Rhys
—¿En qué estabas pensando, hombre? —Peter se sentó a mi lado, sacudiendo la cabeza con una sonrisa divertida en el rostro.
Me senté en un lugar que me daba una vista perfecta de Andreina Castillo y su hermoso y sexy ceño fruncido. Era lo único en lo que podía pensar mientras la observaba. Estaba furiosa como el infierno, incluso más de lo que había imaginado, y aun así, no me arrepentía de nada. La mujer era puro oro cuando estaba así de alterada. No pude evitar sonreír.
—La verdad es que no estaba pensando —dije—. Pero no creí que se pusiera tan histérica por esto.
Otra razón más para no tener una relación. Las mujeres eran impredecibles, propensas a gritar o llorar por cualquier tontería. ¿Quién necesitaba ese tipo de drama en su vida ya de por sí sencilla?
Los ojos castaños de Peter se abrieron como platos—. ¿Histérica? Llamaste fraude a toda su industria y luego acusaste a su empresa, por nombre, de estafa. ¿De verdad pensaste que te enviaría una canasta de galletas sin cianuro? —Sacudió la cabeza, genuinamente sorprendido—. Eso es frío, hombre. Incluso para ti.
Parpadeé, sorprendido por sus palabras y el efecto que tuvieron en mí—. ¿Incluso para mí? —Tenía mis defectos, pero no solía hacerle daño a nadie a propósito. Al menos, eso creía.
—Claro —asintió y se recostó en su asiento, desviando la mirada hacia Abigail de vez en cuando. No de manera obvia, pero si sabías dónde mirar, podías notarlo cada vez—. Haces todo tipo de cosas para sacar de quicio a Andreina. Antes pensábamos que era porque te gustaba, de la manera inocente de tercer grado. Quiero decir, es hermosa, curvilínea y sumamente decidida. Claro que te gusta. Pero lo que hiciste hoy… eso deja todo muy claro. Para todos.
—Claro —dije—. Bueno, nada de esto me queda claro a mí.
Peter rió y señaló la mesa que Andreina ocupaba con su grupo de cuatro—. Los chicos se mantenían a distancia porque pensaban que estabas… reclamando tu territorio. Ahora que ese podcast deja claro que no es así, es temporada abierta.
Temporada abierta. Sobre Andreina. Levanté la vista y, efectivamente, estaba coqueteando con Billy, el bombero—. Pensé que venía de una familia de policías. ¿No es su primo un sheriff en Tulip?
Peter arqueó una ceja—. ¿Cómo voy a saberlo?
Buen punto. Me encogí de hombros—. Pensé que todos lo sabían, especialmente tú, considerando que la familia de Abigail prácticamente es dueña del pueblo.
—Ella no es cercana a su familia, excepto a su primo Preston. Aparentemente, él es normal.
—¿Puede la gente tan rica ser realmente normal? —Todavía no conocía a nadie con algo de dinero que no fuera raro como él solo.
—Abigail es normal.
—Más o menos. Dar la espalda a ese tipo de dinero no es exactamente normal.
Peter se encogió de hombros otra vez—. Para mí, ella es normal.
—Normal no es la palabra que buscas —murmuré entre dientes, y desvié otra mirada hacia Andreina, ahora rodeada de unos seis bomberos.
—¿Qué dijiste?
—Nada —dije justo cuando Tonya se acercó con una bandeja que ninguno de los dos había pedido—. No pedimos nada.
—Claro que no, tontitos. Esto es de Andreina. s*x on the Beach —dijo con su marcado acento tejano—. Sobrevalorado, desordenado, termina demasiado pronto y necesitas mucho alcohol para llegar al final. Tal como una noche contigo, dijo —Tras entregar el mensaje de Andreina, Tonya lanzó una sonrisa coqueta y se alejó, moviendo las caderas para que supiera que no había resentimientos.
Peter rió a carcajadas—. Maldita sea, es una dinamita.
—Parece que tú eres el que la gusta.
—Claro que me gusta Andreina. ¿Qué no me va a gustar?
Exacto—. —Entonces, ¿por qué no estás allá?
Peter me miró fijamente—. Porque sé que eres un idiota, y cuando recapacites, no seré yo quien te haya robado la chica —Para demostrar su punto, Peter tomó uno de los shots y se dirigió hacia la mesa donde estaban las mujeres, levantando el vaso en el aire—. ¡Salud, damas!
—¡Salud! —gritaron al unísono, sonriendo a Peter y lanzándome una mirada fulminante a mí. Incluso Jenna.
—Maldita sea, está realmente enojada —dijo Peter al ver el ceño lleno de odio que Andreina me lanzó.
—No será para siempre —Abigail dijo, sorprendiéndome totalmente. Peter, por supuesto, sabía que ella estaba cerca porque tenía un tipo de radar extraño para detectarla—. No es que no merecieras que durara para siempre.
Miré a Abigail Thornton, quien nunca tenía una mala palabra para nadie, y la encontré mirándome con traición ardiendo en sus ojos marrón claro—. Dije que estaba preocupada. Simplemente, no sé, salió así.
Sus hombros cayeron en decepción y sentí que había fallado alguna prueba importante—. Bien, supongo que esa es mi respuesta. Disfruten la noche, muchachos. Nos vemos en la mañana, Peter —Su mano permaneció en su hombro y Peter se quedó congelado, relajándose solo cuando sus dedos dejaron de tocarlo.
—Incluso enfadaste a Abigail —acusó Peter—. Y eso es prácticamente imposible.
Tenía razón. Abigail era famosa por ser amable y perdonadora, incluso con los peores chismes que Pilgrim tenía para ofrecer—. ¡Al diablo esto! —No había forma de que me quedara sentado mientras las mujeres del pueblo me trataban como a un leproso. Me levanté y me dirigí a la mesa de Andreina. Si iba a caer, sería en un espectacular estallido de gloria. Me acerqué con determinación, Peter a mi lado —al menos por el momento— y me detuve en su mesa—. Disculpen.
Me puse justo al lado de la silla de Andreina y observé asombrado mientras continuaba ignorándome.
—Te cambio la salsa de vino tinto por tu marinara picante —dijo a Abigail, quien tardó un momento en decidir, se encogió de hombros y aceptó el intercambio—. Gracias —mordió el palito de mozzarella frito y lo sumergió en la salsa roja con trozos—. Perfecto.
—Disculpa —dije de nuevo, esta vez un poco más fuerte para cubrir el tono áspero de deseo en mi voz.
Andreina giró lentamente hacia mí con una mirada enfadada, por si acaso pensaba que había olvidado su enojo en los últimos treinta minutos—. ¿Qué quieres?
—No pensé que te enojarías tanto —era la peor cosa que podía decir para empezar, pero de cerca, esos ojos grises cortocircuitaban mi cerebro.
Andreina inhaló indignada y sus fosas nasales se ensancharon—. Vete, Rhys. Por favor.
La observé un minuto, esperando la sonrisa juguetona con un toque de malicia o la diversión que siempre existía entre nosotros, pero no estaba, esta vez no. Solo había enojo, enojo real. Totalmente justificado, parecía—. Lo siento.
Ella rió, y el sonido era amargo y hueco—. No lo estás, y no necesitas estarlo. Siempre pensé que eras cínico y superficial, pero ahora veo que es más que eso. Lo que significa que puedo dejar de esperar más de ti.
Ay. Dejé de lado lo de superficial y cínico y crucé los brazos, mostrando una sonrisa arrogante—. ¿Sí? Dime, por favor. Ilumíname.
Andreina se puso de pie, sus ojos grises me atravesaban mientras apoyaba ambas manos en sus caderas, labios en línea recta—. Una cosa es odiar las relaciones, muchos chicos lo hacen o al menos fingen que lo hacen —algunas de las mujeres asintieron, provocando mi mirada fulminante—. Pero trabajar activamente para convencer a otros de mantenerse alejados del amor y el compromiso… bueno, eso es alguien que ha sido herido. Muy herido. Tan herido que decidiste que nunca volverías a amar, nunca dejarías que alguien se acercara lo suficiente para lastimarte. Satisfacción brillaba en sus ojos al dar en el blanco con precisión—. En lugar de simplemente seguir el camino que trazaste para ti mismo, decidiste arrastrar a toda la humanidad contigo. Todos deben ser tan miserables como tú, y yo soy la perra malvada que se interpone… no, soy la estafadora tratando de robar su dinero con engaños. Eso dijiste, ¿no?
Asentí.
Andreina asintió y luego sacudió la cabeza—. Así que, por favor, no me digas que lo sientes cuando nombraste mi negocio y nos llamaste un fraude a propósito. Adiós al espíritu comunitario de Pilgrim, ¿verdad? —Con asco, sacudió la cabeza y se alejó.
Me quedé paralizado, tambaleando por sus palabras. Por su evaluación de mí. ¿Así me veía ella? ¿Así me veía la gente de Pilgrim? Miré a los que me observaban acusadores y juzgando, sabiendo que había perdido esta batalla y tenía que arreglarlo—. ¿Qué puedo hacer?
Andreina se detuvo en seco y se tomó su tiempo para volverse hacia mí. Cuando lo hizo, su mirada era neutral mientras me evaluaba, decidiendo si era sincero o no. Decisión tomada, asintió—. Inscríbete en Time For Love por treinta días. Dale una oportunidad real y honesta, y si no encuentras el amor, puedes seguir tu camino feliz y sin amor.
—¿Y si lo encuentro?
Sonrió—. Cuando encuentres el amor, lo único que quiero es que escribas un artículo para Your Best Bachelor, dando a tus lectores consejos sobre cómo enamorar a una mujer.
Me burlé de la apuesta. De los términos. De la seguridad de Andreina—. ¿Eso es todo?
Andreina asintió—. Más que suficiente, estoy segura.
—Si estás tan segura, entonces no te importará subir un poco la apuesta.
—En absoluto.
Perfecto—. —Quiero que seas mi concierge personal o lo que sea, que me guíes en el proceso de emparejamiento. Personalmente. Para asegurarme de que estoy haciendo un intento de verdad —le dije antes de que pudiera objetar.
—Está bien.
—Y cuando no encuentre el amor, escribirás un artículo contando a tus lectores y a los míos los beneficios de estar soltero.
—Hecho —dijo con facilidad, tan fácil que empecé a preocuparme—. Nos vemos el lunes por la tarde. A la una en punto. —Luego, con una sonrisa satisfecha, como si eso fuera lo que había querido todo el tiempo, Andreina se alejó.
Victoriosa.