*ANTONELLA*
Mi padre no está donde lo dejé, ¿qué ha pasado? Pensé que había muerto, en eso siento que me cubren la boca por detrás, el miedo me inunda totalmente, mi cuerpo pierde fuerzas. Al ver que es mi padre, quien me ha cubierto la boca, me volteo y está bañado en sangre, pero con vida, lo abrazo fuerte.
―Tranquila, hay que salir de aquí, no hay que hacer bulla.
―Ellos han entrado a la casa, no se irán de aquí tan fácilmente. ―en eso escuchamos los gritos de mi hermana, quien ya regreso de la escuela―Padre ocúltate, estás malherido, yo los distraeré un momento, para que no le hagan daño a mi hermana.
―Hija. ―me solté y bajé las escaleras, miro el desorden que han hecho, uno de esos hombres tiene del cabello a mi pequeña hermana quien llora, sin saber lo que está pasando.
―¡¡Hermana, ayúdame!!
―Suéltenla, ella es apenas una pequeña, no sean tan desalmados.
―¡Vaya! Hasta que saliste de tu escondite, no te da vergüenza Matteo esconderte y poner de cortina a tus hijas. ―grita ese hombre de un semblante temible.
― ¿Qué es lo que quieren? Dinero no tengo.
―No muñequita, tu padre nos robó algo muy valioso. ―el hombre se sentó en una silla mirándome de pie a cabeza. Me repugna como me ve.
―Se lo suplico, suelte a mi hermana, nosotras no sabemos nada. Además, ella está enferma.
―Lo preguntaré una sola vez, donde está el mapa que tu padre me robo, es algo que vale mucho para mí.
―No sé de qué habla. Le juro que no lo sabemos.
―Refrésquenle la cabeza. ―un hombre me sujeta del cabello y pone mi mano en la mesita, saca una navaja, de inmediato mi cuerpo tiembla― Un dedo por cada respuesta equivocada.
―Yo no sé nada, se lo juro. ―gritaba con desesperación, al ver la navaja con un filo impecable.
―Francisco, deja a mis hijas en paz. ―aparece mi padre sujetándose la herida que le supura sangre.
―Por fin saliste de tu escondite, dejen las chicas y tráiganlo a él. ―mi padre nos está dando la oportunidad de escondernos.
Me acerco a mi hermana cuando todos se enfocan en mi padre, quien les está dando batalla, con dolor en el alma sin que se dieran cuenta, entramos en un compartimento secreto de la casa. Deje a su suerte a mi padre, cubrí los oídos de mi hermana para que no escuchara cómo estaban torturando a nuestro padre, oí cómo ese tal Francisco le pedía el mapa, con enojo.
―Solamente porque eres el cuñado del jefe, tienes derecho a matarme…
―Contesta lo que te he preguntado, ¿Dónde está el mapa?
―Muy lejos de ti. Jamás darán con él.
― ¿Habla en dónde lo tienes? ―los gritos de mi padre son desgarradores, tengo ganas de salir, pero mi hermana quedaría sola, de nada sirve que salga porque sería mi muerte segura y la de mi hermana.
Estamos llorando en silencio, ya no escuchamos los lamentos de nuestro padre, mis lágrimas salen en afonía, él dio la vida por nosotras, escucho cómo destruyen la casa, vale más que nadie nos vio entrar aquí, se escucha todo lo que hacen y el tal Francisco grita como loco, ordenando que destruyan todo para encontrar eso que busca con desesperación. Es un nombre que jamás olvidaré en mi vida, ni esa tal organización a la que pertenece.
―Quiero que encuentren esas chiquillas, ellas tienen que saber algo.
―Si señor.
El tiempo pasa y la casa está en completo silencio, salí primero yo, para explorar que nadie estuviera en los alrededores, vigilo que nada se mueva en lo que queda de casa. Mi asombro es grande al ver que todo está destruido y el cuerpo de mi padre bañado en sangre, corrí hacia él para ver si aún estaba vivo, lamentablemente ha muerto, busque una sábana y se la puse encima, no me da ni tiempo de llorarlo debidamente, esos hombres han de estar cerca.
―Adiós papá, buscaré esa persona que nos protegerá. ¡Gracias, papito!
Saque a mi hermana del escondite, nos pusimos otra ropa, salimos de la casa con una manta en la cabeza cubriendo nuestro rostro, nos mezclamos entre la gente, mirando a todos lados, jamás se me olvidará el nombre y el rostro de ese hombre, el asesino de mi padre.
Mis manos tiemblan mientras retuerzo mi anillo, nos hemos detenido, tengo que reflexionar con claridad. Otra vez mi mundo ha sido sacudido en segundos y el miedo se encuentra rasgando con sus afiladas garras, mi garganta, mis ojos abiertos observando todo a mi alrededor. Quiero huir, retroceder, pero no puedo, mi hermana depende de mí, necesitamos largarnos de esta ciudad, tan lejos como se nos permita. Por los momentos regresa mi valor y el deseo de hacerle frente al mundo, a cualquier amenaza a nuestra vida tranquila, que teníamos. Quiero ser fuerte por ella… Me gustaría gritarle que aquí estoy y que la protegeré.
―Hermana, tengo frío y hambre. ―ella es muy pequeña, no puede resistir mucho.
―Yo también, soporta un poco, tenemos que movernos, si no esos hombres malos nos encontraran.
― ¡Nuestro papá…! ¿Lo viste?
―Lo sé, hay que ser fuertes, él está descansando. ―la abrazo al verla llorar. En eso recordé la caja que mi padre me entrego, tengo que regresar a donde la enterré.
― ¿Qué buscamos aquí?
―Espérate ahí, iré por algo que nuestro padre nos ha dejado.
Corro con desespero y no recuerdo exactamente donde enterré la caja y después de varios hoyos la encontré, lo abro inmediatamente, saco una bolsa de tela, dentro de ahí hay un mapa del tesoro, según voy leyendo perteneció a un hombre de la mala vida. Lo guardo en un bolsillo que tienen mi ropa interior, tomo de la mano a su hermanita la cual tiene las manos muy heladas.
―Vamos a ir con el amigo de nuestro padre, él nos va a ayudar.
―No soporto el frío, hermana. ―ella la abraza mientras caminan, a la dirección que su padre le entrego antes de morir.
Logre pedir jalón hasta la capital del país, para poder llegar hasta Alessio, el amigo de mi padre, quien tenía una deuda pendiente con mi difunto padre, Logramos llegar a la dirección que tenía, viajamos como mochileras, escondiéndonos de todo aquel que mirábamos sospechoso.
―Hemos llegado, hermanita.
Toque el timbre de la enorme casa, en eso un hombre armado nos recibe, le digo que quiero hablar con Alessio que venía de parte de mi padre, al oír el nombre de él, de inmediato nos hicieron pasar.
―No soporto el hambre.
―Ya pronto comeremos, este amigo de nuestro padre nos ayudará.
―Así que eres la hija de Matteo.
―Si señor, él me dijo que usted nos ayudaría.
― ¡Ayudarlas! ¿Y tu padre?
―Ha muerto. ―en ese momento me rompí en mil pedazos, al oírme llorar mi hermana ella también rompió en llanto, la abrace y me controle―Nos andan buscando.
― ¿Sabes quién las busca?
―Un hombre llamado Francisco.
―Francisco Caccini, entiendo, no se preocupen, aquí están a salvo, pero tendré que sacarlas del país para que no las encuentren.
― ¿Salir del país? ¿Es eso posible?
―Sí, tienen que empezar una vida nueva, donde nadie las conozca, ¿de casualidad sabes que quería ese tal Francisco?
―No, lo sé. ―mentí, no sé por qué, pero no quise decirle lo que quería ni que tampoco poseo ese mapa.
―Está bien, me imagino que tienen hambre.
―Sí, mucha hambre, denos de comer por favor. ―declara mi hermana rápidamente.
Él ordenó que nos dieran de comer, después nos llevó a una habitación, una mujer de mediana edad nos llevó ropa, dejé que mi hermana se bañara primero, al salir ella, entre yo, me desvestí, aún llevo la sangre de mi padre. Caí de rodillas, lamentando en silencio, no sé qué haré, no sé que será de nosotros, pero no me rendiré.
Deje que el agua cayera en mi cuerpo desprendiendo la sangre seca que llevo encima, al salir recogí la bolsa plástica donde guardo el mapa, me pongo la ropa interior y amarro bien la bolsa a mi prenda, de modo que no se caiga, después veré que significa eso. Mi padre murió cuidando ese mapa, no puedo entregarlo a cualquiera.
―¿Dormiste bien hermana?
―Sí, tú no lo hiciste. ¿Verdad?
―No podía, vele tu sueño toda la noche.
―Hermana, ¿A dónde iremos?
―No lo sé, pero mientras estemos juntas, podremos resolverlo.
Bajamos al comedor, desayunamos, los sirvientes de esa casona nos atendieron a las mil maravillas, el dueño de ahí es un hombre muy amable. Cuando terminamos de comer, él se hace presente, nos dice que ya compro nuestros documentos, nos dice que memoricemos lo que ellos dicen, ambas lo leemos, tenemos un nuevo nombre supuestamente.
―Deben decir que son turistas.
―Sí, eso diremos.
―Las llevaré hasta el puente.
―Usted no vendrá con nosotras.
―No, pero estaré atento hasta que logren cruzar el puente.
Nos subimos al auto, él nos dio dos pequeñas maletas, en eso me dio un mal presentimiento, nos detuvimos unos metros antes de llegar a la frontera, él salió del auto. Después de unos minutos vuelve a entrar.
―Todo está listo, cruzaré con ustedes, para que no les pongan ninguna traba.
Eso me alegro, al menos estaba siendo considerado, así fue, cruzamos la frontera, él se detuvo, y nos bajamos del auto, presentamos los documentos, todo había sido tan fácil. Di un respiro de alivio, cuando me di la vuelta y miré a la distancia al amigo de mi padre hablando con ese tipo, en ese momento supe que caímos en una trampa.