Andreina
El jardín conmemorativo dentro del Parque Pilgrim Town era, sin duda, mi lugar favorito en el pueblo. No era más que un círculo, de tres metros de diámetro, con plantas y flores creciendo en filas de rojo, azul, morado y verde, una tras otra hasta formar un efecto visual impresionante que encontraba relajante.
Calmante.
Era el lugar al que acudía cuando necesitaba un sitio tranquilo para pensar, para despejar mi mente sin las interrupciones del resto del mundo. Hoy, sin embargo, solo estaba aquí por la paz y la tranquilidad. No había nada en qué pensar, ninguna niebla ocupando mi cerebro y ningún problema que necesitara resolver sola. Tenía un corazón que sanaba, un ego un poco golpeado y dos negocios que prosperaban.
No tenía nada de qué quejarme. Nada de qué entristecerme.
