuando la chica grito al ser agredida, Antonella no lo meditó mucho, cogió un garrote que había en la calle de tierra y le dio un golpe en la nuca, cayendo el hombre inconsciente.
―Estás bien. ―ella pensaba que era su hermana, aunque se sintió bien de haber salvado a una mujer en peligro.
―Muchas gracias, ese tipo quería abusar de mí.
―Que haces tan tarde aquí, es peligroso.
―¿Quién habla? Es mi trabajo, y ¿tú también trabajas en la calle?
―No, solamente ando buscando a mi hermana, ella tiene unos diez años, es cabello largo, tiene ojos claros, has visto alguna chica así.
―No, no la he visto, ¿será que te equivocaste de sitio?
―No, seguiré buscándola, ella es muy inteligente, le dije que nos veríamos aquí. Disculpa que te moleste, pero también buscó esta dirección. ―le muestra el papel.
―Ah, si la conozco, no es lejos, sigue derecho, es una de las casas grandes e imponentes que verás.
―Muchas gracias. ¡Cuídate! ―ella corre hacia la dirección que la extraña amablemente le dio.
―De nada, tú también cuídate.
Ella siguió por donde le dijo aquella mujer de la vida galante, al llegar a la esquina, miro la dirección y vio que es la correcta, era una mansión o mejor dicho una fortaleza. Observo al guardia y se le acercó con un poco de recelo. El hombre al verla le pregunto que deseaba.
―Buenas noches, buscaba al señor de Santis. ¿Lo conoce?
―¿Para qué lo buscas?
―Es un viejo amigo. ―solamente eso le dijo.
―Lo siento, él está fuera del país, no sé cuando regresara.
―No me diga eso, necesito hablar con él.
―No sé cuándo vendrá. Anda de viaje de negocios, a veces está fuera mucho tiempo. Por eso no le puedo decir que vuelva tal día.
―Gracias.
Ella regresó por donde vino, siempre alerta de no ser sorprendida por un maleante y a la vez buscando a su hermana extraviada, ahora no sabe qué hará, se detuvo en una esquina, desorientada, no sabiendo hacia donde caminar. Es nueva en el país, no conoce a nadie.
―¿Qué pasa, jovencita? ―misma mujer la encuentra.
―Hola…
―¿Encontraste la persona que buscabas?
―No, esa persona anda de viaje, al parecer no es mi día de suerte. Lo que más me preocupa es mi hermana.
―Eso veo, mi nombre es Tina, si quieres puedes pasar la noche en mi pequeño dormitorio, al menos no estarás expuesta al frío y el peligro que trae consigo la calle. Mañana podrás buscar de día a tu hermana.
―Muchas gracias no me gustaría molestar, pero la verdad no tengo a dónde ir.
Tina la llevo a su morada, le tendió una sabana en el suelo, ya que solamente tenía una cama unipersonal, ella decidió no trabajar para hacerle compañía a su nueva huésped, Ella se acostó, pidiendo a Dios que su hermana estuviera bajo techo. A la mañana siguiente, Tina le dio de comer, mientras estaba ahí salía a la calle a buscar a su hermana, con la esperanza de encontrarla pronto. Pero cada noche regresaba sola.
―Hola, ya vino el señor de Santis. ―como de costumbre se daba una vuelta por la fortaleza a ver si ese hombre había regresado de su viaje.
―No, señorita, no ha regresado. ―todos los días, durante un mes que buscaba con desesperación a su hermana, siempre iba a esa casa a preguntar si ese hombre había llegado, para su suerte, la respuesta siempre era la misma.
―¿Tuviste suerte? ―le indaga Tina mientras se arregla para salir a buscar clientes.
―Nada, mañana veré si mi suerte cambia, no puedo darme por vencida, qué pena tengo contigo, no puedo ayudarte, y te gasto tus cosas.
―No te preocupes, aquí tienes dormida y comida por mientras llega esa persona.
―Eres un ángel para mí, te lo agradezco mucho.
―Tranquila, me salvaste de ser violada por un asqueroso borracho, es lo menos que puedo hacer. Me voy a la chamba, cierra bien la puerta, no le abras a nadie, yo ando llave.
―Sí, eso haré. ¡Cuídate!
Ella se encerró y pidió a Dios que su hermana estuviera a salvo, por lo menos hasta que ella diera con su paradero, ahora lo único que tiene que hacer es esperar que ese hombre aparezca, porque ella no tiene dinero para movilizarse. Sabe que ese hombre le debe la vida a su padre, tratara de chantajearlo si no quiere colaborar con ella.
Saca el mapa y lo memoriza, lo vuelve a ocultar en su ropa interior, no ha podido dormir, temía a cada instante de que alguien la encontrara y la liquidaran como a su padre, sabe que ese mapa es importante para esa organización. Tina llegó al amanecer, ya había café hecho, Antonella se levantó temprano, iba a empezar temprano su búsqueda y tenía un presentimiento en cuanto a ese hombre sobre su llegada.
― ¿A dónde vas tan temprano?
―Ha pasado mucho tiempo, siento que ese hombre vendrá en cualquier momento. Con la ayuda de él encontraré más rápido a mi hermana.
―Hay pequeña, lamento tu situación, si regresas y yo me he ido, te dejaré la lleve en la maceta.
―Muchas gracias, Tina, descansa.
Ella salió busco y pregunto por su hermana en los sitios que no lo había hecho. Al atardecer se fue a parar al enorme portón de la casa de él, el guardia sonríe por la persistencia de la joven. Al llegar el atardecer y verla aún ahí de pie, se compadeció y le dio la mitad de un pan que había comprado y un poco de agua, ella alegre se lo acepto. Después de unos minutos, cuando está a punto de regresar a casa de Tina, ve venir un auto lujoso hacia la propiedad.
―Señorita, al parecer el señor ha regresado, ese es su auto.
―¿Está seguro que es él? ―siente emoción en su corazón.
―Sí, en cuanto se baje, le diré que usted lo busca.
―Muchas gracias, se lo voy a agradecer con todo mi corazón. ―ella se sacudió el pantalón que andaba, su corazón latía bien aprisa, ahora si podrá encontrar a su hermana. Ella ve pasar el auto, no ve nada porque está polarizado. A los minutos de haber ingresado:
―Señorita, por favor pase adelante, el señor la recibirá.
―Gracias a Dios. ¡Vamos! Yo lo sigo.
Ella, emocionada, transita por un angosto camino hasta llegar a la enorme puerta, ella observa todo con admiración, entra al domicilio, un hombre vestido de pingüino la llevo hasta la sala de la casa, le dijo que esperara ahí un momento.
―Esta casa es hermosa, tiene muchas cosas de valor, este hombre es muy rico. ―cascó en voz alta.
―Lo soy, en eso no estás equivocada. ―una voz le saco de su admiración, se volteó para ver quien era.
―¡¡Es usted…!! ―al ver al personaje que ella buscaba y que era alguien de quien se imaginó no volver a ver.
― ¿Te conozco? ―ella se aclaró la garganta, era mejor que no la recordara, no le convenía en ese momento.
―Soy la hija de Matteo Bianchi, ¿le suena ese nombre?
―Matteo, eres la hija de Matteo, ¿Qué haces aquí jovencita?
Él se sentó en un sillón, le hizo un ademán para que ella también tomara asiento, se quedaron viendo sin palabras, ambos analizándose mutuamente, ella sabe que ese hombre es peligroso, muy temerario, pero es su única opción, sabe que, si él la protege, nadie le podría hacer daño.
Parpadea cuando llevo una mano a su estómago quien demanda alimento, ahora está frente a él, su mirada finalmente la aborda, capturando a los de él. No sonríe, no se suaviza, pero ahora ella sabe que detrás del monstruo existe un hombre, aquel que le va a proteger. Él levanta su mano, se gira dirigiendo su mirada hacia el empleado, le dice unas palabras que ella no pudo escuchar.
―Seré clara, vengo en busca de protección.
―¿Dónde está tu padre, en este momento?
―Él está muerto. ―siente una punzada de dolor al decirlo.
―¡¡Muerto!! Qué fatalidad, ¿sabes quien lo hizo?
―Sí, sé quien lo hizo, son personas peligrosas, él me dijo que lo buscara, que usted me ayudaría. ―ella le contó lo que escucho y oyó mientras asesinaban a su padre, ya no lloraba, ahora tenía que ser fuerte.
―Esos bastardos lo hicieron, qué lamentable.
―Sé que tienes una deuda con mi padre, estoy aquí para cobrarla, por eso ahora estoy frente a usted. ―él ríe a carcajadas al oír la valiente mujer.
«Al parecer no piensa ayudarme, este hombre es el único que puede cuidar de mi hermana y yo. Duele darme cuenta de que, después de todo, ellos son lobos y yo solo la carnada, ellos se van a pelear por un trozo de papel. Este hombre es sanguinario, eso lo sé, pero prefiero que sea él, quien se adueñe de mi destino» medita ella.
―Mira jovencita, no tengo tiempo de cuidar niñas, soy un hombre muy ocupado, si dinero quieres, con gusto te lo daré, pero no puedo cuidar de ti, lamento lo de tu padre, era un buen hombre, de eso doy fe. Mejor no te metas con esas personas. ―ella siente que las lágrimas le pican el lagrimar al escuchar a ese hombre darle la espalda, mientras que su pobre padre arriesgo todo para salvarlo a él.
― Eres un malagradecido. No sé por qué mi padre te salvo, eres un ingrato que no puedes ni siquiera proteger la hija del hombre que te tiene con vida.
― Así de dura es la vida, acostúmbrate, no todo es color de rosa, lastimosamente tu padre no tuvo la suerte de vivir, no es mi problema. ―ella se quedó meditando su siguiente paso.