Capítulo 06

1051 Palabras
VI Mamá levantó un cuerpo débil y frágil del suelo de la habitación. No la culpo de quejarse la mayor parte del tiempo sobre mi falta de confianza hacia su persona, tanta como para no comunicarle sobre los recientes problemas y conflictos que estaba atravesando. Compañeras desaparecidas y sin pistas de su paradero. Una alarmante similitud en las vocales de sus nombres. Falta de un hombro amigo, pues mi querida amiga no me daba señas de volver. No escribía, no mandaba mensajes y tampoco se sabía nada sobre su familia, en nuestra última conversación que fue antes de terminar las vacaciones resaltaba en negrita y subrayado que era probable que no volvieran debido a un ascenso. Pero, ¿era eso una excusa para que no escribiera más? o tal vez esa nueva amiga de la cual me contó en una oportunidad ¿cambió algo en ella? A la final, sentada en mi cama con la mirada escudriñándome de mi madre terminé soltando la sopa. Y ella por poco cae desmayada al suelo de tan solo pensar en que su pequeña podría ser la siguiente, tomó el teléfono y llamó al director exigiendo una explicación. Una que nunca llegó. El director decía cualquier tipo de excusa para cambiar el rumbo de la conversación que mantenía con mi progenitora, pero la insistencia de ella era más fuerte. Por último luego de tomar la decisión de sacarme del instituto y mi persona de montar una escena que sería digna de un premio cedió un poco dándome una condición para quedarme en el único sitio donde aparentaba ser medio normal. —No volverás sola a casa. — Comentó con ambos brazos cruzados frente a su pecho y una expresión severa en su rostro. — ¿Me buscaras? — musité apenas audible, la decepción era palpable en el tono de voz que estaba ejerciendo, pero no era para menos. Lo que me faltaba para ser aún más una rechazada era algo como esto; que fueran en mi búsqueda como sí de una niña pequeña se tratara. — Si, de no ser como digo no volverás a pisar el suelo de ese instituto.— Sin dejar que replicara siquiera se dio media vuelta y me dejó con las palabras atascadas en la garganta con unas enormes ganas de ser escuchadas. En cambio, me eche a llorar sobre la cama dejando salir toda la frustración que recién se instalaba sin miedo o pena de su llegada. Era de noche, esa misma noche. Quedé sin fuerzas sobre la comodidad de la cama en mi habitación, con la manta hasta el cuello cubriendo y dando calor en esa fría oscuridad. Por primera vez en días podía darme la libertad de soñar algo diferente que no tuviera nada que ver con vacíos, muertes y mujeres con los órganos fuera de su cuerpo. Cuando, por enésima vez iba a hablar con el pony purpura sobra la alfombra voladora que salía de una mesa con forma de galleta un ruido me despertó. Entre abrí los ojos con pesar, picaban y sentía los parpados pesados pero aun así sentí la obligación de hacerlo por el bien de mamá, al menos sí veía algo podría gritar y darle el tiempo necesario para que buscara la escopeta. Una enorme sombra. Fue lo primero que pude visualizar, me hice la dormida y gire mi cuerpo en dirección a la ventana, la cual para sorpresa estaba abierta de par en par, tragué un nudo con fuerza y suspiré profundo deseando que se tratara de una broma; pero al parecer no era mi momento, la sombra seguía por la habitación al encapuchado que recién había entrado por la pequeña ventana. El sonido de uno de los cuadros quebrándose puso en alerta al encapuchado, se dio media vuelta y saltó por la ventana. Suspiré por lo bajo y con los ojos entreabiertos busqué al ser restante. Me quedé helada. Estática. Presa del pánico. La sombra estaba parada a los pies de mi cama, observándome con calma. Tenía la leve impresión de que sabía que estaba despierta, lo sabía, dio una sonrisa ladina llena de mofa. Y de pronto, todo se volvió confuso. La luz de la luna iluminó la habitación y todo a su paso dejando ver con claridad el rostro de aquella rubia que esperaba algo, no tenía idea de qué, pero sentía que ella quería que dijera algo. Un grito sordo de mi madre llegó a mis oídos pero no podía mover ni un musculo, estaba tan aterrada que me había quedado tiesa. La rubia dio media vuelta, se posicionó a centímetros de mí, dejando que viera con claridad la herida que yacía en su vientre, acerco su rostro pálido con cautela y pronuncio las palabras que bloquearon a mi cerebro y lo mandaron de paseo al mundo de los sueños. —Lana, te mienten... Debes salir de esta ciudad pronto o caerás en la misma desgracia en la que caí. Dos pasos atrás y desapareció con una lágrima derramada. Mi cerebro se dio por vencido y caí rendida. Desmayada. Sin sentido de nada. La mañana llegó tan rápido que me sabía amarga. Me levante y corrí en dirección a la habitación de mi madre empujando la puerta con fuerza, cuando llegué ahogué un grito porque la cama que siempre acostumbraba a estar tendida hoy se encontraba desordenada. Escuché un ruido en la cocina y me fui a la misma sin pensar. —Buenos días, cariño. — Murmuró de espaldas, cocinando huevos fritos con tocino y pan. —Ma... mami... ¡Mamá!— grité entre llano haciendo que se sobresaltara y dejará caer todo al suelo, se volteó y corrió a mi abrazándome con fuerza y murmurando un "Todo va a estar bien amor, aquí estoy". Ya no podía más. Me sentía cansada, sin fuerzas, exhausta y con miedo. Esa mañana no paré de pedir que nos mudáramos,alegando que alguien se metía de noche a mi habitación y que no dije nada antes porque no quería alarmarla. Igual me llevé un buen regaño de su parte,pero de inmediato buscó su teléfono y llamo a una de sus amigas de bienes raíces para que la ayudara con una casa lejos de la ciudad pero, que tuviera acceso al instituto para que culminara este año escolar y luego, nos iríamos    
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