Capítulo 5

2552 Palabras
Andreina Cuando desperté el primer día de mi estúpida apuesta con Rhys, ya estaba harta de la idea y buscando una excusa para posponer lo inevitable. Pero no podía: la noticia se había extendido por el pueblo como un incendio y estaba causando revuelo en las r************* . La Casamentera contra el Soltero. Para cuando terminé de revisar mi correo, comunicados de prensa y las publicaciones en r************* de primera hora, ya era casi la hora del almuerzo. También conocida como mis últimos momentos de paz durante los próximos treinta días. —Maldita sea. —Toc, toc —Abigail estaba en la puerta, impecable y bonita con un vestido gris claro y un cárdigan rosa. —¿Lista para el gran día? Gemí y me recosté en mi asiento. —Tú también no, Abigail. Contaba contigo para mantener el entusiasmo por esto al mínimo. —Si la profesional y a menudo seria Abigail estaba emocionada, entonces no había forma de echarse atrás. No es que lo planeara. Pero lo estaba considerando. —No es exactamente entusiasmo, solo expectativa por algo nuevo. Está bien —dijo, poniendo los ojos en blanco. —Tal vez hay un poco de entusiasmo. Quiero decir, esto será enorme para la agencia; la exposición solo por el sitio web y el podcast de Rhys debería ayudar. Mucho. Todo eso era cierto, y eran exactamente las razones por las que solo estaba pensando en retractarme de la apuesta. Bueno, eso y el incentivo de superar a Rhys Blake. Pero había algo en la voz de Abigail que me hizo detenerme. —¿Qué más no me estás diciendo? Ella suspiró, miró a ambos lados para asegurarse de que no había oídos indiscretos y entró en la oficina. —Dada nuestra línea de trabajo, sería negligente si no mencionara las chispas que saltaron entre tú y Rhys en The Mayflower. ¿Chispas? —Chispas. —La palabra me supo a ácido en la lengua y supe que estaba equivocada. —Esas chispas que crees ver son de nosotros chocando de la peor manera. —Andreina —suspiró y tomó asiento frente a mi escritorio, con una mirada conciliadora. —Ustedes tienen química. Mucha. No estoy haciendo de casamentera, solo es algo en lo que quiero que pienses. —Luego, para asegurarse de que lo pensara, se levantó y caminó hacia la puerta. —Buena suerte hoy. —Y con eso, Abigail se fue, dejando sus palabras resonando en mi mente en un bucle interminable. Sola, pasé unos quince minutos practicando técnicas de relajación porque sabía, sin duda alguna, que necesitaría recurrir a cada una de ellas para evitar cometer algún daño físico contra el apuesto soltero. Mientras el tiempo avanzaba, otra idea se me ocurrió. Rhys era un soltero atractivo. Y no solo eso, era encantador, inteligente y exitoso: un imán para mujeres exitosas que buscaban al hombre adecuado. Todo este calvario podría tomar mucho menos de treinta días, incluso considerando los intentos esperados de sabotaje. A tres minutos de la hora acordada para la reunión, había logrado cierta calma y compostura. Usé los últimos minutos para alisarme el cabello n***o, recogido en lo que pretendía ser un moño elegante pero que hoy me hacía parecer tensa y profesional. Los pantalones de cuero n***o abrazaban todas mis curvas y la blusa verde de gasa ofrecía el look chic y profesional con un toque audaz que buscaba. Mis tacones negros me daban la confianza necesaria para enfrentarme a la estatura de más de un metro ochenta de Rhys, así que di un último vistazo a mi reflejo, satisfecha de verme como la profesional que era, y salí al vestíbulo para encontrarme con mi nuevo cliente. Rhys llegó tarde. —Por supuesto que llega tarde. —No había forma de que un tipo como él tomara esto en serio. Planeaba sabotear mis esfuerzos desde el principio, lo que significaba que yo tendría que ser más lista. Más astuta. Más sigilosa que Rhys. —Avísame si aparece, Kelly. Por favor. —Entendido, jefa. —Ella mostró una sonrisa brillante y volvió a teclear algo, probablemente un guion para una de las clases de citas prácticas de Millie. Era una de nuestras características más populares y una de las razones por las que ya operábamos con ganancias. Regresé a mi oficina para trabajar en otros puntos de mi lista de tareas, porque me negaba a dejar que Rhys descarrilara mi día con su comportamiento desconsiderado. El marketing era un trabajo interminable lleno de tareas constantes en un mundo que nunca dormía realmente, así que siempre había algo por hacer, ya fuera para Time For Love o para Castillo Marketing. Me perdí tanto en el trabajo que perdí la noción del tiempo hasta que Kelly apareció en la puerta. —Señora Castillo, el señor Blake ha llegado. Finalmente. —Hizo una mueca al decir esa última palabra y dio un paso atrás. —Lo siento. Me levanté y sonreí. —No, tienes toda la razón. —Kelly y yo caminamos juntas al área de recepción y encontramos a Rhys desparramado en el sofá rojo como si fuera el dueño del lugar. —Señor Blake, qué amable de su parte recordar nuestra cita. Los ojos azules de Rhys parpadearon. Dos veces. La sorpresa cruzó su rostro ante mis palabras. —¿Cómo podría olvidarlo? —Su sonrisa era encantadora, un detalle que archivé para cuando creara su perfil. Arqueé una ceja y crucé los brazos. —Parece que olvidó la hora, ya que aquí está, quince minutos tarde. —Siempre he creído que es mejor establecer las expectativas desde el principio. —Para que no haya confusiones de ahora en adelante, espero que llegue cuando dice que lo hará. Esto es un negocio y, contrario a su opinión negativa sobre mí, mi empresa y el trabajo que hacemos aquí, no es usted nuestro único cliente. Si no planea tomar esto en serio, dígalo ahora. Rhys no dijo nada y Kelly se apresuró a esconderse detrás del escritorio de media altura que Abigail y Millie habían insistido en tener. Me miró por un largo momento, con los labios estirándose lentamente en una sonrisa juguetona. —Estás algo sexy cuando te pones toda intensa. —Genial. Gracias por pasar, Rhys, que tengas una buena vida. —Ninguna apuesta valía la pena soportar a un tipo que no tomaba nada en serio. Nunca. —¡Espera! —El volumen, más que la palabra, detuvo mi impulso y me giré para enfrentarlo. —Lo siento, ¿está bien? Todo esto es nuevo para mí y tú eres tan seria… con todo. Ignoré el comentario y moví las manos de estar cruzadas sobre mi pecho a apoyadas en mis caderas. —Y tú no tomas nada en serio. Esto es un negocio, Rhys, lo reconozcas o no. —Miré mi reloj: treinta y cinco minutos por delante. —Si aún quieres hacer esto, tenemos poco más de media hora para avanzar con los primeros pasos. —Me quedé de pie, esperando a que tomara una decisión, manteniendo mi expresión neutra para que supiera que no me importaba lo que decidiera. —Está bien. —Rhys desdobló su cuerpo y se levantó, tomando un portavasos de cartón. —Traje café y azúcar para ayudarnos a pasar por esto. —Ahí estaba esa maldita sonrisa de nuevo, tan encantadora como podía ser. Para los fácilmente encantados. Que no era mi caso. —Ya tomé café, pero no diré que no si tienes un bear claw ahí. Su sonrisa solo creció mientras se acercaba. —Y un cronut, un pajarito me dijo que eran tus favoritos. —Segundos favoritos —corregí, solo para ser difícil. —Y gracias. Eso fue considerado de tu parte. —Tal vez no era completamente un caso perdido. —Soy un tipo considerado. —A veces —modifiqué y lo guie a mi oficina. —Toma asiento en la mesa, comenzaremos con Ascenderemos con el cuestionario, ya que es todo lo que tendremos tiempo de hacer hoy. —Ya me disculpé —suspiró, con un toque de molestia en su voz. —Eso no cambia el hecho de que tenemos mucho por hacer y poco tiempo para hacerlo. Lo siento si encuentras la verdad inconveniente. Siéntate. —Me detuve en mi escritorio para tomar dos carpetas antes de unirme a Rhys en la mesa. —Bien. Normalmente, las personas que vienen a nosotros quieren encontrar el amor, así que les preguntamos por qué creen que les ha resultado tan difícil encontrarlo. ¿Quieres intentar responder? Rhys se tomó su tiempo. Recostándose casualmente en su asiento, cruzó una pierna sobre la otra, el tobillo apoyado en la rodilla, solo para mostrar que estaba imperturbable. El look le sentaba bien, especialmente hoy con sus jeans claros y desgastados y la camisa azul y blanca que resaltaba su atractivo dorado. Rhys se encogió de hombros y se inclinó hacia adelante, con un tono desenfadado y arrogante. —Fácil. Porque no estoy buscando el amor. Una respuesta tan predecible, y peor aún, ni siquiera era original. Era la respuesta típica de los solteros reacios que, por circunstancias o finanzas, se veían obligados a casarse antes de lo que hubieran querido. —Y cuando o si alguna vez estés listo, encontrarás exactamente lo que quieres y necesitas en una pareja fácilmente. ¿Verdad? Rhys asintió, moviendo el mechón de cabello rubio que solo aumentaba su atractivo, pero su expresión era cautelosa. Como si estuviera entrando en una trampa. —Exacto. Eso era una tontería, pero solo el tiempo le enseñaría esa lección, no yo. —Muy bien, entonces. Continuemos con el cuestionario. —Lánzame tu mejor golpe. —Su sonrisa arrogante tenía cierto encanto, si eras nueva en el mundo de las citas y no podías detectar a un mujeriego a un kilómetro de distancia. Yo no lo era. Y sí podía. —¿Cuál es tu idea de una noche perfecta para el romance? —Cena y tal vez un espectáculo. Luego, mi casa o la de ella, para el postre. —Ahí estaba esa sonrisa arrogante otra vez, acorde con su respuesta poco seria. Lo anoté y continué. —Descríbete en tres palabras. —Tranquilo. Inteligente. Atractivo. Obvio. Obvio. Obvio. Pero era peor que eso; era obvio y aburrido. —¿Los rasgos más importantes que buscas en una pareja? —Fácil. Hermosa. Fácil de hablar. No demasiado obstinada. —Mostró una sonrisa y yo volví mi mirada al tablet, registrando sus respuestas con una expresión neutra. —Eso fue una broma, por si no lo notaste. Lo miré, fingiendo confusión. —Entonces, ¿quizá quieras cambiar esa respuesta por ‘que tenga un buen sentido del humor’? —Fue satisfactorio ver la mirada avergonzada en su rostro. —Claro, cámbialo. Hacer que Rhys respondiera preguntas como estas era el equivalente a intentar sacarle una muela con alicates y Advil. —¿Cómo describirías la relación de tus padres? —Conflictiva cuando estaban en la misma habitación. Pacífica después del divorcio. Ahora sí llegábamos a algo. —¿Cuántos años tenías cuando se divorciaron? —Diez —respondió con un encogimiento de hombros, y pude imaginar a ese niño de diez años, asustado y herido pero determinado a mostrarse fuerte. —Eso debió ser difícil. —Rhys no era el tipo de hombre cómodo con sus emociones o la simpatía, así que seguí adelante. —¿Qué rasgos consideras un factor decisivo en una futura pareja? —Una actitud negativa. Mente cerrada. Falta de sentido de aventura. —Sonaba como si quisiera salir con una supermodelo o una influencer de r************* en lugar de una mujer real, pero guardé esos pensamientos para mí. —Apuesto a que no puedes encontrarle un defecto a esas respuestas. —El punto no es encontrar defectos, es encontrar a una mujer u hombre con quien seas compatible. Estas preguntas ayudarán. Sus cejas rubias se fruncieron. —Solo para que quede claro, estoy buscando una mujer. Reí ante la preocupación que nadaba en sus ojos azules y me toqué la barbilla con un dedo. —Y yo que pensé que no estabas buscando nada en absoluto. —Oye, supongo que después de todo sí tienes sentido del humor. —Asombroso lo que descubres al hacer unas pocas preguntas. Tenlo en cuenta para tus citas futuras. —Rhys no me parecía el tipo de hombre que hacía muchas preguntas más allá de ¿viste el partido de anoche? o ¿tu casa o la mía? Tal vez, como mínimo, aprendería a ser un acompañante más atento. —Hago preguntas, solo que no cosas como ¿dónde te ves en cinco años? o ¿cuántos hijos quieres? —Había un toque de desafío en sus ojos, pero no mordí el anzuelo. —¿Qué tal preguntas como, cómo estuvo tu día? ¿A qué te dedicas? ¿Comida favorita? —Parpadeó, confundido, como si hubiera caído en otra trampa. —Hay algo entre una aventura de una noche y el para siempre, Rhys. Lo sabes, ¿verdad? —Claro que lo sé —espetó. Mis labios se abrieron, completamente lista para darle un vistazo al temperamento Castillo, pero la alarma de mi teléfono sonó. —Se acabó el tiempo. Parpadeó de nuevo. —¿El cuestionario está completo? —No. Llegaste tarde, así que tendrás que llenarlo y traerlo de vuelta. —Eso prolongaría el proceso, pero esperaba que también le enseñara una lección. Tal vez. Con suerte. —¿En serio? ¿Podría haberlo llenado y ya? —Sacudió la cabeza y se levantó. —Increíble. ¿Así es como obtienen el dinero de la gente, con visitas innecesarias a la oficina? —Esto no es un consultorio médico, Rhys, no pagas por visita. —Sentí mi sangre empezar a calentarse, pero me negué a desatar el temperamento Castillo en él el primer día. Tendría que esperar al menos hasta el día ocho. —Y normalmente, cuando las personas vienen, quieren estar aquí y hablamos, las conocemos, para tener una idea del mejor enfoque para ellos y con qué tipo de persona brillarán más. No es que nada de eso te importe. —No tenía sentido tomarlo tan personal cuando a él realmente no le importaba el resultado, así que respiré hondo y lo solté hasta que a mí tampoco me importó. —Solo llena el cuestionario y puedes enviarlo por correo electrónico para que podamos seguir con esto. —Andreina —comenzó, pero la alarma sonó de nuevo, interrumpiéndolo. —Programemos la próxima reunión para el miércoles. ¿Qué hora te viene bien? —¿Eso es todo? Asentí. —Hagamos las cuatro en punto. ¿Te funciona? —Eh, claro. Miércoles a las cuatro. Entendido. Rhys se quedó allí, luciendo inseguro probablemente por primera vez en su vida, observándome mientras recogía mis papeles y me dirigía a mi escritorio. Aunque era consciente —demasiado consciente— de su presencia, me negué a reconocerla. Había aprendido mi lección con hombres como él: el mal comportamiento no se premiaba. Nunca. —Supongo que nos veremos el miércoles, entonces. —Esperó un instante más, se encogió de hombros y, finalmente, se fue. Eso había salido tan bien como se podía esperar. Primer día superado. Quedan veintinueve más.
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