[capítulo 2]

4000 Palabras
Gianni permanecía parado en el balcón de su habitación, mirando hacia el jardín mientras se fumaba un cigarro. Era un poco más de medianoche y no podía dormir, mucho menos en esa habitación que le traía tantos recuerdos.Faltaba poco para su boda con Julia. Sonrió pensando en cuán diferentes eran las cosas; nunca imaginó que, diez años después, estaría en una posición donde la odiara, donde sintiera esos sentimientos tan contradictorios dentro de él que le dictaban que la quería tanto como la odiaba, y se odiaba a sí mismo por quererla. Sentía que se estaba traicionando a sí mismo por albergar en él tales sentimientos.Sabía que esa boda era un error, pero lo haría; no había vuelta atrás y no lo hacía solo por los negocios con Greco. Dio una calada más al cigarro y levantó su vista al cielo mientras soltaba lentamente el humo solo por la boca.Iba a llover en cualquier momento y eso le trajo recuerdos. Cerró los ojos al recordar esos gemidos que brotaban de sus labios entreabiertos mientras él se la cogía duro en su primera vez, tal y como ella había pedido. Recordaba su silueta desnuda encima de él y la forma en que su coño le apretaba.Era un maldito deleite perderse en ella. Tragó saliva al recordar cómo sus uñas rasguñaban su espalda ante cada fuerte embestida que le daba. Recordaba su aroma ligado al suyo cada vez que besaba su cuello.Pasó su mano libre por su rostro al recordar la suavidad de su piel y el sonido seco de sus cuerpos al chocar mientras aumentaban sus embestidas, la forma en que se estremeció debajo de él al correrse por primera vez.—Maldición —dijo, abriendo los ojos al sentir cómo su m*****o reaccionaba a ese maldito recuerdo tan vivido—. Esa maldita va a pagar por lo que hizo. —soltó y es que todos los buenos recuerdos que tenía con ella se borraban y lo hacían llenarse de ira solo al recordar lo que había hecho, y es que sentía que no podía perdonarla.Dio otra calada al cigarro y, antes de pisar la colilla, soltó el humo que había retenido unos segundos de más. Justo cuando iba a entrar a la habitación, escuchó el característico sonido de un auto entrar por las grandes puertas de la mansión Rossi, y antes de que el conductor bajara, Gianni ya sabía de quién se trataba: era su medio hermano y, en horas, también sería su cuñado, lo que le hizo sonreír. Era una situación extraña; se casaba con la media hermana de su medio hermano. Negó ante ese pensamiento.Dirigió su mirada a los ojos llameantes de súplica y enojo de Geovanni, quien le miraba de una forma que Gianni ya conocía. No tenía que ser adivino para saber a qué había visitado su residencia tan tarde y, al parecer, solo.—¿Acaso está demente? —pronunció Gianni antes de darse la vuelta para bajar al primer nivel a recibirlo.No pasó mucho tiempo cuando llegó al primer nivel, dándose cuenta de que Geovanni no estaba allí. Sonrió, sabiendo que no entraría a la casa, lo que alimentaba a cada segundo más su suposición sobre la razón que le hizo viajar a Florencia a esas horas.Salió al jardín, encontrándose con la mirada verdosa de Greco, que tanto le recordaba a su padre.—Demasiado tarde para venir de visita, ¿no crees? —le preguntó, no como reproche, más bien lo hizo divertido.—La situación lo amerita. —Gianni asintió, viendo cómo Geovanni le daba un cigarro que, aunque Gianni acababa de fumar, lo tomó entre sus dedos y lo encendió, llevándolo a sus labios y dando la primera calada, al igual que su hermano.Ambos se quedaron en silencio un par de minutos mientras fumaban su cigarro. Entonces, justo cuando Geovanni soltaba el humo, Gianni fue quien habló.—No vale la pena que vengas hasta aquí a intentar convencerme de desistir, Geovanni, porque no lo haré. —Lo dijo mirándole al rostro con tanta seguridad que Geovanni apretó la mandíbula.—Por favor —Gianni quedó pasmado por un segundo por la forma en que se lo pidió; le estaba suplicando que desistiera, a lo que Gianni negó—. —¡Maldición! —soltó Greco, desesperado. Será un calvario para ambos. ¿Por qué insistes en esto? ¿No crees que fue suficiente con lo que le hizo el desgraciado de Armilli por salvar a Angelina? —Gianni no respondió. Sigamos con nuestra vida y busquemos una forma de solucionar nuestros problemas, Gianni, no así, no de esta manera.Gianni apartó su vista de Geovanni y dio otra calada al cigarro mientras parecía estar pensando en las palabras de Geovanni.No había otra manera y, para ser sincero, no quería otra que no fuera poniendo el apellido Rossi en Julia. Dejaría las cosas claras por última vez.—Tengo entendido que no tienes otras hermanas aparte de Julia y Alina —no esperó que Greco respondiera y continuó, porque ya se sabía la respuesta; era obvia, no tenía otra hermana que no fuera Angelina, pero estaba de más mencionarlo cuando ambos lo sabían—. No me hubiese importado follarme a Alina; soy lo suficientemente descarado para hacerlo, pero está el hecho de que Alessandro se la folló. —Greco pareció haberse llevado un limón de lo más agrio a la boca debido al descaro que estaba teniendo Gianni. ¿Sería demasiado incómodo sentarnos en la misma mesa con mi cuñado y mi hermana? ¿Lo imaginas?—Maldición, Gianni, escúchame.—¡No! —interrumpió—. Tú vas a callarte y vas a escucharme a mí. No —dijo tajante—. No hay otra forma de resolver nuestro problema de confianza y cumplir la promesa a nuestro padre que no sea casándome con tu hermana, con Julia, para ser precisos. Hemos tenido esta misma conversación por siete meses, en los que tú debiste asimilar que esto pasaría. Cuando tu hermana dijo que sí, eligiendo por ti —soltó el cigarro y luego lo aplastó con su zapato para luego señalar a Greco con el dedo acusador—. Ve a descansar, porque mañana se celebra una boda, mi boda con tu hermana.Gianni se dio la vuelta con la intención de marcharse; no había nada más de qué hablar. Entonces lo escuchó. No tuvo que voltear para saber lo que Greco había hecho; la reacción de sus hombres al sacar sus armas y apuntar a Greco lo dijo todo. Y al voltear, el cañón del arma de Geovanni quedó justo a la altura del rostro de Gianni.¡Le estaba apuntando con un arma! Gianni sonrió.—Dispara —lo retó, acercándose más y pegando la frente al cañón mientras le miraba a los ojos.—Bajen sus armas —pidió Gianni a sus hombres, mientras estos se miraron entre ellos, pensando que Gianni había enloquecido, pero luego acataron la orden, y lo que escucharon después los dejó a todos helados. Si Greco dispara, no lo maten; será el nuevo heredero de la familia Rossi.—Maldito infeliz —pronunció Geovanni al darse cuenta de lo que hacía; le estaba dando la opción de disparar y ganar el puesto que, por las reglas, le tocaba, pero que por las mismas reglas perdía al no ser un hijo legítimo y no llevar el apellido Rossi, aunque sí llevara esa misma sangre recorriendo por sus venas.—¿Qué esperas? —Dispara y sé tú el primero en romper la promesa a nuestro padre. —Greco apretó los dientes tanto que sintió que en cualquier momento se romperían. Vamos, dispara, porque será la única manera en que no me case con tu hermana.Estaba poniendo las cartas sobre la mesa. Ahora le tocaba decidir a Geovanni si tomar esa jugosa oportunidad que Gianni le estaba dando.¿Rompería la promesa a su padre o sacrificaría a su hermana para cumplirla? Estaba entre la espada y la pared.Gianni permanecía parado en el balcón de su habitación, mirando hacia el jardín mientras se fumaba un cigarro. Era un poco más de medianoche y no podía dormir, mucho menos en esa habitación que le traía tantos recuerdos.Faltaba poco para su boda con Julia. Sonrió pensando en cuán diferentes eran las cosas; nunca imaginó que, diez años después, estaría en una posición donde la odiara, donde sintiera esos sentimientos tan contradictorios dentro de él que le dictaban que la quería tanto como la odiaba, y se odiaba a sí mismo por quererla. Sentía que se estaba traicionando a sí mismo por albergar en él tales sentimientos.Sabía que esa boda era un error, pero lo haría; no había vuelta atrás y no lo hacía solo por los negocios con Greco. Dio una calada más al cigarro y levantó su vista al cielo mientras soltaba lentamente el humo solo por la boca.Iba a llover en cualquier momento y eso le trajo recuerdos. Cerró los ojos al recordar esos gemidos que brotaban de sus labios entreabiertos mientras él se la cogía duro en su primera vez, tal y como ella había pedido. Recordaba su silueta desnuda encima de él y la forma en que su coño le apretaba.Era un maldito deleite perderse en ella. Tragó saliva al recordar cómo sus uñas rasguñaban su espalda ante cada fuerte embestida que le daba. Recordaba su aroma ligado al suyo cada vez que besaba su cuello.Pasó su mano libre por su rostro al recordar la suavidad de su piel y el sonido seco de sus cuerpos al chocar mientras aumentaban sus embestidas, la forma en que se estremeció debajo de él al correrse por primera vez.—Maldición —dijo, abriendo los ojos al sentir cómo su m*****o reaccionaba a ese maldito recuerdo tan vivido. Esa maldita va a pagar por lo que hizo. —soltó y es que todos los buenos recuerdos que tenía con ella se borraban y lo hacían llenarse de ira solo al recordar lo que había hecho, y es que sentía que no podía perdonarla.Dio otra calada al cigarro y, antes de pisar la colilla, soltó el humo que había retenido unos segundos de más. Justo cuando iba a entrar a la habitación, escuchó el característico sonido de un auto entrar por las grandes puertas de la mansión Rossi, y antes de que el conductor bajara, Gianni ya sabía de quién se trataba: era su medio hermano y, en horas, también sería su cuñado, lo que le hizo sonreír. Era una situación extraña; se casaba con la media hermana de su medio hermano. Negó ante ese pensamiento.Dirigió su mirada a los ojos llameantes de súplica y enojo de Geovanni, quien le miraba de una forma que Gianni ya conocía. No tenía que ser adivino para saber que había visitado su residencia tan tarde y, al parecer, solo.—¿Acaso está demente? —pronunció Gianni antes de darse la vuelta para bajar al primer nivel a recibirlo.No pasó mucho tiempo cuando llegó al primer nivel, dándose cuenta de que Geovanni no estaba allí. Sonrió, sabiendo que no entraría a la casa, lo que aliment habitaba a cada segundo más su suposición sobre la razón que le hizo viajar a Florencia a esas horas.Salió al jardín, encontrándose con la mirada verdosa de Greco, que tanto le recordaba a su padre.—Demasiado tarde para venir de visita, ¿no crees? —le preguntó, no como reproche, más bien lo hizo divertido.—La situación lo amerita. —Gianni asintió, viendo cómo Geovanni le daba un cigarro que, aunque Gianni acababa de fumar, lo tomó entre sus dedos y lo encendió, llevándolo a sus labios y dando la primera calada, al igual que su hermano.Ambos se quedaron en silencio un par de minutos mientras fumaban su cigarro. Entonces, justo cuando Geovanni soltaba el humo, Gianni fue quien habló.—No vale la pena que vengas hasta aquí a intentar convencerme de desistir, Geovanni, porque no lo haré. —Lo dijo mirándole al rostro con tanta seguridad que Geovanni apretó la mandíbula.—Por favor —Gianni quedó pasmado por un segundo por la forma en que se lo pidió; le estaba suplicando que desistiera, a lo que Gianni negó. ¡Maldición! —soltó Greco, desesperado. Será un calvario para ambos. ¿Por qué insistes en esto? ¿No crees que fue suficiente con lo que le hizo el desgraciado de Armilli por salvar a Angelina? —Gianni no respondió. Sigamos con nuestra vida y busquemos una forma de solucionar nuestros problemas, Gianni, no así, no de esta manera.Gianni apartó su vista de Geovanni y dio otra calada al cigarro mientras parecía estar pensando en las palabras de Geovanni.No había otra manera y, para ser sincero, no quería otra que no fuera poniendo el apellido Rossi en Julia. Dejaría las cosas claras por última vez.—Tengo entendido que no tienes otras hermanas aparte de Julia y Alina —no esperó que Greco respondiera y continuó, porque ya se sabía la respuesta; era obvia, no tenía otra hermana que no fuera Angelina, pero estaba de más mencionarlo cuando ambos lo sabían—. No me hubiese importado follarme a Alina; soy lo suficientemente descarado para hacerlo, pero está el hecho de que Alessandro se la folló —Greco pareció haberse llevado un limón de lo más agrio a la boca debido al descaro que estaba teniendo Gianni—. ¿Sería demasiado incómodo sentarnos en la misma mesa con mi cuñado y mi hermana? ¿Lo imaginas?—Maldición, Gianni, escúchame.—¡No! —interrumpió—. Tú vas a callarte y vas a escucharme a mí. No —dijo tajante—. No hay otra forma de resolver nuestro problema de confianza y cumplir la promesa a nuestro padre que no sea casándome con tu hermana, con Julia, para ser precisos. Hemos tenido esta misma conversación por siete meses, en los que tú debiste asimilar que esto pasaría. Cuando tu hermana dijo que sí, eligiendo por ti —soltó el cigarro y luego lo aplastó con su zapato para luego señalar a Greco con el dedo acusador—. Ve a descansar, porque mañana se celebra una boda, mi boda con tu hermana.Gianni se dio la vuelta con la intención de marcharse; no había nada más de qué hablar. Entonces lo escuchó. No tuvo que voltear para saber lo que Greco había hecho; la reacción de sus hombres al sacar sus armas y apuntar a Greco lo dijo todo. Y al voltear, el cañón del arma de Geovanni quedó justo a la altura del rostro de Gianni.¡Le estaba apuntando con un arma! Gianni sonrió.—Dispara —lo retó, acercándose más y pegando la frente al cañón mientras le miraba a los ojos.—Bajen sus armas —pidió Gianni a sus hombres, mientras estos se miraron entre ellos, pensando que Gianni había enloquecido, pero luego acataron la orden, y lo que escucharon después los dejó a todos helados—. Si Greco dispara, no lo maten; será el nuevo heredero de la familia Rossi.—Maldito infeliz —pronunció Geovanni al darse cuenta de lo que hacía; le estaba dando la opción de disparar y ganar el puesto que, por las reglas, le tocaba, pero que por las mismas reglas perdía al no ser un hijo legítimo y no llevar el apellido Rossi, aunque sí llevara esa misma sangre recorriendo por sus venas.—¿Qué esperas? —Dispara y sé tú el primero en romper la promesa a nuestro padre. —Greco apretó los dientes tanto que sintió que en cualquier momento se romperían. Vamos, dispara, porque será la única manera en que no me case con tu hermana.Estaba poniendo las cartas sobre la mesa. Ahora le tocaba decidir a Geovanni si tomar esa jugosa oportunidad que Gianni le estaba dando.¿Rompería la promesa a su padre o sacrificaría a su hermana para cumplirla? Estaba entre la espada y la pared.Gianni permanecía parado en el balcón de su habitación, mirando hacia el jardín mientras se fumaba un cigarro. Era un poco más de medianoche y no podía dormir, mucho menos en esa habitación que le traía tantos recuerdos.Faltaba poco para su boda con Julia. Sonrió pensando en cuán diferentes eran las cosas; nunca imaginó que, diez años después, estaría en una posición donde la odiara, donde sintiera esos sentimientos tan contradictorios dentro de él que le dictaban que la quería tanto como la odiaba, y se odiaba a sí mismo por quererla. Sentía que se estaba traicionando a sí mismo por albergar en él tales sentimientos.Sabía que esa boda era un error, pero lo haría; no había vuelta atrás y no lo hacía solo por los negocios con Greco. Dio una calada más al cigarro y levantó su vista al cielo mientras soltaba lentamente el humo solo por la boca.Iba a llover en cualquier momento y eso le trajo recuerdos. Cerró los ojos al recordar esos gemidos que brotaban de sus labios entreabiertos mientras él se la cogía duro en su primera vez, tal y como ella había pedido. Recordaba su silueta desnuda encima de él y la forma en que su coño le apretaba.Era un maldito deleite perderse en ella. Tragó saliva al recordar cómo sus uñas rasguñaban su espalda ante cada fuerte embestida que le daba. Recordaba su aroma ligado al suyo cada vez que besaba su cuello.Pasó su mano libre por su rostro al recordar la suavidad de su piel y el sonido seco de sus cuerpos al chocar mientras aumentaban sus embestidas, la forma en que se estremeció debajo de él al correrse por primera vez.—Maldición —dijo, abriendo los ojos al sentir cómo su m*****o reaccionaba a ese maldito recuerdo tan vivido. Esa maldita va a pagar por lo que hizo. —soltó y es que todos los buenos recuerdos que tenía con ella se borraban y lo hacían llenarse de ira solo al recordar lo que había hecho, y es que sentía que no podía perdonarla.Dio otra calada al cigarro y, antes de pisar la colilla, soltó el humo que había retenido unos segundos de más. Justo cuando iba a entrar a la habitación, escuchó el característico sonido de un auto entrar por las grandes puertas de la mansión Rossi, y antes de que el conductor bajara, Gianni ya sabía de quién se trataba: era su medio hermano y, en horas, también sería su cuñado, lo que le hizo sonreír. Era una situación extraña; se casaba con la media hermana de su medio hermano. Negó ante ese pensamiento.Dirigió su mirada a los ojos llameantes de súplica y enojo de Geovanni, quien le miraba de una forma que Gianni ya conocía. No tenía que ser adivino para saber que había visitado su residencia tan tarde y, al parecer, solo.—¿Acaso está demente? —pronunció Gianni antes de darse la vuelta para bajar al primer nivel a recibirlo.No pasó mucho tiempo cuando llegó al primer nivel, dándose cuenta de que Geovanni no estaba allí. Sonrió, sabiendo que no entraría a la casa, lo que alimentaba a cada segundo más su suposición sobre la razón que le hizo viajar a Florencia a esas horas.Salió al jardín, encontrándose con la mirada verdosa de Greco, que tanto le recordaba a su padre.—Demasiado tarde para venir de visita, ¿no crees? —le preguntó, no como reproche, más bien lo hizo divertido.—La situación lo amerita. —Gianni asintió, viendo cómo Geovanni le daba un cigarro que, aunque Gianni acababa de fumar, lo tomó entre sus dedos y lo encendió, llevándolo a sus labios y dando la primera calada, al igual que su hermano.Ambos se quedaron en silencio un par de minutos mientras fumaban su cigarro. Entonces, justo cuando Geovanni soltaba el humo, Gianni fue quien habló.—No vale la pena que vengas hasta aquí a intentar convencerme de desistir, Geovanni, porque no lo haré. —Lo dijo mirándole al rostro con tanta seguridad que Geovanni apretó la mandíbula.—Por favor —Gianni quedó pasmado por un segundo por la forma en que se lo pidió; le estaba suplicando que desistiera, a lo que Gianni negó—. —¡Maldición! —soltó Greco, desesperado. Será un calvario para ambos. ¿Por qué insistes en esto? ¿No crees que fue suficiente con lo que le hizo el desgraciado de Armilli por salvar a Angelina? —Gianni no respondió. Sigamos con nuestra vida y busquemos una forma de solucionar nuestros problemas, Gianni, no así, no de esta manera.Gianni apartó su vista de Geovanni y dio otra calada al cigarro mientras parecía estar pensando en las palabras de Geovanni.No había otra manera y, para ser sincero, no quería otra que no fuera poniendo el apellido Rossi en Julia. Dejaría las cosas claras por última vez.—Tengo entendido que no tienes otras hermanas aparte de Julia y Alina —no esperó que Greco respondiera y continuó, porque ya se sabía la respuesta; era obvia, no tenía otra hermana que no fuera Angelina, pero estaba de más mencionarlo cuando ambos lo sabían—. No me hubiese importado follarme a Alina; soy lo suficientemente descarado para hacerlo, pero está el hecho de que Alessandro se la folló —Greco pareció haberse llevado un limón de lo más agrio a la boca debido al descaro que estaba teniendo Gianni—. ¿Sería demasiado incómodo sentarnos en la misma mesa con mi cuñado y mi hermana? ¿Lo imaginas?—Maldición, Gianni, escúchame.—¡No! —interrumpió—. Tú vas a callarte y vas a escucharme a mí. No —dijo tajante—. No hay otra forma de resolver nuestro problema de confianza y cumplir la promesa a nuestro padre que no sea casándome con tu hermana, con Julia, para ser precisos. Hemos tenido esta misma conversación por siete meses, en los que tú debiste asimilar que esto pasaría. Cuando tu hermana dijo que sí, eligiendo por ti —soltó el cigarro y luego lo aplastó con su zapato para luego señalar a Greco con el dedo acusador—. Ve a descansar, porque mañana se celebra una boda, mi boda con tu hermana.Gianni se dio la vuelta con la intención de marcharse; no había nada más de qué hablar. Entonces lo escuchó. No tuvo que voltear para saber lo que Greco había hecho; la reacción de sus hombres al sacar sus armas y apuntar a Greco lo dijo todo. Y al voltear, el cañón del arma de Geovanni quedó justo a la altura del rostro de Gianni.¡Le estaba apuntando con un arma! Gianni sonrió.—Dispara —lo retó, acercándose más y pegando la frente al cañón mientras le miraba a los ojos.—Bajen sus armas —pidió Gianni a sus hombres, mientras estos se miraron entre ellos, pensando que Gianni había enloquecido, pero luego acataron la orden, y lo que escucharon después los dejó a todos helados. Si Greco dispara, no lo maten; será el nuevo heredero de la familia Rossi.—Maldito infeliz —pronunció Geovanni al darse cuenta de lo que hacía; le estaba dando la opción de disparar y ganar el puesto que, por las reglas, le tocaba, pero que por las mismas reglas perdía al no ser un hijo legítimo y no llevar el apellido Rossi, aunque sí llevara esa misma sangre recorriendo por sus venas.—¿Qué esperas? Dispara y sé tú el primero en romper la promesa a nuestro padre. —Greco apretó los dientes tanto que sintió que en cualquier momento se romperían. Vamos, dispara, porque será la única manera en que no me case con tu hermana.Estaba poniendo las cartas sobre la mesa. Ahora le tocaba decidir a Geovanni si tomar esa jugosa oportunidad que Gianni le estaba dando.¿Rompería la promesa a su padre o sacrificaría a su hermana para cumplirla? Estaba entre la espada y la pared.
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