– ¿Alex? –susurre, camine hasta él y me arrodille a su lado– ¿Qué te pasa? –no tuve respuesta de su parte, con mis manos le agarre la cabeza e hice que me mirara. Sus ojos estaban enrojecidos e hinchados, tenía ojeras debajo de los ojos, su cara también estaba roja– ¿Qué pasa? –volví a preguntar.
–Abrázame, solo eso–susurro con la voz ronca, asentí y lo llevé a mis brazos. Él paso sus brazos por mi cintura. Sus lágrimas caían sin parar en mi hombro.
–Dios, Alex tranquilo, por favor no llores–susurre, pero él no les hizo caso a mis palabras, unas dos horas después estábamos en la misma posición y no había parado de llorar–vamos, levántate–dije, mi amigo asintió torpemente, me puse de pie y lo ayude a levantarse, fuimos hasta la cama y nos acostamos, apoyo su cabeza en mi pecho y paso su brazo por mi cintura, yo con mis brazos lo atraje más hasta mí. Ahora me sentía como una mala amiga por haberlo dejado solo por tanto tiempo. –Te he traído algo de comer– susurre.
–No tengo hambre.
–Pero tienes que comer, por favor. Hazlo por mí. – no me respondió, se acomodo mejor, estaba tan asustada por él.
Sentía la respiración pesada de mi amigo en mi cuello. Se había quedado dormido y por no despertarlo yo también me quede dormida junto a él. Cuando desperté, Alex me sujetaba con fuerza de la cintura, como si no quisiera que yo me fuera, pero no quería irme a ninguna parte. Le acaricie el pelo despacio. Odia verlo tan mal. Me sentía mal por haberlo dejado en estos momentos. En mi cabeza estaba sucediendo un debate emocional del tamaño del continente africano, entre si decirle a Alex lo que paso hace rato con su hermano o mejor me quedaba callada. Me carcomía por dentro mentirle a él, sabía cómo odiaba las mentiras, lo que menos quería era hacerlo sufrir con mis mentiras, pero él estaba tan triste en estos momentos. Después de largo rato pude liberarme de su agarre y me metí en el baño. Tomé una larga ducha, de una media hora, me sirvió para pensar un rato en todo lo que estaba pasando a mi alrededor, como el mundo se pude derrumbar para una persona en solo unos instantes.
Al salir del baño busque en el armario y me supe unos jeans y una blusa negra, con unas sandalias y amarre mi cabello en una cola de caballo. Salí de la habitación, el hambre estaba haciendo estragos en mi estómago, cuando llegue a la cocina estaba sola así que me preparé un sándwich y uno para Alex ya que eso era lo único que se me daba bien. Puse la tetera con agua para prepararle un té a mi amigo. Rebusque en los cajones por alguna fundita de algún té. Solté un gritico cuando sentí unas manos en mi cintura. Sentí como el corazón se me subió a la garganta, me di media vuelta y me encontré con los ojos de Alec que escondían una sonrisa divertida.
–Joder–gruñí, él dejo salir una carcajada y le pegue en el pecho.
–Que miedosa–se burló y le volví a pegar, se quejó, pensé que iba a decirme alguna grosería, pero fue todo lo contrario me agarro la cabeza a ambos lados con sus manos y me beso. Sorprendida dude en responderle el beso, aunque al final me deje llevar.
– ¿Qué hacen? –la voz de una niña nos sobre salto y ambos nos alejamos de un rápido movimiento. Con la respiración y el corazón alterado.
–Nada, Liz–hablo el chico a mi lado. Le sonreí a la pelirroja, quien nos miraba con las cejas levantadas, debía de tener 11 años.
– ¿Y Alex? –pregunto Liz.
–Está durmiendo–le respondí, ella asintió y se marchó dando saltitos. Me voltee a ver a Alec que miraba con el ceño fruncido por donde se había ido la niña. Me fije que lleva el uniforme del colegio– ¿Ya te vas al instituto? –pregunte, él asintió lentamente. El silencio cayo entre nosotros por un rato, hasta que el ruido de la tetera me hizo salir de mi transe. Fui apagar la estufa y serví el agua caliente en una taza. Saqué el paquetico de té y lo introduje en el agua.
– ¿Para que el té? – mire de reojo a Alec, que seguía en la misma posición que hace algunos minutos.
–Para Alex, no está muy bien–respondí, sentía como el nudo se me hacía en la garganta. Él no dijo nada, pero cuando me iba a marchar de la cocina sentí sus pasos detrás de mí, lo que hizo que me pusiera nerviosa, todo el camino hasta la segunda planta de la casa me siguió de cerca, no dijo nada cuando estaba por entrar a la habitación de mi mejor amigo, sus manos en mi cintura me paralizaron.
–Dejaste algo en mi habitación ayer–susurro en mi oreja, sentí los bellos de todo mi cuerpo erizarse.
–No las encontré–respondí tartamudeando.
–Cuando quieras puedes ir a por ellas–asentí lentamente porque no podía ni articular palabra por el nudo de la garganta–nos vemos–termino dejando un beso en mi mejilla. Me quede allí parada por un rato, con la bandeja con los dos sándwiches y el té. Suspiré unas cuantas veces hasta que me decidí entrar. Tenía un gran problema si con tan solo unas palabras me ponían tanto.
Al entrar a la habitación Alex, ya no estaba durmiendo, pero aún seguía acostado.
–Hola–dije y le sonreí un poco, él no dijo nada, me acerque a la cama y con cuidado deje la bandeja en la mesita de noche, junto a su cama–te he traído algo de comer y un té.
–Gracias–susurro, se levantó un poco, sentándose en la cama, le pase la taza y él con manos temblorosas la tomo. Lo mire beberse el contenido caliente. Sin decir una palabra, él tampoco fue que dijo mucho. Nos cominos el sándwich en total silencio, no sabía que decirle. Alex tenía la mirada perdida y su rostro seguía tan pálido como una hoja de papel. Cuando termino de comer volvió a acostarse y yo hice lo mismo, me puse de lado para poder ver su rostro, seguía sin decir nada y me preocupé mucho.