CAPÍTULO I-2

1948 Palabras
―¿Puedo ir dónde estás? ―No sé por qué formulé esa pregunta, pero noté con extrañeza, que al momento me puse en movimiento, lentamente primero, bajé hasta dar casi con mis pies en aquel, podríamos llamarle “suelo”, pero no lo llegué ni a rozar, por encima de él, me empecé a desplazar de forma horizontal, ya más deprisa hasta que llegué, no sé, pero estaba al lado de una enorme montaña. ¿Cómo había llegado hasta allí?, si cuando miré desde arriba, lo que había visto era una gran llanura, amplísima, parecía que no tener final, ¡creo que voy a dejar de hacerme preguntas, ya que ninguna tiene respuesta! Era una montaña que parecía de la misma naturaleza que aquel suelo, una masa viscosa como plateada, ¡no sé cómo explicarlo, y menos cómo había llegado¡, pero allí estaba parado frente a eso, ¿y ahora qué?, ¡tengo que tener cuidado con lo que pienso!, porque no estoy seguro de lo que me está sucediendo, ¿cómo solamente con pensar en moverme lo voy a conseguir?, ¡esto es muy raro! Cuando estaba cavilando todo eso, sentí ese otro, ¡cómo diría!, pensamiento, dentro de mi frente, ¡no, estaba casi seguro que no era yo, porque era como si alguien me hablara, pero sin palabras! ¡Qué lio!, si por aquí no se ve a nadie ¿cómo me van a hablar?, ¡qué sueño tan raro!, ¿qué habré cenado?, porque esto me está empezando a parecer que es el producto de una mala digestión. ―¡Piensa! ―Volví a sentir y esta vez, sí que fue clarito y alto. No había duda, no era mío, alguien me lo estaba diciendo, no sabía ni de quien se trataba, ni dónde se podía encontrar, pero ya no dudaba de que no era mi imaginación. ―Quien quiera que seas, dime de una vez, ¿en qué quieres que piense? ―dije sin pronunciar palabras, aunque me encontraba un poco enfadado, traté de pensar, no sabía si lo lograría, pero por probar no podía perder nada. ―¡Eso está mejor! ―escuché esta vez que me decían, sí, quien fuera el que se estaba comunicando conmigo, me había contestado. ―¿Mejor el qué?, pero ¿quieres aclararme qué me está pasando? ―volví a pensar sin hablar, aunque no me resultaba nada fácil, pues tenía unas enormes ganas de chillar. ―¡Ves, así sí nos podemos entender! ―fue la respuesta que sentí en ese momento, allí en mi frente, como si el que me la estuviera haciendo se encontrara dentro de mi cabeza. ―¡Entender!, ¿cómo? ―pregunté al instante, pero como estaba nervioso, esta vez usé palabras para decirlo. Me quedé callado, pero nada escuchaba, entonces me di cuenta que antes había hecho eso, mis preguntas habían sido solo emisiones con el pensamiento, pero que no había usado la palabra, quizás era eso lo que me trataban de decir, que no hablara, que solo lo pensara y que así nos podríamos comunicar, entonces conscientemente por primera vez pregunté con un pensamiento. ―¿Quién eres?, ¿dónde estoy? ―Ves, ¡cómo no es tan difícil!, soy alguien que te quiere enseñar ―sentí la respuesta dentro de mi cabeza de nuevo, creo que en la parte de la frente más bien. ―¿Enseñarme qué? ―le interrumpí―. Pero ¿dónde estás? ―volví a preguntar pensando. ―¡Todo a su tiempo!, tienes que asimilar tanto ―estaba escuchando, y aunque mis nervios no me dejaban, supuse que lo que debía hacer era tranquilizarme si quería entender algo, y volví a preguntar, pues estaba tan confundido y ansioso, por saber a qué se debía todo esto que me estaba pasando ―¿Qué dices?, ¿de qué me estás hablando? ―¿Acaso no querías saber, si hay vida en otros lugares diferentes, del que tu procedes? Mi asombro fue enorme, ¿cómo alguien…?, bueno, lo que quiere que fuera, el que me estaba diciendo eso, ¿cómo sabría él, el interés que yo tenía por ese tema?, y de ser así, ¿cómo me lo iba él a aclarar? Todo estaba tan confuso, que no sabía qué hacer, miré a mi alrededor y comprobé que se había oscurecido, ni cuenta me había dado de ello, pero sí recordaba, que hace unos instantes, cuando había llegado a este lugar, estaba como iluminado, se podía ver a lo lejos el entorno, esa montaña o como se pudiera llamar, pero ahora todo estaba oscuro, ¡no veía nada!, de pronto acordándome del consejo, o lo que fuera que hubiera sentido, pensé, ―¡Quisiera que hubiera más luz! De pronto, posiblemente como contestación a mi petición, comprobé cómo había claridad, como todo en mi entorno podía verse, pero ¿qué pasaba?, este paisaje no era el que hacía unos momentos había visto, ¡esto era diferente! Me fijé, vi lo que podrían ser árboles, muchos, unos grandes otros más pequeños, unos parecía que tenían hasta fruta, pero todo era de un color como grisáceo, ¡esto no podía estar bien!, quizás mis ojos por alguna razón habían dejado de distinguir los colores. Me los froté, pero cuando volví a abrirlos de nuevo, estaba contemplando lo mismo, unos campos inmensos, pero yo diría que no era tierra, no, esto era como lo que antes había observado, cuando lo pisé y me quedé pegado en ello, el suelo era esa mezcla pegajosa o al menos me lo parecía, ¡desde luego no iba a comprobarlo!, ya recordaba cómo me había sentido, cuando estuve atrapado antes, y la angustia que sentí de no poder despegarme, pero de ese tipo de suelo salían esos, no sé, yo diría que hermosos árboles, todos cargados de frutas, que, a pesar de ser todo el conjunto del mismo color, grisáceo, sí se podía ver la diferencia, entre lo que podrían ser, el tronco, las hojas y los frutos, es como si a un dibujante le hubieran dado solo una lámina en blanco y un lapicero y él hubiera pintado un paisaje, y apretando más o menos ese lapicero, hubiera conseguido diferentes tonalidades del gris de la mina del lapicero. El dibujo en conjunto se queda hermoso, porque él es un artista, y el que lo está observando, no tiene duda, de que es una manzana en la rama de un árbol, o la sombra que proyecta ese árbol en el suelo, así de esa forma se podría explicar cómo veía yo todo lo que tenía en mi entorno, pero ¿dónde estaría el que me hablaba?, ¿que sería?, ¿cómo podría distinguirle?, y de pronto pensé: ―¿Dónde estás? ―¡Aquí! Lo escuché tan cerca, que me hizo mirar a mi lado y del movimiento brusco que hice, me fui para atrás, lo que acababa de ver era algo inesperado, era como una especie de gran gusano, allí justo casi, casi rozándome, con unos grandes ojos grises que me miraban. ―¿Eres tú? ―pensé cuando me repuse un poco, aun asustado por aquella inesperada visión. ―Sí, soy el que te he traído a ver mi mundo, ¡quería que nos conocieras! ―¿Hay más? ―volví a preguntarle, aun sin poder dejar de mirarle. ―¡Somos millones!, bueno, en términos que puedas entender. ―¿Y dónde están?, ¡no veo a nadie! ―Aun no estás preparado, ¡ten paciencia!, poco a poco iras descubriendo todo. ¿Descubrir qué? ―le pregunté. Bueno, claro pensándolo, cada vez notaba que me era más fácil, comunicarme con aquel ser, pensando lo que quería saber. Sí, ese debía de ser el camino, y también notaba, cómo cada vez sus respuestas las escuchaba más nítidas, como si el impedimento que hubiera tenido antes, se fuera quitando, ya no me extrañaba tanto, el que ese, no sé cómo decirlo, gusano, me estuviera hablando. ―¡Pues a nosotros, nuestra forma de vida! ―¡Pero ¿no sois personas? ―le dije no sé por qué. Él me miró y en esa mirada noté algo distinto y después le escuché preguntarme. ―¿Qué es ser persona? ―¡Yo, yo soy una persona! ―le contesté muy convencido, en ese momento me consideraba superior. ―¿Y qué te diferencia a ti de mí? ―escuché que me volvía a preguntar. Me quedé mirándole un momento, ¿cómo podía ser que no lo notara?, ¡si era evidente! ―¿Cómo que qué me diferencia?, ¡tú eres un animal y yo una persona! ―le dije con esa seguridad que da el querer ser convincente. ―¿Animal?, ¿persona?, ¿qué es todo eso? Me quedé un poco pensativo, ¿cómo le podía yo explicar a este bicho, que de ser iguales nada de nada?, pero me dije, “mejor que él me de las explicaciones de las cosas, que complicarme yo la vida con contarle nada, ¡seguro que no lo entendería!”, como ya llevaba un poco, no sé si allí el tiempo se mide lo mismo, pero me debió de ver muy callado y me preguntó: ―¿Acaso no ves nuestra similitud? ―¿Qué?, pero ¿de qué me estás hablando? ―Esta vez sin darme cuenta, se lo había dicho con palabras. ―¡Piensa! ―¿Cómo vamos a ser iguales? ―le pregunté con un pensamiento que me costó emitir y no volver a decírselo con la boca. ―¡Iguales, no idénticos! ―fue la sorprendente respuesta, que escuché en esos momentos. Pero ¿qué decía este bicho?, ¡no me lo podía creer!, ¿estaba escuchando bien, o lo habría interpretado mal?, traté de tranquilizarme, porque noté que me había alterado un poco esa afirmación que acababa de oír. Le miré, él sin inmutarse me devolvió la mirada entonces pensé, ya más calmado. ―¿Has dicho que somos idénticos?, ¿cómo va a ser así?, ¿me lo puedes explicar?, porque no he acabado de comprenderlo. ―Mira, todos estamos formados de energía, y la energía es la misma para unos que para otros, lo que sucede es que luego, según vivamos en un medio o en otro, nos tenemos que proteger, y en esa protección es donde reside nuestra diferencia. Todo lo estaba escuchando en la frente, como si alguien estuviera hablando dentro de mi cabeza, y sí que lo oía muy bien, pero necesitaba pedirle que se callara, que me dejara asimilar todo lo que hasta ese momento me había dicho. Claro, como eso lo pensé, enseguida escuché su respuesta. ―¡Está bien!, ¡tómate tú tiempo, es natural!, y si tienes alguna duda no te la quedes, pregúntamela, ¡es mejor que todo te quede bien clarito! Yo no salía de mi asombro, ¿cómo podía enterarse de mis pensamientos?, ¡esto era demasiado!, me moví como queriendo despertar de ese sueño, pero de nuevo él lo sintió. ―No es un sueño que estas teniendo, date tiempo para asimilarlo, y lo verás con claridad, comprenderás que todo es una realidad vivida, no una ficción. ―¿Qué me estaba pasando?, ¡no quería seguir allí!, ¡me sentía mal!, ¿cómo un gusano me iba a decir lo que tenía o no tenía que hacer?, además si era mi sueño, ¿quién le mandaba a él impedirme cortarlo? ¡Esto se me estaba escapando de las manos!, y de pronto recordé la de veces que había escuchado a esas personas, que me habían contado que habían sido abducidas, cómo les estudiaban, les manipulaban, les hacían operaciones y ellos no podían hacer nada para evitarlo, eran como espectadores de unos hechos que sucedían a su alrededor, pero que no podían evitar, aunque se lo propusieran. ¿Acaso yo había sido abducido y no me había enterado?, ¿acaso este animal tenía razón y no era un sueño que estaba teniendo producto de una mala digestión?, todo en estos momentos me era muy confuso, necesitaba poder despertarme, dar un paseo por la habitación para despejarme y ver que todo a mi alrededor estaba bien. Debía de haber cerrado los ojos, para pensar todo eso, porque cuando los abrí me encontré rodeado de aquellos bichos, gusanos de ojos grandes, había yo que sé, muchos, ¡no sabría decir cuántos!, los había por todas partes, estaba como en una gran cueva, no se veía paisaje, ni árboles, pero todo seguía siendo gris, era como si el techo fuera medio trasparente, y por él entrara la luz. ―¿Qué pasa?, ¿dónde estoy? ―dije sorprendido al ver todo aquello, pero debía de haberlo dicho hablando, porque enseguida escuché dentro de mí. ―¡No, solo piensa! Volví a hacer la misma pregunta, pero esta vez pensando solamente, como se me había pedido y escuché algo, pero me di cuenta, que parecía otro tono de voz, ¡si se pudiera decir así!
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR