UNO

3284 Palabras
IVVANA ☻☻☻ Me levanté del cómodo sofá con todo el pesar del mundo al escuchar el timbre sonar por cuarta vez. Seguro que era mi hermana mayor, Sabrina, era tan despistada que salía de la casa sin sus llaves y luego estaba molestando para que le abrieran la puerta. Caminé hasta allí y tomé el pomo girándolo con toda la calma del mundo antes de abrir la puerta por completo. —La próxima vez te vas a quedar afuera hasta que llegue mamá —advertí apartándome de la puerta y caminando hacia el interior. Sabrina cerró detrás de ella tecleando el código de la alarma, teníamos una casa genial pero el barrio en el que vivíamos no era tan genial, era peligroso y por ello casi nadie socializaba con nadie allí, todos eran desconfiados y cada quien resguardaba su casa a todo dar. Tampoco era que vivían pasando desgracias a cada rato, pero de vez en cuando sucedían robos y nadie quería ser el afortunado. Normalmente era sólo eso, y sólo uno, el primero, había acabado en desgracia por la oposición de la víctima, los demás habían sido "tranquilos", les dabas lo que querían y se iban sin hacer daño. No tenía tanto miedo porque descubrí el modus operandi de los ladroncitos, según mis cálculos, aparecían cada tres meses y se metían a la primera casa de la cuadra a la derecha, después de tres meses a la segunda, a la tercera y así pero alternando de la calle de la derecha a la izquierda. La cosa es que habían hecho muchos robos ya y ninguno había sido a la misma casa más de una vez, seguían una secuencia y eso fue lo que descubrí pero claro, nadie tomó en cuenta la opinión de una chica paranoica, ¡así me llamó mi vecino! Un hombre de unos cuarenta y tanto con el que mamá hablaba a veces cuando no estaba por ahí salvando vidas. Yo sólo decía que si mi teoría era cierta, entonces que mejor llegaran mensualmente, robaran en cada jodida casa y se larguen a hacer lo mismo en otro lado, eso sí, que mientras no robaran en mi casa, no iba a estar tranquila, porque claro que iba a llegar mi turno si la policía seguía de negligente. Podríamos vivir en lugar mejor, claro que sí, mamá tenía las posibilidades económicas siendo un médico importante fundadora de la clínica más concurrida de la ciudad, sin embargo está obsesionada con que la abuela, su ex madre tiesa, le dijo en un sueño que tenía que quedarse ahí a vivir porque antes ella lo hacía y no sé qué cosa. Creo que mamá también está un poco cucú. —Nadie sabe cuando vuelva mamá. —Por eso —sonreí ampliamemte mientras ella me lanzaba una furtiva mirada de odio, fingido, claro, porque a pesar de ser yo un jodido grano en el culo, me amaba, estaba más que segura de ello. —Tonta, además no haces nada, no te pesa abrir una puerta. —Me pesa si estoy viendo mi serie favorita y es justo lo que hacía —volví a tirarme en el mueble. —Te estuve llamando para preguntarte qué traía de cena —se dejó caer a mi lado poniendo play a la serie, la miré mal y volví a pausarla. —¿Llamarme? Yo no escuché ninguna llamada. —Seguro ya volviste a poner el aparato en vibrador —me dijo fastidiada. —Siempre lo tengo en vib... ¡ah, cierto! Hoy estuve en casa de Olivia, lo dejé allá. —¿Ves? Ahora por tu culpa tendré que cocinar. —O pedir algo por delivery. —Sabes que después de las ocho a ninguno le parece divertido meterse por aquí. —Bueno, entonces ve planeando algún menú —propuse poniéndome de pies. —Pues me ayudas. —No —calcé mis pantuflas y agarré el osito n***o que tenía por llavero. —¿A dónde se supone que vas? —A buscar mi teléfono —Sabrina me miro con el ceño fruncido. —¿No te da miedo? —Mas o menos, pero la casa de Olivia está a cinco casas de distancia al frente y además no han pasado los tres meses. —¿Sigues con eso de tu teoría? —Claro. —Bueno, entonces según tu teoría, la casa de la señora Britzer es la próxima en ser asaltada. —Ajá. —Y la casa de la señora Britzer está a dos casas de la casa de tu amiga —ya sabía por donde iba la cosa. —Sí, pero no han pasado los tres meses. —Van dos. —Ya, ponte a cocinar que tengo hambre. —Tú podrías ser más considerada y guardar la cena lista porque si no me equivoco, mientras yo estoy en la universidad, tú estás aquí matando el tiempo. —¿Matando el tiempo?... bueno, sí pero me lo merezco, estoy de vacaciones —la miré cruzando los brazos haciendo repiquetear las llaves— además que yo sepa, sales a las tres de la universidad y llegas casi a las nueve de la noche, ¿tú que haces? Me felicité por utilizar la información en el momenro indicado. —¿Y tú cómo sabes? —soltó poniéndose en evidencia, total, no podía negarlo. —Revisé tu horario, dejaste tu cuenta abierta en mi portátil —respondí con traquilidad desenvolviendo los brazos. —Te pasas Ivvana. —La que se pasa eres tú, me gustaría saber qué te quedas haciendo las siguientes seis horas después que sales, ¿tendrás un noviecito? —no dice nada— ¿o una noviecita? —Nada malo, claramente, además soy mayor, las explicaciones las das tú, no yo —se puso a la defensiva. —Yo también soy mayor, ¿ok? —Pero yo soy más mayor que tú y punto. —Pero tú no p... — —Y punto. —Pero... —¡Y punto, dije! —Inmadura —murmuré antes de arrastrar los pies hacia la entrada. —¡Ten cuidado! —exclamó. —¡Ajá! —exclamé devuelta. Abrí la puerta manteniendo el llavero en mis manos, eran mi salvación por si acaso tenía que correr aunque no era algo que me preocupara demasiado. Sin embargo bien decían por ahí: "no es lo mismo penssr en el diablo que verlo venir" Me detuve en las escaleras principales, las calles estaban desiertas pero bien alumbradas por los faroles de cada casa que habíamos decidido poner cada uno, excepto aquel hombre cuarentón con el que hablaba mamá porque era un jodido tacaño, así que el frente de su casa es el único se veía completamente oscuro. Llené mis pulmones de aire y me armé de valentía, no va a pasarme nada, me repetí varias veces mientras caminaba alerta. Igual esa gente robaba a casas no personas. Me detuve frente a la casa de mi amiga y toqué el timbre varias veces sin quitar la vista de la casa de la señora Britzer, que parecía bastante normal, no se veía a punto de ser asaltada ni nada, aún así me apresuré a tocar el timbre una vez más cuando la voz de la madre de Olivia se escuchó del otro lado. —¿Quién es? —si me hicieran caso con mi teoría nadie estuviera tan preocupado hasta que le toque a su casa ser asaltada, pero no, era sólo una chica paranoica. —Soy yo, Ivvana —respondí impaciente, no me gusta estar aquí afuera. La puerta se abrió en menos de tres segundos y me vi siendo halada hacia el interior. —Por Dios, Ivvana, ¿qué haces afuera a esta hora? —me escaneó con preocupación. —Eh, nada, vine a buscar mi celular, lo dejé aquí en la tarde. —¿Quién era, mamá? —la voz de Olivia preguntó desde arriba. —¡Ivvana! —subí las escaleras en dirección a la habitación de mi amiga, quien me miraba un poco extrañada. —Ivvy, ¿haremos pijamada? —cambió el tono de confusión por emoción.. —No, vine por mi celular. —¡Ah, sí! Lo vi hace media hora y quise llevártelo pero ya sabes que papá y mamá ni locos me dejan salir de noche, y yo tampoco lo haría aunque te creo eso de que los robos son en secuencia y toda esa cosa. No me atrevo. —Está bien, ya he venido yo, no importa —recibí el aparato último modelo y lo puse entre la pretina de mis leggins y mi ropa interior tapándolo con la camiseta, para prevenir. —Podrías quedarte y hacemos pijamada. —¿Y aguantar las quejas de mi hermana por dejarla dormir sola? No, gracias —Olivia ríe un poco. —Bueno, está bien. —Nos vemos mañana entonces. —Claro, mañana toca en mi casa ¿ok? —Ok, cuídate. —Me despides como si fuera a ir al fin del mundo, estamos literalmente en la misma calle. —Sí, pero bueno, nunca está de más mandarte a cuidar —rodé los ojos. Mi vista viajó a su televisor y luego a ella acusatoriamente. —No puede ser, Liv —le pegué en la cabeza con una almohada. —Sólo fueron cinco capítulos, ya lo iba a quitar. —Claro que no, no tenías intención de quitarla —crucé los brazos. —Bueno, ya la veré otra vez contigo. —Traidora —salí de su habitación dejándola con su traición, ¡habíamos quedado de ver esa serie juntas! —¿Ya te vas? —asentí hacia la mamá de mi amiga— ah bueno, pues cuídate y no vuelvas a salir tan tarde de tu casa y menos sola, sabes que no es seguro. —Sí, adiós —me abrió la puerta y se quedó unos segundo comprobando que no había ningún peligro fuera, depsués cerró. Mi curiosidad me hizo mirar dos casas adelante, todo lucía normal así que eché a andar procurando mantener la llave especifíca que abría la puerta principal de mi casa. Bien, no era paranoia, era precaución y bueno, también que las advertencias también te provocaban miedo, ¿no? Había avanzado sólo dos casas, así que estaba a tres de la mía, me detuve por instinto preguntándome a mí misma por qué demonios me había parado. El mismo instinto que me hizo detenerme, me hizo mirar a la casa de la señora Britzer y lo que vi me hizo saltar el corazón. Eran ellos, eran los ladrones, estaban ahí. Los vi a los tres con pasamontañas y en medio del miedo me surgió la idea de que, si lograba llegar a mi casa a salvo, podría hablarle a la policía y darles el dato de que eran tres personas. Nadie sabía eso, todas las víctimas habían alegado que eran varios pero nunca nadie había visto el número exacto porque sólo entraba uno, armado, y amenazaba a la/s víctima/s, le vendaban los ojos y luego pasaban los demás a mantener a la víctima bajo presión mientras los otros dos elegían lo que querían llevarse. Me espabilé con la intención de largarme de ahí pero los había observado con tanta intensidad que uno de ellos había girado instintivamente hacia mi dejándome helada. Maldije la presión visual y me giré a correr cuando el que me vió le hizo seña a los otros dos que miraron en mi dirección. ¡j***r! Entonces corrí por mi vida cuando se dirigieron a mi con armas en las manos. Estaba muy joven para morir, sólo tenía dieciocho, no debería morir tan joven. Rogué tener el poder de velocidad cuando estaba a dos casas de mi casa, justo frente a la casa del tipo tacaño que no quiso poner el maldito farol, así que me tropecé con algo, intenté mantener el equilibrio pero la fuerza con la que corría más la gravedad, me hicieron caer al suelo de rodillas y pude sostenerme con las palmas antes que mi cara tocara el asfalto. Intenté levantarme con los nervios a mil pero ya me habían alcanzado y uno de ellos me levantó tirándome del pelo. —No seas tan brusco con la chica, mírala, es tan linda —sentí un asco tremendo cuando uno de ellos me soltaba del agarro del primero y acariciaba mi cabello con una sonrisa en su cara. —Sí —apoyó el otro— yo podría hacer algo con ella. —No, que nos lleve a su casa sin hacer escándalo y seguimos en lo nuestro —objetó el que había tirado de mi, me preparé para gritar, cosa que debí hacer desde un principio pero lo dedujeron y el tipo ese que me soltó del agarre del otro, me calló poniendo el arma frente a mi. El miedo me caló. —Yo... —¿en serio iba a morir así? ¿Como una miedosa cobarde? Si iba a morir, lo iba a hacer con dignidad— ustedes son unas ratas asquerosas de la humanidad, disfrutan del esfuerzo de los demás cuando no saben qué le costó a alguien conseguir algo, ¿por qué no se esfuerzan ustedes también? me dan asco, los tres. La mano del que me agarró del pelo se levantó contra mi pero el que sostenía el arma en mi cara lo detuvo, casi le agradecí pero él me sonrió de una manera mucho más siniestra. Entonces recordé que ya habían matado a alguien y que no les temblaría el pulso para acabar conmigo. —¿Y quién te dijo que no nos esforzamos, linda? —pasó el arma por mi cara— no es muy fácil entrar a una casa y cargar cosas de valor fuera, tampoco maquinar un plan y seguirlo al pie de la letra, claro que nos esforzamos. —Son unos hijos de puta —solté impulsada por el enojo. Si temblé cuando el tipo le quitó el seguro al arma en mi propia cara, no lo demostré. Ah pero cuando la puso en mi sien sí que me brotó el miedo por cada poro. —Sabes que no —le dijo el que me había tomado del cabello, al parecer era el líder tomando en cuenta la autoridad con la que hablaba y la rapidez con la que se le obedecía. —Solo uno y ya. —Dije que no, sólo uno hará el ruído suficiente y no quieres arruinar lo que bien hemos empezado y mantenido hasta ahora, ¿no? —el tipo se resignó quitando el arma de mi cabeza pero me sostuve por detrás envolviendo su mano en mi cuello, entonces recordé todas las veces que Olivia me obligaba a ver videos de defensa personal cuando empezaron los robos y me giré en un rápido movimiento y clavé mi rodilla en su entrepierna. —¡Maldita perra! —en un intento de correr, pateé el arma que había soltado el otro, sabía que estaba arriesgándome a recibir un balazo pero confiaba en lo que el otro había dicho sobre el ruído. Me detuve abruptamente cuando escuché el seguro de las otras dos armas e inmediatamente... —Yo que ustedes no haría eso —me giré antes de pensarlo, era un chico y él... no llevaba pasamontañas, no era ninguno de los tres, ni el que yacía en el suelo quejándose ni los dos que me apuntaban con el arma. El chico era alto, su pelo n***o se camuflajeaba en la oscuridad pero sus ojos verdes casi brillaban, iba vestido de n***o y parecía, no podía verlo bien pero desde allí se veía como un jodido dios... no, no, se veía como un maldito demonio pero hermoso. Cuando salí de mi escrutinio, noté que los dos ya no me spuntaban, el otro estaba sentado en la calle con cara de tragedia y el chico sexy estaba frente a ellos, de espaldas a mi. —Entonces es cierto que a esto es que se dedican ustedes, me dan risa —le dijo el chico a los tres que parecían sentir algún tipo de temor hacia él. —No te metas —le dijo uno de los tres que ni idea de cuál era. Quizás alguién con sentido común habría aprovechado la oportunidad para escapar pero yo seguía allí contemplando la escena con un poco más de alivio. El chico soltó una risa que me hizo sentir pequeña y avanzó hacia ellos. —¿Que no me meta? ¿Saben de quiénes van a hablar cuando sepan de esto? —les dijo en un tono amenazante— no es de ti, o de ti o del otro imbécil, es de todos y yo no quiero tener nada que ver con esta mierda. —Pues hazte de la vista gorda y lárgate —el chico le propinó un puñetazo con tanta tranuilidad que pareció un gesto cariñoso pero la cara del tipo del pasamontañas no reflejaba lo mismo. —Te cuidas cómo me hablas pedazo de mierda —estaba de acuerdo con eso, eran tres pedazos de mierda— no puedo creer que hayan sido tan maricas para ir contra una chica —se giró levemente hacia mi. —Nos vio cuando íbamos a entrar a la casa —se defendió al que le había propinado una buena patada. Me tensé en mi sitio sin embargo me quedé ahí. —¿Y? ¿Qué mierda tienen que estar haciendo ustedes aquí? Hay cosas más importantes que hacer que estar jugando a los atracadores. Me vi en la necesidad de avanzar un poco para ver la cara del chico, y lo hice. —No eres el jefe. —Al tuyo no le gustará saber que andan de maricones amenazando chicas y asaltando casas de inocentes —la vista del chico avanzó unos metros atrás de los tres pedazos de mierda y volvió a ellos con expresión sombría— ¿a qué casa entraron? —Nosotros n... —¿A qué casa entraron? —demandó. —No llegamos a entrar. —Bien, ¿a qué casa iban a entrar? —Pues a la que nos tocaba —a la que les tocaba... después de todo siempre tuve razón pero y ¿por qué habían ido antes de los tres meses? —¿A la que les tocaba? ¿Y qué se supone que es esta mierda que tienen? —decidí que era hora de irme cuando el tono del chico se torno arisco— no te muevas —me detuve automáticamente cuando me miró y se giró hacia mi— ¿hacia cuál casa entraron? ¿Me lo estaba preguntando a mi? Miré a los tipos quienes estaban tan extrañados como yo por el repentino interés de saber aquello. —A la verde, la quinta de esa misma línea —respondí convenciéndome de que él no era el malo, me había salvado. —¿La del jardín? —me preguntó y asentí, su cuerpo volvió a estar en dirección a los tres pedazos de mierda justo cuando mi móvil empezó a vibrar en mi abdomen. ¿Sería prudente contestar? No. Pero debía hacerlo porque seguro era Sabrina y sería peor si ella salía a buscarme, así que confié nuevamente en que el tipo tenía todo bajo control y me alejé tres pasos contestando. —¡Ivvana! Por Dios, gracias a Dios que contestas, estaba a dos segundos de salir a buscarte. —Yo, mmm, estoy bien —escuché el suspiro de alivio a través de la vocina. —¿Sigues en casa de Olivia? Voy a buscarte, espérame ahí. —¡No! No, ya voy llegando a la casa. —¿Llegando? ¿Y para qué sacas un celular tan llamativo por ahí? Ya se parecía a la ex abuela tiesa. —Tú me llamaste —me defiendo. —¡Porque no sabía! Bueno, no tardes, si es posible corre. —Bien —colgué y me giré notando las cuatro miradas sobre mi. En reslidad, tres de ellas estaban en mi teléfono así que lo guardé donde había estado antes. —Date la vuelta si no quieres ver cómo vuelvo mierda a estos tres —¿Qué no? Claro que me apetecía ver eso. —¿Qué? ¿Por qué? —preguntó uno de los pedazos de mierda aterrado, estaba disfrutándolo, ya no eran tan valientes ¿no? Y eso que era sólo uno... contra tres. —Robar en la casa de mi abuela les parecía divertido, ¿no? —los tres se miraron aterrados entre ellos— pues a mi me parece divertido darles una lección, ah, y esto va por la chica también. —¡No, no! Pero no lo sabíamos, nos.. yo... perdón. El chico largó una carcajada antes de dar dos pasos hacia mi. —Era broma, agradézcanle a la chica el que no hayan entrado o no estarían aquí ahora a punto de mojar sus pantalones. Lárguense, ahora. Ni siquiera lo pensaron cuando empezaron a alejarse. —Yo... —empiezo. —¡Eh! —los tres pedazos de mierda se giran hacia el chico— y no incluyan la casa de la chica en sus próximos planes. ¿Cuál es? —cuestionó y le agradecí mil veces. —La blanca con n***o, la grande —la señalé y el asintió. —Es la blanca con n***o de allá —les dijo y ellos asintieron. —Y... —lo dudé pero continué— ¿podrías decirle de la de mi amiga también? —¿Cuál es? —se la mostré y también les advirtió sobre esa— espero que no hayan más inconvenientes. —¿Qué vas a hacer con la chica? —se atrevió a preguntar uno manteniendo las distancias. Contempló la reacción del chico y atiendo claramente a su respuesta. —¿Qué voy a hacer? Dejarla en su casa. —Pero, ¿y si va a la policía y si..? —No es problema mío, que haga lo que quiera, largo. El tipo me echó una última mirada rencorosa antes de recoger la pistola e irse junto a los otros dos. Entonces me giré hacia el chico notando que tenía que levantar la cabeza para verle a los ojos. —Muchas gracias. —A la orden —me sonrió y fue la sonrisa más linda que había visto en mi miserable y aburrida vida— te acompaño a tu casa, por si acaso. Asentí y empecé a caminar a la par suya. —¿Cómo te llamas? —¿Estás bien? —me preguntó devuelta. —¿Cómo te llamas? —¿Estás bien? —insistió. —Sí, ahora lo estoy —asintió. —Me llamo Aiden. —Yo Ivanna. —Lindo nombre —comenta y paramos frente a mi casa, me detengo y vuelvo a mirarlo ahora con la luz reflejando su rostro. Si antes había quedado sorprendida, en ese justo momento estaba sintiendo mis panties mojarse. Y así decían que Dios no tiene favoritos, sí claro. Él debió darse cuenta de cómo lo miraba pero lo ignoró. —¿Cómo puedo pagarte? —No tienes que hacerlo. —No me gusta deber favores. —A mi no me gusta que me los paguen. —Pídeme algo. —No, me voy —empezó a alejarse. —Si te veo por ahí me acercaré a pagarte. —Igual dudo que nos volvamos a ver —apenas dijo eso y se marchó trotando. Lo miré hasta que su espalda dejó de estar en mi campo de visión. Me acerqué a la puerta y ¡oh, no! Las llaves. ¿En qué momento las había soltado y no me había dado cuenta? Evité volver a revisar y toqué el timbre varias veces. Para mi suerte, mi hermana abrió casi inmediatamente y me adentró con preocupación, tecleó ella misma el código de la alarma y me agarró de los hombros revisándome. —Eres una maldita loca, esta será la última vez que sales sola a estas horas —se puso detrás de mi y me empujó hacia adelante— preparé macarrones, con ajo, como te gusta. Y esa era mi hermana. Nos sentamos juntas a cenar mientras terminábamos de ver los capítulos restantes de la serie. Me tocó lavar a mi los platos y mientras lo hacía, esos ojos verdes no desaparecieron de mi mente. Tampoco desparecieron cuando me di una ducha, ni cuando me tiré en la cama y mucho menos cuando cerré los ojos para dormir.
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