La carta de un cobarde> Aquella mañana, Nayla regresaba a la isla que nunca dejó de ser su hogar. Se le encogió el corazón bajarse del yate que la trajo de vuelta y ver que todo seguía igual, incluso aquel embarcadero en donde Alessandro y ella hicieron tantas travesuras. —¡¿Quieres ir más despacio “mon amour”?!—la llamó Louis a gritos buscando la manera de llegar vivo a la mansión, sin morir en mitad del camino. Nayla se dio la vuelta para ver a sus amigos, iban trotando sobre el camino de manera. El sonido de los tacones era casi insoportable. —Todavía no entiendo como han decidido venir con esos tacones de trece centímetros. —se quejó Nayla y Louis de detuvo en seco con la mano en la cintura. Asumió su imagen de diva y contestó. —Disculpa querida, la naca de Elettra es la q

