Esa misma noche, después de que limpiaran sus heridas y lo dejaran en libertad; el doctor apago el coche una vez dentro del garaje de su casa, las luces seguían encendidas, mientras que el viejo reposo la frente del volante. Suelta el aliento contenido, pero al hacerlo, sus costillas le dolieron un poco. Aun no creía que estuviera vivo, Fabián no era conocido por dejar a nadie con vida, y menos después de ser traicionado. Pero seguía con vida, y no estaba seguro de llamarlo milagro, suerte o muy mala suerte. El hombre se irgue en su asiento y termina por apagar las luces del coche; hace amago de bajarse del automóvil. La única opción que le quedaba era hacer sus maletas y salir del país, si quería permanecer con vida, lo mejor era alejase de Fabián Morello. —¡Vaya! Me sorprende que siga

