―¡Queríamos que nos conocieras!
Esta vez la voz era de alguien más joven, ¡no sé cómo lo podría explicar!, era como si la que había escuchado hasta ahora, fuera la voz de un anciano, y ahora escuchara la de un joven. Miré a mí alrededor y de pronto vi como uno de aquellos bichos, gusanos, no sé, seres, se movía a mi lado y pensé,
―¿Has sido tú? ―había hecho la pregunta instintivamente, creí que ese movimiento podía ser que así quería que yo le identificara, como el que me había hablado.
―¡Si! ―fue su respuesta inmediata, la que escuché allí dentro de mi cabeza, mientras yo le miraba como seguía moviéndose.
―¿Qué queréis de mí? ―le pregunté, me estaba entrando miedo y se me debió de notar porque me respondió.
―¡Lo primero de todo, tranquilízate!, me han pedido que te enseñe todo.
―¿Qué?, ¿quién te lo ha pedido?, y ¿con qué permiso sin contar conmigo?, y ¿qué es ese todo que me vas a enseñar?
―Si me haces las preguntas más despacio, te podré ir respondiendo.
―¡Despacio!, ¿qué despacio?, con lo difícil que me es hacerlas sin palabras, ¿cómo ahora me pides que te las haga despacio?
―¡No, no es más bajo, si no más lento! ―le escuché que me respondía.
Me quedé un poco en silencio, tenía que pensar, pero no quería hacerlo, sabía que dé esa forma se enteraban, así que decidí seguir preguntando, así me enteraría de algo de lo que estaba pasando.
―¿Quién te ha pedido que me hables?
―¡Ha sido una decisión del grupo, me han designado para hacerlo!
―¿Por qué? ―volví a interrogarle, quería saber más de aquello que estaba pasándome y que por más que trataba de entender me era imposible.
―¡Eso no me lo he cuestionado!, luego, ¡no lo sé!
―Entonces, ¡obedeces!, ¿así sin más?
―¡No, no es obediencia!
―¡Pues no te entiendo!, ¿cómo lo hacen?, ¿te lo piden y ya está?
―¡Claro!, se supone que eso es lo mejor para todos, ¿es que en la Tierra no lo hacéis así?
Me entraron unas enormes ganas de reír cuando lo escuché, pero creí que no era el momento de hacerlo, además en esos instantes le oí que me preguntaba,
―¿Por qué querrías reír?
―¿No hay forma de que yo piense y tú no te enteres? ―le pregunté un poco molesto, y traté de quedarme en silencio, de contenerme, para que no me leyera el pensamiento, pero me fue imposible.
―¡No, esto funciona así!, las emisiones del pensamiento son como voces que das y todo el que está a tú alrededor te escucha.
―Entonces, ¿no es posible que haya privacidad?
―¿Qué es privacidad?
―Pues que yo piense lo que quiera, por ejemplo, que sois muchos.
―¡No, no hay privacidad!, no se la necesita para nada, todos sabemos todo de todos, y así, ¡la vida es más fácil!
―¿Qué dices?, ¿a qué te refieres? ―le pregunté sorprendido, la verdad es que cada vez que me contestaba a algo, mi sorpresa iba en aumento.
―¡No hay que esperar a que nadie te diga nada, ya lo sabes!, ¿no te parece bueno?
―¡Bueno!, pero ¿qué dices?, entonces, ¿todos sabéis, en todo momento, lo que uno de vosotros quiere hacer?
―¡De esa forma es la vida mejor!
―¿No hay ninguno, que pueda hacer nada, que moleste a los demás?
―Todos trabajamos por el bien del conjunto, esa es la finalidad, que todos se puedan beneficiar.
Me quedé un rato allí mirándole, y parece ser que esta vez sí que logré no pensar en nada, porque sentí que me decía
―¿Estas bien?, ¿por qué no sigues pensando?, ¿es que no estás de acuerdo con lo que te he comunicado?
―¡No! ―le contesté―. Simplemente necesitaba tiempo para pensar y asimilar lo que me estas contando.
―¿Para pensar?, entonces, ¿por qué no lo he escuchado?
―Bueno, ¡mejor diría para reflexionar!, es que eso también lo llamamos pensar.
―¿Y qué tienes que reflexionar?, que no pueda yo saber
―¿Qué crees, que te voy a decir todo?
―¿Qué es decir todo?
―Pues confiarte mis más íntimos pensamientos.
―¿Y por qué no?, yo estoy dispuesto a compartir contigo todos mis conocimientos.
―¿Todos?, ¡eso no puede ser!
―¿Por qué?, ¿acaso no los quieres conocer?
―¿De qué me servirían a mí, saber tus conocimientos?
―Yo creía que tú habías venido hasta nosotros, para saber cosas nuestras.
―¡Sí, eso sí!, pero todo, ¡no creo que pueda ser!, ¿acaso me vas a confiar, de qué está hecho vuestro hábitat?
―¿Qué es hábitat?, ¡no conozco esa palabra!
―¡Este lugar, el sitio donde vivís!
―¿Y qué quieres saber de él?
―Pues eso, ¿de qué está hecho?, porque cuando lo he pisado, me he quedado pegado y no me podía mover, ¡me era imposible soltarme de allí!
―Bueno, eso es porque tú tienes esa parte tuya tan chica que no ha hecho suficiente contacto.
―¿De qué me hablas?, ¿qué parte chica?
―Nosotros vamos por encima y nunca nos pasa nada, la superficie es suave, ¿se dice así?
―Sí, suave, sí que es lo reconozco, pero yo no me puedo posar en ella.
―¿Quieres hacer una prueba?
―¡Prueba!, ¿de qué? ―le miré, no comprendía lo que me quería decir, ¿qué se le había ocurrido a este… que yo probara?
―¿Confías en mí?
―¡No! ―le respondí rápidamente, ni siquiera me tomé un solo instante para pensarlo, ¿cómo que confiar es eso?, ¡no, rotundamente no!
―¡Ya lo sé!, pero si te digo que no te va a pasar nada, ¡créetelo, que nada te va a ocurrir!
―¿Y qué quieres que haga?
―¡Tumbarte!
―¿Tumbarme?, pero ¿qué dices?, ¿acaso crees que estoy mal de la cabeza, para hacer una cosa así?
―¡Confía, es para que compruebes por ti mismo una cosa!
―¡Quiero tumbarme! ―no muy convencido, pero curioso lo pensé y vi como en ese mismo instante mi cuerpo se ponía horizontal. Todo eso me parecía muy raro, pero decidí seguir sus instrucciones, de todas formas, si en algún momento no quería seguir, con pensarlo sabía que eso se cortaba.
―¡Y ahora!, ¿qué quieres que haga?, ¡ya estoy tumbado! ―pensé mirándole.
―¡Ahora, baja hasta posarte en la superficie!
―No, ¡de eso nada!, que me voy a quedar pegado, como antes, ¿qué crees, que soy tonto?
―¡Confía!, ¿acaso si te fuera a pasar algo te lo pediría?
―¡Quiero llegar hasta allí, pero no pegarme! ―pensé, pero con mucho miedo, y despacito noté cómo mi cuerpo poco a poco se fue acercando a esa superficie y al llegar, vi cómo me deslizaba sobre ella, era suave, y era fácil, pero fui a hacer algo, y enseguida escuché
―¡No!
―¿No, por qué? ―pregunté rápidamente
―¡Si lo tocas te quedaras pegado como antes!
Entonces me di cuenta, que había pensado tocarlo con un dedo, y que ese rotundo no que había escuchado, hizo que no llegara a terminar el movimiento, que subiera deprisa el dedo que tenía ya casi tocando ese suelo, que ahora parecía tan suave.
―¿Por qué me has dicho que no? ―le pregunté extrañado, la superficie que tenía tan cerca me parecía tan inofensiva, que por un momento había olvidado el incidente de antes.
―Si te hubieras pegado, habrías perdido la confianza, que estas empezando a tenerme y no quería eso.
―¿Para qué necesitas tú, que yo confié en ti? ―pensé en ese momento.
―¡Si no confías, no podrás asimilar todo lo que te voy a comunicar!
―¡Ya me has dicho en otra ocasión que me vas a comunicar!, pero ¿comunicar qué?
―No es casualidad que hayas venido hasta aquí, ¿cuánto tiempo lleváis los hombres haciéndose la pregunta, de que si estáis solos?, ¿cómo habríais de estarlo con lo grande que es el Universo?, ¡eso sería imposible!, solo sois un pequeño punto insignificante, era como decís vosotros, “lógico”, que hubiera vida en otros sitios. Sí tú vas a transmitir esa respuesta, tienes que llevar las suficientes aclaraciones, porque no podrás venir en otra ocasión a preguntar.
―Entonces, todo lo que se me antoje, ¿te lo puedo preguntar para que me lo aclares?
―Sí, pero además yo te contaré cosas que a ti ni se te ocurrirán.
―¿Y eso cómo va a ser?
―Pues muy sencillo, porque cuando uno no conoce una cosa, poco puede preguntar sobre ella.
―¡Tienes razón, sería imposible! ―le contesté después de meditar un momento lo que me acababa de decir.
Deslizándonos los dos por aquella suave superficie, como si de dos viejos amigos se tratara, fuimos un rato, avanzando entre aquellos “gusanos”, no sabría decir cuántos había, cuando íbamos llegando a donde estaban parados, se retiraban para dejarnos paso, y fueron muchos, muchísimos, los que atravesamos, era como si todos se hubieran ido acercando para verme. Sí, debía de ser curioso, que a su hábitat hubiera llegado algo tan raro como yo, ¿qué les parecería a esos seres, alguien tan distinto a ellos?, y que ahora veían pasar por allí, tan cerca.
―¿Dónde vamos? ―pregunté con el pensamiento en ese momento, ya estaba un poco cansado de sentirme observado por aquella multitud.
―¡Paciencia, ya lo verás! ―sentí que ese ser, que iba conmigo, me respondía.
―¿Alguna vez habéis estado en la Tierra? ―No sé, fue una pregunta que se me ocurrió de pronto.
―¡Sí!
Me paré en seco, su respuesta me extrañó tanto, ¿cómo podía haber confirmado una cosa así?, pero no lo acababa de creer y le volví a hacer de nuevo la pregunta, pensando que quizás no la habría entendido bien:
―¿Habéis salido de aquí, de vuestro hábitat…?
―¿Cómo podríamos haber llegado hasta la Tierra, si no hubiera sido así? ―fue la respuesta que me dio, sin terminar de dejarme hacerle la que yo quería.
―¿A la Tierra?, ¿eso has dicho?, ¡no es posible! ―Me quedé muy confundido, lo que estaba escuchando no podía ser verdad, pero él quizás sintiendo toda esa confusión interna me dijo, y esta vez le noté como si me hablara de una forma más amigable, como escuchas a un amigo cuando te ha sucedido algo y él trata te consolarte.
―Sois el resultado de nuestros trabajos, pero parece que lo hicimos bien, ¡ahí estáis!
¡No, no podía ser que eso que ahora me decía, fuera verdad!, me negaba a asumir que este bicho, hubiera podido salir de aquí y visitar nuestro planeta, pero claro, como me era imposible pensar cosas, sin que él se enterara, pues escuché su respuesta.
―En un tiempo pasado, para nosotros era fácil movernos por el Universo.
―¿Pasado?, pero ¿de qué tiempo estamos hablando?
―De mucho, mucho tiempo del vuestro, ya que nosotros no lo medimos del mismo modo.
―Pero si me dices que estuvisteis en la Tierra, me puedes decir, ¿para qué fuisteis?
―Necesitábamos algo que allí tenéis.
―¿Algo nuestro?, ¡eso es imposible!, ¿qué podríais necesitar de nosotros?, ¿no dices que estáis tan adelantados, que podéis ir donde queráis?
―Sí, adelantados con respecto a vosotros, pero también tenemos nuestras necesidades.
―¿Y cuáles son esas necesidades?, si se puede saber ―le pregunté sin poder ocultar mi enfado, por lo absurdo que me parecía todo lo que estaba escuchándole.
―Los recursos se nos estaban acabando y tuvimos que ingeniárnoslas para traerlos de otros lugares, nos pasamos mucho tiempo buscando por todo el Sistema Solar, y por fin lo encontramos en aquella piedra lejana, la que llamáis Tierra, claro que no era como ahora la conocéis, primero tuvimos que adecuarla a nuestras necesidades.
―Pero ¿qué me estas contando?, ¿crees que soy tonto y me voy a tragar todas esas patrañas?
―¿Qué es patraña? ―sentí que me preguntaba.
―¡Déjalo, cosas mías! ―le respondí aireado, no quería seguir con aquello, cada vez que le escuchaba me daba la impresión que se metía más en mi mente, y no estaba dispuesto a que siguiera sucediendo.
―Pero ¿por qué te alteras?, ¿acaso no quieres conocer vuestros orígenes, sobre cómo empezasteis?
―Empezamos, ¿a qué?, es que solo estoy escuchando un montón de disparates, ¿cómo vosotros, unos bichos, me vas a decir que habéis viajado por las estrellas? –la paciencia se me estaba agotando, porque cada vez me parecía más absurdo todo eso.
―¡Pero si es fácil!, ¿por qué no lo habríamos de hacer?”