Capítulo 12

1916 Palabras
Laurel Abrí la puerta de la cocina de la casa de mi amigo. –Hola, Greta–salude a la señora que habían contratado para que se encargara de todo lo de la casa. Era una buena persona. Ella debe de tener algunos 45, su pelo n***o le llegaba hasta mitad de la espalda, tenía arrugas alrededor de los ojos que hacían acto de presencia cuando se sonreía, era un poco baja de estatura y delgada. –Buenas tardes, niña Laurel–le sonreí y me encaminé por los pasillos, que era como ir en una calle a medianoche. El silencio te aturdía. La casa parecía un cementerio, o mejor dicho un cementerio tenía más movimiento que esta casa. Subí las escaleras hasta la habitación de mi amigo. Era algo idiota, pero hasta extrañaba escuchar los insultos de Alec. Me estaba volviendo loca lo sé, pero la situación no era para menos. Abrí la puerta de la habitación de Alex y la sorpresa que me encontré me dejo paraliza, perpleja. No podía creerlo. –Lo siento–dije cuando los dos pares de ojos me miraron. –Lau, espera–hablo mi amigo, yo levante mi mano derecha y lo pare. –No, no digas nada–le dije caminando fuera de la habitación, pero él me siguió–no tienes que darme explicaciones. –Pero quiero dártelas–me dijo, seguí mi camino, él me tomo del brazo y me detuvo–por favor, espera. –No tienes que darme explicaciones Alex, es tu vida–nuestras miradas se encontraron por un momento. –Es que… es complicado de explicar ni yo sé cómo acabo así–su voz a penas se escuchaba. –Está bien, luego hablamos–dije para tranquilizarlo. –Pero quiero decírtelo–asentí–ella vino a que le ayudara con una tarea de literatura y bueno no sé cómo acabamos besándonos–sus ojos tenían esa miraba tan inocente, como la del niño que conocí hace 6 años. –Alex, no tienes que darme explicaciones, si Jess te gusta está bien, yo no me opongo a eso, además te he dicho un montón de veces que ella está loca por ti. –Es que tú no entiendes que a mí…–lo interrumpí. –Alex–le acaricie la mejilla, aun me miraba fijamente a los ojos–está bien, no hiciste nada malo– él asintió –volveré luego– volví hablar. Me aleje de él para poder irme. –Lau, espera–me llamo, me detuve y me di vuelta. –No tienes que disculparte, Alex–le sonreí y me marché. No respire hasta que estuve en la calle, el aire frio me congelo los músculos de la cara, camine en dirección contraria, no tenía a donde ir, no quería ir al orfanato y tampoco quería ir a casa de mi mejor amiga. Suspire fastidiada. Mire de reojo el hombre que estaba parado mirándome del otro lado de la calle, me trague el nudo de la garganta, me detuvo y lo mire fijamente, él sonrío, una sonrisa perturbadora que me dejo helada. –¡Maldita sea! – exclame antes de que todo se pusiera oscuro. ….. Toque la puerta de la casa de mi amiga. Los nudillos me sangraban. Mi cuerpo dolía demasiado, apenas podía mantenerme de pie. Unos minutos después alguien abrió la puerta y di gracias que Carly fue la que salió a abrir. Sus ojos me estudiaron muy bien antes de abrir su boca y pronunciar alguna palabra. – ¿Pero que carajo te ha pasado? –trague, me apoye en el marco de la puerta porque ya no podía seguir de pie. –Solo déjame entrar–mi voz apenas salía en susurro. Ella asintió, paso su brazo por mis hombros y me ayudo a entrar a la casa. –Gracias a Dios y mis papas no están–subimos las escaleras hasta su habitación. Despacio. Muy despacio. Me dolían todos los huesos del cuerpo. –¡Ay! –me queje cuando me dejo en la cama– Juro que voy a matar a todos esos hijos de puta–gruñí agarrándome la costilla derecha. –Ahora cuéntame–suplico mi amiga sentándose a mi lado en la cama. Me deje caer sobre las suaves sabanas de algodón. –Primero tengo que decirte algo –dije, ella asintió lentamente, volví a quejarme de dolor, suspiré y le conté todo lo que estaba pasando con su hermana. Su cara pasó de enojo, a más enojo, furria hasta que exploto maldiciendo hasta el aire que respirábamos. –Juro que lo voy a matar por hijo de puta–se levantó de la cama y camino de un lugar a otro por la habitación, maldiciendo todo– pero ¿qué tiene que ver eso con lo que te ha pasado hoy? –se detuvo en seco y me miro con los ojos rojos de el enojo. –No me has dejado terminar–dije, trate de levantarme un poco, pero no pude así que me volví a recostar–como ya te dije yo no deje que Rué llegara hacer el trabajo, ahora Frank quiere que yo tome su lugar –me interrumpí yo misma, la garganta se me seco por unos segundos, trague–así que me dijo que tengo que hacer el trabajo que Rué no hizo y me negué, él se lo comunicó a Gaizka y el muy desgraciado me mando a pegar. –Diablos Lau, lo siento mucho–su voz tomo otro tono de voz mientras se acercaba a la cama. Se volvió a sentar a mi lado–no deberías de pasar por esto, Rué es mi hermana yo soy la que tengo que defenderla. –No te preocupes, me vengare de esos hijos de puta–dije entre dientes. –Como digas–bufo, negó con la cabeza–no voy a dejar que vuelvas a hacer eso Lau, vamos a encontrar la manera de que salgas de este lio–volvió hablar. – ¿Y cómo? –pregunte tragándome el nudo que tenía en la garganta. –No lo sé, pero voy a pensar en algo, ¿sí? No quiero que tengas que pasar por eso de nuevo–asentí–voy a buscarte algunas pastillas para el dolor, si quieres puedes darte un baño y ponerte algo de mi ropa. La vi salir de la habitación y con todo el esfuerzo del mundo me puse de pie y caminé hasta el baño. Me pase todo el fin de semana encerrada en la habitación de Carly, el domingo en la tarde ya estaba cansada de estar en la cama, así que me di un baño rápido y me puse unos jeans y una blusa de mi amiga, también me lleve uno de sus pares de converse y me fui antes de que ella apareciera. Caminé todo el trayecto desde la casa de Carly hasta la de Alex, una parte de mi lo extrañaba, desde el viernes por la tarde que lo encontré besándose con Jess no lo había visto. Por alguna extraña razón me sentía rara, estaba entre enojada, triste y feliz a la vez, no sabía por qué, pero me sentía así. En todo el camino no podía sacar de mi cabeza la imagen de Alex besándose con Jess. Cuando llegué a su casa, me escabullí silenciosamente hasta la habitación de mi mejor amigo. La casa seguía en total silencio, ni el ruido de un mosquito se escuchaba. Cuando estuve en frente de la puerta de la habitación de Alex la abrí despacio. Él estaba allí, sentado en su escritorio como siempre, muy concentrando en su mundo. Cerré la puerta y me apoyé en el marco. –Hola–dije, él miro sobre su hombro, pero no dijo nada, se volvió a girar. Camine hasta su cama y me senté– ¿no vas a decir nada? –pregunte sin tener respuesta. Suspire lentamente y me quede callada por un largo rato, hasta que me aburrí y me levante, camine y me puse a su lado– ¿Me vas a ignorar? –volví a hablar. Alex suspiro, levanto su cabeza y su mirada y la mía se encontraron. Su ceño se frunció ligeramente. – ¿Qué te paso en la cara? –me pregunto, se levantó de su silla, di unos pasos hacia atrás. –Nada–le respondí con la voz entrecortada. Se me había olvidado de que aún tenía algunos moretones en la cara. –Como que nada Lau, si se nota claramente que tienes un golpe en la mejilla–su mano fue a parar a mi mejilla derecha y con sus delicados dedos la acaricio. –Ya te dije que no me paso nada–odie le tono de mi voz, pero era mejor no darle explicaciones. –Por el amor de Dios Lau, como que nada–retiro su mano, sus ojos se oscurecieron. –Es mejor que no lo sepas–susurre. Camino lejos de mí, me agarre del escritorio, su cuerpo estaba tenso. – ¿Por qué? –me pregunto. –Porque es mejor así–dije, él asintió no muy convencido. – ¿Dónde has estado? –volvió a preguntar. –Por ahí–susurre, Alex se veía inquieto, me miraba de una forma que no comprendía, su ceño ligeramente fruncido y su cuerpo tenso me decía que estaba enojado. Y él nunca se molestaba. – ¿Alguna vez me vas a decir a dónde vas o qué haces? –negué lentamente con la cabeza– ¿Por qué? –estaba enojado, su tono de voz me lo decía, nunca hablaba así a mí o alguien. –Es mejor que no sepas algunas cosas, créeme cuando te digo que es mejor– me acerque a él, pero no me dejo que lo tocara. –No te creo, quiero que me digas donde estabas y que te paso en la cara–negué y trate de tocarlo, pero me agarro la mano, busque su miraba, sus ojos estaban tan oscuros–a veces pienso que no te conozco de nada. –Es mejor que no lo sepas–dije entre dientes. – ¿Por qué diablos no quieres que lo sepas? –me grito, me quede paralizada mirándolo con los ojos como plato, él nunca me había gritado. –Es mejor que me vaya–susurre. Pase por su lado, tragándome el orgullo. –Lau, espera– me di vuelta para verme. –No, es verdad, no me conoces–le dije, su mirada cambio en un segundo, volvió a tener esa mirada inocente que tanto me gustaba, su cuerpo se tensó por completo. –Lo siento Lau, no quise hablarte así–se pasó las manos por el cabello desesperado–me inquieta no saber que te pasa, que no me cuentes nada. –Por favor, no sigas–dije, lo miré por última vez, antes de irme. –Lau, no te vayas–susurro. –Es mejor. Y me marché como toda una cobarde que era, sentí como la rabia se me subía a la cabeza, la impotencia, todo a la vez. Estaba tan enojada, quería pegarle a algo o a alguien. Odiaba mentirle, pero tampoco quería que supiera todas las cosas que he querido dejar atrás. Y llore, como nunca lo hacía. Yo nunca lloraba, pero ahora tenía tanto deseo de llorar, deje salir todo.
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