- ¿De dónde vienen tan mojados y alegres? –nos preguntó don Paco antes de llegar a las escaleras de la pensión.
- De hacer el amor –le respondí alzando los hombros.
- Imagino que habrán usado protección muchachos…
- Ya hubiera querido tener protección don Paco –expresé muy efusivo- para no terminar mojado…
- ¡Muchacho del demonio! –intento golpearme, pero, jalé muy rápido a Rachele y nos fuimos riendo a su cuarto para cambiarnos.
- ¿Por qué le mentiste a don Paco diciéndole que hicimos el amor?
- Porque eso fue lo que hicimos cariño –le respondí mientras subíamos corriendo las escaleras.
- Espera –se detuvo antes del último escalón, estaba jadeando mucho– No… No entiendo…
- Necesitas ejercitar el cuerpo he… JAJAJA –ella intentó reír, pero el jadeo no la dejó…
- Explícame pues…
- Si dije que hicimos el amor, fue porque en esta mañana disfrutamos el uno del otro y al parecer hoy se marca un antes y un después en nuestra relación –esto último le dije con una gran sonrisa.
- ¿Por qué? –me acerqué a su oído y le susurré…
- Porque hoy compraremos los muebles para nuestra “Guarida de amor”
- ¡¿Guarida de Amor?! –me preguntó riendo– ¿No pudiste encontrar un mejor nombre para nuestro piso?
- ¿No te gusta? –ella negó con la cabeza– Pero si a mí me encanta…
- ¡Que era broma! –me mencionó luego de percatarse de la carita de perro triste que puse.
Subimos a su cuarto y la dejé que fuera al baño que estaba al final del pasillo para que se duchara mientras yo buscaba en la maleta que había traído un pantalón con algún polo suelto para este día. Finalmente me decidí por un polo plomo que me encantaba, era suelto y con el cuello descubierto; muy a mi estilo hogareño.
- ¡No puede ser! –grité al darme cuenta de que me había olvidado mis sandalias y traje de baño en casa de mis padres.
Bajé a buscar a don Paco para que me prestase la suyas, pero él no fue muy amable conmigo…
- ¿Qué te preste mis sandalias? –me devolvió la pregunta riendo– Pero tú estás loco muchacho –se acercó mucho a mí– a mi nada me garantiza que tengas los pies sanos de hongo o esas cosas.
- Venga don Paco… ¿Usted me ve con cara de tener hongo o pezuña?
- Caras vemos, pies no sabemos… -me respondió el viejo que cada vez que caía mejor– a bañarse a pie calato, que la ducha no tiene ninguna peste.
- Duchas vemos, pestes no sabemos Paquito –su mirada dejaba entrever que me quería matar, pero sin que se de cuenta lo cogí de los hombros y le besé la calva que no le caía nada mal.
- Thomas…
- Dígame…
- Estuve a esto –con su mano hizo un gesto– de darte mis sandalias, pero hiciste algo que no se lo perdono a nadie –sentenció.
- ¿Qué cosa? –pregunté extrañado.
- Llamarme “Paquito” –se dio la vuelta, y se fue quien sabe a dónde, yo subí al cuarto de Rachele muy confundido, la puerta estaba cerrada, seguramente Rachele ya se estaba cambiando; yo me quedé parado junto a la puerta esperando que terminara de cambiarse.
- ¿Qué tienes? –me preguntó Rachele que recién salía de la ducha.
- Nada cariño… Creí que ya te estabas cambiando…
- Recién salgo de la ducha, ¿no estabas dentro?
- Si solo que… mejor pasemos –le pedí, pero la llave Rachele la había dejado en el velador.
- Don Paco tiene copias, ve y pídele una…
- Mejor ve tú cariño, no creo que quiera verme…
- No creo que sea para tanto, lo de los condones fue una broma…
- No lo digo por eso…
- ¿Entonces?
- Te cuento dentro ¿Vale?
Ella bajó con su toalla de baño puesta, dejando en el piso gotas de agua que caían de su cabellera.
(…)
- Ya dime que pasó –ya estábamos dentro del cuarto, sentados ella aún con su traje rosa de baño.
- Sabes por que a don Paco le molesta que le digan “Paquito”
- ¡No me digas que le dijiste “Paquito”! –este último nombre lo dijo como un susurro.
- Si…
- Lo que pasa es que así le decía su difunta esposa –empezó a decirme– era la única persona que le decía así y por ello no permite que nadie más le diga así.
- Ahora entiendo…
- Luego te disculpas, le dices que no sabias y ya…
- Vale...
- Ahora ve a bañarte, estoy muy emocionada porque compremos nuestras cositas para nuestra “Guarida de Amor”
- Cierto mi amor, pero tengo un pequeñísimo problema…
- No me digas que don Paco te echó…
- No… cálmate –la agarré del brazo porque ya se había puesto en pie para quizá ir a reclamarle a don Paco– lo que pasa es que no traje de casa de mis padres mis sandalias ni mi traje de baño.
- ¡Ay! Ese sí que es un gran problema, yo no quiero que vayas por el pasillo enseñando todo y menos caminando descalzo –se sacó su sandalias y empezó a sacarse su traje de baño delante mio dejándome al descubierto toda su hermosura de mujer, se acercó hacia mí muy decidida sentándose en mis piernas y me agarro de las manos, pasó sus labios de largo sin detenerse en mi boca hacia la parte posterior de mi cara, y por un momento creí que iba a morderme la oreja para despertar en mi la llama del placer, porque mi m*****o ya estaba despierto desde que se subió en mí– yo te prestaré mis sandalias y ropa de baño mi amor –me susurró al oído, luego se puso en pie y se rio al verme tan confundido- ¡¿Qué?! –me preguntó.
- Te veías tan sexy que por un momento creí estar soñando…
- Lo sé cariño… -me miró al entre pierna– se te nota JAJAJA –y por primera vez en mi vida, me sonrojé ante una chica, que ya está comprobado que llegó a domar al potro. No me terminaba de tragar el cuento de que era virgen y que nunca había tenido algún enamoradito, algo que no sabia que era no me dejaba pasar eso y además el día que conocí a don Paco, el mencionó que Rachele le había pagado un adelanto de dos semanas, cuando a mí me dijo que no había tenido mucho dinero y eso es, además trabajo había conseguido hace solo unos días- ¿Qué pasa? –me preguntó al darse cuenta de que estaba vagando en mis pensamientos.
- Nada cariño…
- ¡Ya quiero verte puesto mi traje!
Dejé de lado toda mi masculinidad para complacer a mi enamorada, y es que cuando se está enamorado hasta las trancas, ya no importa dejar a un lado nuestros principios machistas de hombre rudo, simplemente dejamos que ellas hagan con nosotros lo que quieran, solo para hacerlas reír.
- Pero que sexy mi amor… ¡Estas como para tomarte una foto!
- Noooo…
- ¡Que sí! ¿Dónde está tu celular? En el cajón del velador, ahí lo dejé junto al tuyo antes de irnos a la playa… -ella fue corriendo al velador y sacó mi celular- ¿De dónde se prende?
- Préstamelo –ella me lo dio– este es el botón de encender, solo lo presionas así y ya se prende, luego con tu dedo deslizas la pantalla y ya está.
- ¡Hey! Que no soy de la edad de piedra…
- Pensé que no sabias…
- ¡Venga ya! Posa mi amor.
Y una vez que ya se perdió la masculinidad frente a tu amada, ya nada cuesta hacer el ridículo y las de gay para complacerlas. Me tomó como treinta fotos y en todas salía como un tremendo travesti, luego vino a mí y nos tomamos unas cuantas selfis. Fui a bañarme, y pasar por el pasillo fue sin duda alguna el momento mas vergonzoso de mi vida, pero gracias a Dios, no había nadie en él. La ducha era igual que el cuarto, muy pequeña y muy simple, el agua estaba helada, yo jamás me había bañado con agua helada en casa de mis padres, pero era obvio que ya no estaba viviendo con ellos y que tenia que acostumbrarme a mi nuevo estilo de vida. Al salir de la ducha, me topé con el señor Luis y se quedó observándome, a mí y a mi traje rosa, a mí y a mi masculinidad por el piso.
- Es de mi enamorada –traté de excusarme sin siquiera saber porque lo hacía, si aquel señor era un completo desconocido para mí– bueno, me voy, fue un gusto.
El señor no me dijo nada, solo me miraba quizá aguantándose la risa, pero eso era muy difícil de saber porque su mirada perdida y confusa, dejaba a quien la miraba cierto desconcierto.
Llegué al cuarto de Rachele, y ella estaba sentada en la cama frente a un espejo terminándose de maquillarse.
- ¿Te gusta el nuevo traje mi amor? –me preguntó.
- ¡Me encanta! Es más, luego de comprar los muebles me haces acordar para comprarme uno idéntico al tuyo.
- Tenlo por seguro mi amor –para mal mío, Rachele se lo tomó literal y no entendió el sarcasmo.