“El secreto de Kath”
- Ya, estás bellísima – una lágrima rebelde calló por mi mejilla en cuanto Kathleen se posó frente al espejo. La emoción de momento era algo abrumante. Estábamos en el departamento de nuestros padres en West Covina, y la limosina llegaría en pocos minutos. Brenda, Doris y Kelly estaban esperando a que yo terminara de arreglar a mi hermana. No había visto a Nick desde la mañana, porque estaba muy entusiasmado ayudando al Novio, Jack, junto con sus hermanos. Pero no me preocupaba demasiado, porque Nicholas tenía derecho a relajarse sin mí y mis pataletas un rato, incluso si eso era un par de días antes de que comenzara la gira, y estuviéramos lejos por semanas.
- ¿Tú crees? – ella hizo una mueca, se veía bastante nerviosa. – ¿No me hace ver gorda?
- ¿Gorda? – hice una mueca. – Eres una talla más delgada que yo, por favor, Kathleen. No seas tonta, luces bellísima. Ya vamos porque la limosina no tarda en llegar.
- No podré hacerlo – se quedó pegada frente al espejo con una expresión de pánico genuino. Suspiré y me planté a su lado. El rojo granate no era mi color pero no me veía del todo mal.
- Eso pensé yo antes de casarme con Nicholas, pero se te pasará – la animé. – Son nervios, nada más. ¿No dijiste que Jack es el amor de tu vida y que no hay nada de qué preocuparse?
- Es que yo…– una lágrima cayó por su mejilla y me apresuré a limpiarla.
- No arruines tu maquillaje – regañé. – Y no llores, no es la gran cosa. Solo tu boda – reí.
- Es que no entiendes – le tembló la voz.
- Claro que entiendo, yo ya me casé. Se sienten nervios, ansias, dudas… ¡Mezcla dañina de emociones! Pero debes sonreír, tienes que hacerlo. Por Jack, por Cleers…
- Engañé a Jack – desvió la vista al suelo y sacudí la cabeza, sin darle créditos a mis oídos. Fruncí el ceño medio confundida.
- ¿Qué has dicho?
- Fue hace un mes – tragó saliva sonoramente e intentó tomar aire mientras su mandíbula temblaba. – Jack no estaba en la ciudad, Cleers estaba con mis padres en casa, y yo pues… estaba aburrida, sola, y enojada con él porque no pasamos casi nada de tiempo juntos. Me emborraché y pasó, el chico era guapo, interesante… solo fue una vez pero no puedo dejar de sentirme como basura, como una zorra.
- ¡Dios! – me tapé la boca y mis ojos se llenaron de lágrimas por tres simples razones, odiaba ver a Kathleen así, odiaba que Jack fuese traicionado, y tenía miedo, porque muy en el fondo yo sabía que Nicholas estaba en la misma situación que Kathleen, solo, enojado, aburrido, detestando mi empleo y el tiempo que éste requería. – Mierda, Kahtleen, ¿Te arrepientes?
- ¡Claro! – gruñó histérica, intentando no llorar. – Amo a Jack, pero cometí un error que podría costarme al amor de mi vida. ¿Qué haré ahora?
- Darle el sí, ¿Qué más? – me encontraba temblando de pies a cabeza. Esto sí que era un dilema. ¿Lo correcto o lo mejor para mi hermana? – Ya pasó, te arrepientes y amas a Jack. ¿Qué puede salir mal?
- Estoy embarazada – gritó hecha una furia.
- Eso sí que es un problema. ¡Oh Kathleen! – gruñí. Sé que no era el mejor momento para sermonearla. Intenté tomar aire, pero no podía dejar de pensar en que de algún modo lo que estaba pasando en la relación de mi hermana podría llegar a pasarme a mí. – ¿Lo sabe Jack?
- No le he dicho – ella intentó tomar aire con grandes bocanadas.
- No hay que pensar en ello ahora. Vas a subirte a esa limosina, y a darle el sí a Jack. Luego veremos qué hacer. – me tembló la voz, porque no sabía qué hacer, no sabía qué pensar. Esta era una confesión grande, y me tomó por sorpresa. Jamás lo esperé de ella, y me decepcionaba que mi hermana fuese esa clase de persona. Pero no quería asustarla, regañarla, o presionarla más, así que decidí cerrar la boca. Porque no era el momento indicado para sermonear. – Vamos, la limosina llegó. – aparté la vista de ella, porque simplemente no era capaz de mirarla. Ella suspiró pesadamente.
- Ahora me odias – masculló.
- No te odio, no digas cosas tontas. Se hace tarde.
- Sabía que esta confesión arruinaría todo. Soy tan estúpida, Elaine, lo siento.
- No es a mí a quien tienes que decirle eso. Y no es la confesión, Kath, es lo que hiciste. Secreto o no, sigue siendo igual de despreciable. Pero ahora se nos hace tarde para tu boda. Así que muévete por favor.
Ella me miró con ojos como el gato con botas, pero la ignoré. Sinceramente no tenía tiempo de lidiar con sus caritas de lástima.
La ceremonia tuvo lugar en un hermoso complejo a las afueras de la ciudad. Se parecía mucho al club de golf donde celebré mi boda. Había una carpa, piscina, un enorme salón decorado con todos los colores existentes. Todo salió como esperaba; Kath aceptó, se besaron contentos, todo el mundo aplaudió cuando terminó y luego en la fiesta, Kathleen parecía mucho más tranquila. Jack no dejaba de sonreír y eso sinceramente rompía mi corazón. Cleery estuvo todo el tiempo con mis padres y el padre de Jack. Asistió mucha más gente que a mí boda, porque era una fiesta enorme.
Apenas hablé con Nicholas durante el día, así que a medianoche me acerqué a él cuando hablaba con Simon en la barra. Lo abracé por detrás y él soltó una risa, Simon nos guiñó un ojo y como buen hermano y amigo que es, nos dejó solos. Me senté junto a Nicholas, quien acababa de beber un chupito de whiskey.
- ¿Cuántos llevas? – pregunté con una sonrisa. Nicholas parecía cansado, fuera de sí, cosa que sin duda me preocupaba.
- Unos cuantos – se encogió de hombros. – Pero si quieres un número, diré quince. Sí, creo que han sido quince. ¡Eh! – le hizo una seña al barman. - Otro. – El barman hizo caso y le dio otro, pero se lo quité de las manos a Nick y me lo bebí de un trago. El licor quemó mi garganta y encendió mis entrañas por un segundo. – Oye, era mío – rió.
- ¿Por qué beber tanto? – pregunté – ¿Pasa algo?
- ¿Debería pasar algo? – preguntó.
- ¿Debería saber si pasa algo? – solté una carcajada.
- Me parece haber tenido esta conversación antes – sus mejillas estaban encendidas y con esa media sonrisa en el rostro parecía un niño. Vale. Era un niño, o más bien ambos lo éramos. – Y pues, no pasa nada. Solo quería beber.
- Me parece que han sido más de quince – lo acusé. – Ya dime, te conozco, algo pasa.
- No hace falta – suspiró desviando su vista de mí. – No tiene importancia.
- La tiene para mí.
- No quiero preocuparte – rodó los ojos. – Mañana tienes que irte a tu gira, y será una distracción en tu mente.
- Estás molesto – afirmé con la boca reseca. Él se mordió el labio e hizo una mueca. ¡DIABLOS! Sí estaba molesto. – Te conozco Nicholas, no puedes ocultármelo. ¿Es por algo que hice?
- No – agachó la cabeza con aire pensativo.- Es solo que… odio estar lejos de ti. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que nos veamos otra vez?
- Es una gira por reino unido, Nicholas. Podemos vernos cuando queramos.
- No, tú puedes ir a verme cuando quieras, yo tengo clases – alzó una ceja. No parecía molesto, más bien lucía frustrado.
- Odias mi trabajo – mascullé tragando saliva. Ese miedo estúpido me invadió la mente. – No tienes que mentirme
- No odio tu trabajo, Elaine. – tomó mi mano y entrelazamos nuestros dedos. – Odio que por una u otra razón siempre tengamos que separarnos. Y odio la universidad.
- ¿Es enserio? Creí que te gustaba ir a la universidad.
- ¿A quién le gusta ir a la escuela? – rió poniéndose de pie y jalándome a través del salón.
- ¿Dónde vamos?
- Donde podamos aprovechar la última noche antes de la gira. – susurró en mi oído. Atravesamos un mar de gente hasta llegar afuera del salón. La noche estaba estrellada y fresa. Una brisa helada nos golpeó afuera y Nicholas me abrazó mientras nos acercábamos e la piscina. – Voy a extrañarte – besó mi frente. – Mucho.
- Ven conmigo. – pedí. – Deja las clases. Nos las arreglaremos.
- Quiero tener un empleo, uno bueno, por eso quiero ser médico. – murmuró. – Quiero mantener a nuestra familia, no quiero que lo hagas tú.
- Eso es tan sexista. – reí. – ¿No hay otra cosa que quieras hacer además de ser médico? – pregunté mientras nos sentábamos en la orilla de la piscina. Extrañamente nunca teníamos de esa clase de conversaciones, porque siempre estábamos muy ocupados como para hablar demasiado. Nuestra relación se basaba en llamadas, pláticas triviales y sexo.
- Lo que sea – se encogió de hombros. – Quisiera ser actor.
- ¿Actor? – ladeé la cabeza con una sonrisa y él se puso rojo como un tomate. – Eres adorable, Nicholas. ¿Por qué no lo dijiste antes?
- ¿Para qué decirlo?
- Podría haberte ayudado.
- No quiero que me ayudes, princesa, quiero hacer las cosas solo.
- Pero estamos casados… ¿Me llamaste princesa?
- Eso creo – suspiró. – Pareces una, siempre me lo has parecido.
- ¡Tengo tanta suerte de haberme casado contigo! – me lancé sobre él y lo besé con determinación. Su boca era una exquisita mescla de su esencia y licor. Me sumergí en un océano de emociones mientras lo besaba, igual que siempre, producía los mismos efectos del primer beso. Temblor en las piernas, mariposas en el estómago, y me hacía tropezar con mis palabras. – Déjame ayudarte a cumplir tu sueño. – pedí. Él sonrió y me abrazó.
- Ya cumpliste mi sueño, Elaine. – besó mi frente otra vez y solté una carcajada. Era tan cursi a veces, pero me encantaba.
- Y tú el mío, Nick. Pero de veras quiero ayudarte. ¡Déjame hablar con el Sr. Moon! Arreglaremos algunas audiciones y pronto serás actor.
- Deja que lo haga yo mismo – se quejó.
- Pero Nick…
- Te empujaré a la piscina si sigues – rodó los ojos divertido. – Y es otoño, no querrás pescar un resfrío antes de la gira.
- ¡Nicholas! No te atreverías…
- Ponme a prueba – besó mi mejilla y soltó una carcajada.
- Déjame ayudarte – suspiré.
- ¡Bien te has ganado la piscina! – de un solo empujón caí al agua. Grité pero mi grito se vio ahogado por el agua. Estaba helada, y no muy limpia pero no pude evitar reír como tonta cuando salí a flote. – Que linda luces con el maquillaje así. – Se burló.
- ¡Está helada!
- Te advertí – soltó una carcajada. – Pero el problema de la temperatura podemos arreglarlo. – guiñó un ojo y se lanzó al agua, nadó hasta mí mientras yo aleteaba para mantener la cabeza sobre el agua. – Vámonos al hotel, estoy cansado.
- ¿No pretendes ir a dormir verdad? – reí atacándolo con agua, él devolvió el ataque.
- A tu lado es imposible si quiera pensar en dormir.