CAPITULO 36

1848 Palabras
Decía un profesor de la secundaria que las personas siempre terminan acostumbrándose a los vuelcos que la vida les presenta; nos acostumbramos a los zapatos ochenteros que nos compró la abuela por navidad, a los nuevos amigos de la primaria y secundaria, a los cambios que nuestro cuerpo nos ofrece desde los once años de edad, y así nos acostumbramos a todos los cambios que se nos presentan a lo largo de nuestra vida, porque está en nuestra naturaleza la capacidad de adaptación; y yo, necesitaba desarrollar aquella capacidad lo antes posible. -         ¡Despierten! ¡Despierten! ¡Despierten! –con estos gritos fue como nos despertó don Paco a Jon y a mí, pero no fueron sus gritos los que lograron despertarnos, sino la olla y el cucharon que utilizó como bombo. -         Déjanos dormir abuelo –se quejó Jon entre dormido. Yo me puse la almohada sobre la cara para evitar los grotescos ruidos. -         Jon –le hablé sin sacarme la almohada de la cara. -         ¿Qué? -me respondió. -         Me parece raro que don Paco se haya marchado para dejarnos dormir –le advertí entre susurros. -         Seguro se fue al baño. Ya no le dije más, seguí durmiendo hasta que don Paco nos demostró que nunca se debe bajar la guardia con una persona mayor. Tardó mucho en regresar, pero cuando lo hizo, fue tan silencioso que no nos dimos cuenta de lo que tramaba, y tal y como lo hizo el día anterior conmigo, nos despertó tirándonos agua, claro antes de hacerlo conmigo, me sacó la almohada para que esta no me libre del castigo. -         Ahora si –nos dijo riendo- ¡Buenos días queridos nietos! -         Buenos días abuelo –le respondió quejándose Jon. -         ¿Y tú no sabes saludar muchacho? -         Lo siento don Paco, pero creo que a mí también me dijo nieto ¿o estoy equivocado? –le pregunté extrañado. -         Desde ayer dejé en claro que seriamos una familia ¿no? –por un momento me sentí algo extraño hasta que Jon me abrazó. -         Buenos días hermano –me saludó sonriendo y yo no sabía que decirles, solo les sonreí. -         Ya serán las seis de la mañana, los muchachos nos esperan para desayunar antes de que se vayan a vender –nos avisó don Paco. -         ¿Rachele también está allí? -         Claro que si muchacho, no demoren –nos advirtió antes de salir. Jon y yo llegamos al comedor unos minutos después, luego de lavarnos la cara y peinarnos. Rachele estaba sentada junto a Thalía conversando, y ella cuando me vio llegar quiso pararse para darme el asiento, pero Rachele la detuvo y yo me terminé sentando entre Steven y don Paco. En la mesa había huevos revueltos, café y algunos panes con mortadela, un desayuno simple pero muy delicioso para todos ellos, A mí el café no me gustaba tomarlo en la mañana, pero no les podía despreciar el desayuno que hicieron con tanto cariño. -         Ya que estamos todos reunidos –empezó a decir don Paco– ahora si podemos desayunar, familia –esto último lo dijo con una enorme sonrisa en su rostro. -         Antes de empezar a comer –empezó a decir Steven– yo le quiero dar el pésame a Rachele –todos se quedaron en silencio, y por un momento recordé que su abuela estaba muy delicada y temí lo peor. Me puse en pie y me fui junto a ella. -         ¿Qué pasó cariño? –ella me miró extrañada, no sabía a que se refería Steven y por las expresiones de los demás ellos tampoco sabían. -         ¿A qué te refieres? –le preguntó Rachele. -         Como es que no te has enterado de que Jon quiere quitarte a Thomas, no vez que hasta ya pasaron la noche juntos –y el comedor exploto en carcajadas encabezadas por Clark y don Paco. -         Jon no es mi tipo –respondí bromeando, le agarré la mano a Rachele y se la besé– jamás te cambiaria cariño y menos por Jon. -         Pero si no estoy tan feo –se quejó Jon, y las carcajadas no dejaban de sonar en el comedor, Rachele me estaba sonriendo, parecía estar un poco menos enojada que anoche y eso era bueno. Yo regresé a mi asiento y empecé a comer mientras Steven y Clark seguían bromeando a Rachele porque dormí junto a Jon, Thalía disfrutaba de la escena al igual que don Paco; verdaderamente se percibía un ambiente familiar y con cada segundo que pasaba yo me sentía un m*****o más de ellos; risas, carcajadas, bromas y miradas sinceras estaban frente a mí, rodeándome de amor, de ese amor familiar al que creí no volver a sentir luego de que falleciera mi abuelo. Después de unos 25 minutos llenos de felicidad, mis nuevos “hermanos” agradecieron el desayuno y se fueron a abrir su cafetería, Rachele y yo nos quedamos junto a don Paco quien aún no terminaba de desayunar. -         ¿Y a ustedes que les pasa? –nos preguntó de repente, Rachele bajó la mirada y empezó a jugar con la cucharita que estaba dentro de su taza. -         Tuvimos un pequeño mal entendido don Paco –le comenté apenado. -         ¿Pero qué demonios le hiciste muchacho? –me espetó con el ceño fruncido. -         No me hizo nada don Paco… -Rachele habló para defenderme– Lo que pasa es que anoche lo llamó una ex enamorada y me dio celos… -don Paco volteó a mirarme esperando que yo hablara. -         Es cierto –acepté– pero yo ya no le he hablado, ni nada, es más hasta la bloqueé anoche de mis r************* –saqué mi celular del bolsillo para enseñarle a Rachele, pero ella me detuvo. -         Thomas espera… -me dijo ella– yo no sé cómo funcionan esas cosas de f*******: y r************* , como te has dado cuenta mi celular es antiguo… -         Yo creí que si sabias… bueno, pero ya la bloqueé entonces no podrá hablarme ni saber nada de mí –guardé mi celular– y también bloqueé su número y ya no podrá llamarme. -         Thomas, vamos a mi cuarto -me dijo, yo me puse en pie para irme con ella, pero don Paco me detuvo. -         Rachele ve avanzando, mientras yo hablo con Thomas –ella obedeció y se fue–; siéntate aquí junto a mi muchacho. -         Yo le juro que no volveré a ver a esa chica don Paco, quiero mucho a Rachele de verdad, ella sólo es una muchacha del pasado que no me interesa… -         ¡Cállate! –me espetó mientras se puso en pie y se dirigió a la puerta del comedor para percatarse si Rachele nos estaba espiando– Un hombre puede tener las mujeres que quiera en la calle, pero debe tener mucho cuidado de que su mujer no se enteré, sino ella sufrirá y eso si estaría mal –me mencionó mientras se acercaba a mí. -         ¿Me está diciendo que puedo salir con más chicas? -         Siempre y cuando no se entere Rachele… -él ya estaba sentado. -         ¡¿Usted está loco?! Quiero hacer bien las cosas por primera vez en mi vida y no engañaré a Rachele nunca. -         Los cara bonita como tú, siempre tienen chicas detrás y la carne es débil ¿o no muchacho? -         Bueno, usted tiene toda la razón… -         Y cuando eso pase, trata de que Rachele no lo sepa, porque si la haces sufrir tendrás a toda una familia que te linchará ¿Entendido? –yo asentí– Bien, ahora ve con la bonita y arreglen sus problemas. Lo que menos esperé esa mañana fue que don Paco me diera clases de infidelidad, yo, esperaba que me llamará la atención, que me diera una de esas gritadas que un padre le da a su yerno cuando este le ha faltado el respeto a su hija; pero no fue así, tal vez porque después de todo don Paco no sentía ningún apego por Rachele por más que así lo dijera. Pero no le iba hacer caso, yo no quería engañar a Rachele, he vivido una vida llena de mentiras, engañándome a mí mismo sobre lo que quiero y deseo y ya estaba harto de este mal mundial que deja muchas decepciones en las personas. Subiendo las escaleras me crucé con una chica, me saludó muy amablemente y yo le respondí la cordialidad con una sonrisa; era morena, muy delgada y con el cabello color canela que le caía perfectamente. Antes de llegar al cuarto de Rachele sentía un vacío enorme en el pecho, de esos que nos profetizan algún acontecimiento desagradable en nuestras vidas, los vellos de mi brazo empezaron a erizarse y el labio inferior me temblaba, me temblaba tanto que ni yo me reconocía, era un estado corporal en el que solo entré una vez en mi vida, y fue cuando el médico que atendió a mi abuelo me dijo que ya no podían hacer nada por él. Y si, cuando estamos a punto de perder a alguien especial en nuestras vidas, nos damos cuenta de lo vulnerables que realmente somos y que el infierno no es más que el futuro que nos espera, al vivir sin ellos. La puerta de su habitación estaba cerrada, puse mis manos en la pared, tomé aire y toqué la puerta, ella me abrió en seguida; estaba sonriendo, tenía la sonrisa perfecta y esos ojos que le brillaban como la noche de nuestro primer beso, me agarró de la mano y me hizo entrar, cerré la puerta y me dejé llevar por ella hasta la cama donde nos echamos bocarriba sin soltarnos de la mano. -         Cariño… -empecé a decirle, pero ella me puso el dedo de su mano que no me agarraba, en mi boca, para que me callara. -         ¿Te puedo pedir una sola cosa Thomas? –me preguntó sin dejar de mirar al techo, yo le volteé la cara para que me mirase. -         Claro que si cariño… -ella se sentó junto a mí, me agarró ambas manos sin dejar de mirarme. -         Lo que quiero es que desde hoy no me falles –yo quise sentarme, pero ella me detuvo– no me importa que hiciste antes del viernes porque tú y yo estamos juntos desde ese día y lo único que importa es qué hacemos ahora y no, que hicimos en nuestros pasados… Te quiero, te quiero mucho y no quiero que llegue el día en el que no vea tu tonta sonrisa –empezó a reír, para luego empezar a llorar tal vez por la emoción del momento, estiré mis brazos y la jalé hacia mí, la abracé, la abracé tan fuerte que cuando nuestros pechos se juntaron empecé a sentir como nuestro corazones latían a un solo ritmo y dejaban en nuestro interior la melodía de amor más hermosa que nunca jamás se pudo escuchar en esta vida.
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