Capitulo 11

1087 Palabras
Samantha –Si el estirado de tu esposo nos ve, me arranca la cabeza– apoye la cabeza en su pecho. –No le digas así, Ángel no es ningún estirado. Ustedes no tuvieron la mejor las relaciones… él solo esta asustado. –¿Tú no lo estas? –negué con la cabeza. –Ha mucho tiempo que deje de tener miedo, solo estoy preocupada por él y por mis niños. –Todo ira bien, encontré el mejor neurocirujano para que te atienda. Si pudiera lo haría yo mismo, pero no tengo especialidad en cirugía. –Ni remotamente que pudieras, Ángel te lo permitiría. –No me importaría– nos quedamos en silencio unos minutos, cerré los ojos, quería guardar aquel momento en mi mente, no quería olvidarlo. –¿Quién es la niña que estaba con tus hijos? –sonreí. –Es Laurel, ella simplemente llego un día a nuestro jardín y nunca se fue. –Se parece a ti– me susurro al oído. –Sí, desde el primer momento en que la vi lo pensé, ella es como yo de joven. Le he tomado tanto cariño, que ya la considero mi hija. –¿Es huérfana? –Sí, Angel y yo hemos estado buscando la forma de adoptarla, pero es como si alguien no quisiera que eso pase, cada vez nos dicen cosas diferentes. –Es muy extraño. –Sí, lo sé. – Siempre fuiste demasiado buena persona, no es justo. –Todos debemos hacernos responsables de los errores que cometemos. Permanecimos abrazados por más tiempo de la cuenta, no quería dejarlo ir. Todos mis pensamientos se fueron destejiendo en mi cabeza, como si alguien, yo, los hubiera unido. Mezclando situaciones que no eran reales. –¿Alguna vez me llevaste al cuarto de Laura para estar en su jacuzzi? – me dejo ir y me miro con el ceño fruncido. –No. –¿Seguro? –Sí, jamás entre a la habitación de Laura. Me quede de pie en la puerta viendo como su auto se alejaba, pensando en lo que acaba de descubrir, ¿Qué otros recuerdos de mi cabeza no eran reales? La música me atrajo desde el estudio y me dirigí allí, abrí la puerta despacio y me cole dentro, mi esposo, mi dulce y amable esposo, estaba tocando el piano, me senté a su lado en el banco. Él dejo de tocar. –¿Se ha ido? –asentí y apoye mi cabeza en su hombro, me quede mirando sus delgados dedos sobre las teclas del instrumento, esperando que volviera a tocar. –Sabes que no tienes porque ponerte así, yo ya no siento eso que tú crees por él. Solo te amo a ti. –no dijo nada, en cambio movió sus dedos y la música nos envolvió en nuestra burbuja, como siempre lo había hecho. Tomo mis manos entre las suyas e intento enseñarme algunas notas para que la tocáramos juntos. Como en los viejos tiempos, cuando solíamos dar conciertos, él en el piano y yo con mi violín. –¿Qué canción es? –Apenas la estoy componiendo para una obra de teatro. – él seguía trabajando como compositor, haciendo música para obras, películas, para otros artistas. –¿Quién es el beneficiario esta vez? –Nuestro hijo– me beso en la frente. –Alex esta escribiendo una obra para su clase de teatro y me pidió que hiciera la música. –sonreí, mi niño. –Me alegro escuchar eso, aunque yo no pueda estar ahí para verlo. –No digas eso, Sam. No lo repitas eso nunca. Permanecimos en el estudio por horas y mientras las notas se deslizaban por mis oídos, recordé aquella noche, cosas, pero todo se mezclaba y volvía a salir a la superficie, como si estuviera en una piscina, me estuvieran halando para que me hundiera. Mi cabeza me iba a explotar, necesitaba callar todo el ruido, las voces, los recuerdos. Necesitaba que alguien me dijera cuales de aquellos recuerdos eran reales. Mamá quitando la vista de la carretera solo un segundo, las luces del otro conductor. No, eso no fue lo que paso. Mamá se salto la luz roja, sí. Era eso. … Abrí los ojos despacio, estaba todo a oscuras, reconocí nuestra cama, su cuerpo al lado del mío, como se aferraba a mí, buscándome mientras dormía. No quería irme y dejarlo, ni a los niños. No quería. Necesitaba más tiempo. la puerta de la habitación se abrió y vi a mi niño entrar, caminar de puntitas hasta la cama y pedirme que lo dejara dormir conmigo. –Cariño, estas un poco mayor para esto. –lo bese en la mejilla, deje que acomodara su cabeza en mi pecho. –No podía dormir y Lau no está– lo sostuve con fuerza, sus pesadillas se volvían mas frecuentes cuando ella no dormía con él y eso me asustaba, porque ella no estará toda su vida. –No quiero Volver al hospital, mamá– lo bese en el cabello esta vez. –Eso no pasara, te lo prometo. No tendrás que volver a ese lugar nunca paz. –se apretó contra mí, escondiendo sus lágrimas en mi pijama. –Las voces, no dejo de escucharlas. –Lo sé, se irán, solo tienes que concentrarme en algo más ¿sí? Busca algo que te ayude a despejar la mente. –asintió, le acaricié el cabello hasta que sentí que se durmió entre mis brazos. No podía imaginarme que será de él cuando yo ya no este, cuando no haya alguien a su lado que lo sostenga las noches que tenga pesadillas, que le limpie las mejillas, que aparta las voces que lo torturan, las voces que también me torturan a mí. Recuerdo la primera vez que se despertó, solo tenía tres años, sus gritos nos despertaron a todos y cuando fuimos a buscarlo, Alec intentaba calmarlo, pero era imposible. Él seguía dormido. Tuvo que dormir con nosotros por años, hasta que ella apareció en su vida. Me escandalice cuando me confeso que ella se escabullía en su habitación por las noches, intente explicarle que eso estaba mal, pero cuando me dijo que desde que dormía con ella no había pesadillas ni voces, lo acepte, le prometí que nadie se enteraría de aquello. Con tal de verlo bien, sano, hacía cualquier cosa. Después de esa confesión le pedí a Ángel que investigara a la niña, de donde había salido, pero no encontró nada, ningún registro, ninguna respuesta al enigma que era. 
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