Los gritos de su madre se escuchan en el pasillo y la voz de Gaspar tratando de controlarla, después de un rato, un silencio repentino. Ella se acerca a la cama, el dormitorio es tétrico, todo sigue igual, ella ve a su extraordinario padre, delgado y demacrado, su rostro, vulnerado, sus ojos se llenaron de lágrimas, nunca se imaginó que su padre estuviere así de grave. Soporto su dolor de hija y trago grueso, seco una lágrima que se le deslizaba por la mejilla, no quería que la viera con lástima hacia él. —Matilde, ¿eres tú? —su padre no alcanza a ver bien de largo. —Soy yo, papá… —él se quedó callado por unos segundos, un silencio incómodo, Katerina se quedó a pocos metros de la cama sin moverse, esperaba la reacción de su padre, no quería que se exaltara. —Hija, regresaste a casa. —S

