DOS

2243 Palabras
Ivvana ☻☻☻ Me senté en el colchón la cama incapaz de levantarme, sentí que no había dormido en toda la noche y ciertamente no lo había hecho de laanera correcta, había pasaso la noche completa soñando con aquellos ojos verdes. Volví a tumbarme en el colchón disfrutando de una hora más de sueño, entonces ahí sí me desperté mejor, fui directo a mi cuarto de baño y me alisté para bajar. Los escalones de camino a la cocina me sirvieron de reflexión para pensar en que si debía o no, ir a la policía. Técnicamente ya no sufría peligroo, ni yo, ni mi amiga, pero no podía ser tan egoísta ¿no? Aunque nadie se preocupa por nadie allí, yo no podría ser igual. Entonces me moví rápido a desayunar para después tomar un taxi hacia la estación de policía. —Buenos días señorita, ¿en qué le ayudo? —repasé todo en mi mente y moví mi coleta inconscientemente. —Hola, vengo a hacer una denuncia. —¿Agresión, asesin... —Sobre los robos de la manzana A11 —la interrumpí y me miró con una expresión cansada, como si estuviese harta de recibir la misma denuncia cada dos por tres. Y la reacción del hombre me atendió fue igual. —.. Sí, pero le estoy dando un dato que sirve en la investigación —expliqué empezando a enojarme. —Tres personas, eso no no es ninguna novedad. —Claro que sí, ¿lo sabían? no, ahora saben qué buscar. —No vamos a empezar a investigar a cada grupito de tres. —Por eso es que el mundo está como está —me levanté de la silla de un salto y salí de la comisaría ignorando los llamados del policía aquel. Bueno, lo intenté. Me devolví a mi casa y me senté en el sofá encendiendo la televisión, se había convertido en mi hobby desde que me gradué de la secundaria, podría jurar que la silueta de mi culo quedará grabada en el mueble. Justo cuando encendí la tele, escuché el sonido del timbre, ni siquiera revisé en la pantalla para ver quién era, ya sabía que era Olivia y lo comprobé cuando abrí la puerta. —¡Hola! Traje muchas palomitas, nuestro microondas se averió y no tenemos dónde hacerlas —la abracé devuelta y cerré la puerta luego de que mi amiga había atravesado el umbral. —Seguro que tu mamá compra otro, no debiste traer tantas. —Para que falte, que sobre —la seguí hasta mi cocina donde preparó el microondas y empezó a meter bolsas, una por una. —Si te cuento al... —Stiven me es... —dijimos al mismo tiempo y reímos al notarlo— tú primero. —No, dime tú. —Bueno —sacó la segunda bolsa del electrodoméstico y me pregunté por qué metía otra pero no dije nada.— Stiven me escribió, me invitó a salir. —¿En serio? —asintió— pero ¿Stiven Stiven? El del colegio —volvió a asentir soltando una risita. —Yo estaba igual que tú. —No puedo creerlo, y obviamente le dijiste que no, ¿cierto? —Este... pues, yo... mhm. —Liv. —¡Es que está bueno! Y ya lo pasado quedó atrás. —Pero no sabes si quieres jugar contigo otra vez, si lo hizo una, puede hacerlo dos o tres. —Lo sé pero me arriesgué, de todos modos sólo es una salida, no me comprometí a nada —el pitido del aparato resonó y vi cómo Olivia metía otra bolsa. —Yo digo que no debiste aceptar, para empezar —me dirigí a la nevera y la abrí— ¿qué plan tiene? —Quiere que salgamos a cenar pero a mi ni loca me dejan salir de noche —desvié la mirada del interior de la nevera para posarla en ella. —¿Se lo comentaste? No respondió, suspiré volviendo la atención a la nevera y saqué un galón de jugo de uva, nuestro favorito. —No quería perder la oportunidad. —¿Te sigue gustando? —Mucho. —¿A pesar de haber sido un hijo de puta? —A pesar de todo —confirmó. —Bueno, te apoyo, pero como vuelva a hacer lo mismo... —dejé la frase en el aire sacando dos vasos del estante y la detuve justo antes de que metiera otra bolda de palomitas al microondas— así está bien. La observé vaciar el contenido en una fuente. Ella era linda, bastante. Era alta, tanto como yo, con ojos avellana y cabello corto, se había teñido las puntas de rojo, así que tenía un pequeño degradado con el n***o natural de su cabello. No era delgada ni esbelta, tenía unas curvas sutiles que la hacían ver preciosa, definitivamente cualquier chico podría enamorarse de ella, pero no, a ella le gustaba el que le ponía los cuernos con otra. —¿Entonces me vas a ayudar? —me preguntó en el trayecto a mi habitación, ahí nos sentíamos más cómodas a la hora de ver nuestra serie. —¿A qué? —En mi cita con Stiven —contestó obvia dejando la fuente sobre mi cama. —Bueno, es muy arriesgado, Liv, si tu mamá se entera... —No va a enterarse, le diré que haremos pijamada aquí, me voy, vengo y dormimos —claro, sería así de fácil si su madre no fuera una paranoica— es más, hasta podemos hacer la pijamada cuando vuelva así no hablamos mentira. —Ajá, ¿y cuándo tú mamá llame cada cinco minutos? —No lo sé, te inventas algo. —No quiero que vaya a pasarte algo y después tu mamá me odie, voy a sentirme culpable. —Nada va apasarme, Ivvy. —Eso espero o yo misma te remato cuando te encuentre —soltó a reír, agarro el mando del televisor y lo enciendo. —Bueno, ¿y qué ibas a decirme tú? —¿Yo? —fruncí el ceño volteando la cabeza en su dirección. —Sí, abajo. —No me acuerdo —mentí, ya daba igual, sabía que iba a tomarme por loca, su madre le tenía la cabeza bien lavada. Aunque no lo suficiente porque ya había planeado escaparse a aquella cita con el exnovio cuernero— ah, ya me acordé, bueno, ¿vas a creerme? —Claro que sí, cuenta —tomó un puñado de palomitas y lo metióea su boca mientras yo tomaba un trago del jugo. Entonces empecé a contarle todo lo que me ocurrió desde que salí de su casa hasta que pude llegar aquí sana y salva, si lo escuchaba así, parecía sacado de alguna película, así que entendería si no me creía. —...Y al final me dijo que dudaba que volviéramos a vernos. —¿Y cómo rayos estás viva? —me preguntó en ese tono, lo conocía. Estaba dudando, lo hacía también cuando le conté sobre el modus operandi de los tres pedazos de mierda. —¿Acaso no escuchaste nada? —Me perdí en lo del tipo que está bueno —reí. —No me crees —solté. —No... no, no es... no es eso, es que es raro solamente. —Esta bien si no me crees, pero ya verás que es verdad, la casa de la señora Britzer era la que iba en la secuencia de asaltos, no se asaltó por lo que pasó, así que ya podemos descartar esa, volverán dentro de tres meses o menos y asaltarán la casa de Ginger, luego la de Pablo, después la del hombre con el perro desquiciado, la de tu vecino emo y la siguiente sería la tuua pero la van a pasar por alto porque yo se lo pedí a Aiden. —¿Qué? ¿Hablas en serio? —parecía sorprendida de verdad. —Ajá, estamos excentas. —Me estás diciendo que negociaste con delincuentes. —Yo no, Aiden lo hizo, bueno, tampoco lo llamaría negociación, fue casi una orden. —Bueno, casi estoy creyéndote pero cómo... —la oración de Olivia quedó suspendida por el sonido del timbre. Miré la hora, 2:57 P.M. —Es Sabrina, segura que llega temprano porque descubrí que se ve con alguiem después de clases. —¿Tiene novio? —Ni idea, me esquivó dándome con esa de "soy mayor y no te debo explicaciones" —Y tiene razón. —Cállate —le lancé una almohada apresurándome a bajar cuando el timbre sonó por segunda vez. Abrí la puerta con tanta seguridad que casi me atraganto con mi propia saliva al ver a Aiden allí parado. Llevaba jeans y una camiseta gris oscuro, su cabello brillaba con el sol, era tan n***o. —Wow, hola, yo... que sorpresa verte aquí teniendo en cuenta eso de dudo que volvamos a vernos. El chico esbozó una sonrisa y se encogió de hombros. —Considérate afortunada entonces. —Créeme, lo hago —le eché otra ojeada cuando él hizo lo mismo conmigo— eh, ¿quieres pasar? —No, sólo vine a traerte algo que te pertenece. —¿Que me pertenece? —me callé cuando extendió el llavera de osito con mis veintitantas llaves— oh, gracias. —No hay de qué —me sonrió y así, no parecía para nada aquel chico que intimidó a los tres la noche anterior. —¿Estaba en la calle? —El pedazo de mierda se la llevó, no sé qué pretendía pero tuve que dejarle par de cosas claras nuevamente. —Y así no quieres que te pague de alguna forma, ya te debo dos favores. —Deja eso, Ivvana —¡que bien sonaba mi nombre en sus labios! —No puedo, mi naturaleza no me lo permite —sonreí un poco y él cambió el peso de su cuerpo a un pie. —Con el gracias me he comformado, nos vemos —empezó a alejarse y recordé que Olivia seguía arriba incrédula a lo que yo le había contado. —¡Aiden! —se giró hacia mi— ¿podrías pasar un momento? Sólo unos tres minutos para que una amiga te vea y... —¿Una amiga? ¿Le has hablado sobre mi a una amiga? —no pareció molesto, de hecho, pareció un poco divertido pero a mi no molestaba eso. —¿Cómo no voy a hablarle del chico que nos salvó? —¿Es la amiga de la casa que me dijiste? —asiento— mhm, ¿y qué tengo que hacer exactamente? Sonreí complacida. —Nada, sólo debe verte porque no me cree. —Está bien. —Pues ven —me atreví a agarrar su muñeca y tirar de él hasta el interior. Tecleé el código de alarma ya que había estado mucho tiempo con la puerta abierta— espera aquí. Subí las escaleras corriendo y entré a mi habitación un poco agitada, debería empezar a hacer ejercicio. —¿Qué te pasa? ¿Quién era? —Está aquí, tendrás que creerme. —¿Aiden? —Ajá —se bajó de la cama como un rayo y me siguió hasta el salón con ansiedad— éste es Aiden. El mencionado se giró hacia nosotras y me centré en la reacción de mi amiga, quien no disimuló para nada y se llevó las manos a la boca ahogando un grito. Alternó su mirada de mi hacia él y de él hacia mi hasta que se inclinó un poco hacia mi. —Está incluso mejor de lo que lo describiste —susurró y asentí sonriendo— soy Olivia, su mejor amiga. Aiden asintió en su dirección sin decir más nada. —Ya tengo que irme —anunció. —Está bien —lo acompañé a la puerta— lo siento si te incomodó, ella es muy... así, expresiva y nada sutil. —No me incomodó. —Bien, entonces, quedan mis deudas pendientes contigo. —En mi mundo eso no es tan lindo de decir. —¿Cómo? —Que te olvides de eso de devolverme el favor. —Al menos dime que si necesitas algo —hice una pausa— lo que sea, vas a venir a pedírmelo. —No creo que lo haga. —Por favor, me haría sentir bien, no alteres mi paz. Me miró por unos segundos hasta que asintió. —Bien, pero dudo que eso ocurra. —Una vez ya me dijiste dudo y mírate —le sonreí— cuídate. —Cuídate tú —pronunció antes de irse, esa vez, caminando. Cerré la puerta yendo a encontrarme con Olivia en el salón. —¡Oh por Dios, Ivvana! Creí que te habías vuelto loca, es un pedazo de papasito, ¿te lo vas a quedar? —¿Qué dices, chica? Es sólo un chico que me ayudó. —Razón suficiente para iniciar una relación. —Estás loca, mejor volvamoa a lo nuestro. —Es que no lo supero, entonces ¿sí te salvó de los ladrones? —Me honra que haya tenido que darte pruebas para que me creyeras —ironicé —Lo siento, ¿vale? Pero mírale el lado bueno, a partir de hoy, jamás dudaré de algo que salga de tu boca —se levantó del mueble— jamás. Y echó a andar escaleras arriba, la seguí y pusimos play a la serie. Yo ni siquiera pude concentrarme en ella porque en mi mente sólo rondaban aquellos ojos verdes. Esperaba con ansias volver a verlo.
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