Capítulo 2

2473 Palabras
Papá, no me trates como una niña, tengo veinticuatro años, hace rato que soy mayor de edad y cualquiera puede tener un accidente. —Cualquiera, pero no tú, tú eres mi más preciado tesoro y durante todos estos años te he cuidado, te he mantenido alejada de todo, y ahora por ese maldito accidente ha salido en todos los telediarios y eso no me gusta —respondió un enfadado Osman. —Papá… debes entender que no puedes protegerme del mundo, que soy lo suficientemente fuerte para enfrentarme a él —suspiró Amelia agotada de la conversación con su padre. —Hija… cuando tu madre nos abandonó dejándonos solos prometí cuidarte y es lo que he hecho siempre. —De acuerdo papá, te amo —asintió Amelia intentando calmar a su padre —. Siempre hemos sidos tú y yo y te prometo que así seguirá siendo, pero debes dejar que me equivoque, que cometa mis propios errores, sé que cuando te necesite tú estarás ahí. —Pero no siempre será así hija, la vida se encarga cada día de demostrarme que no somos eternos, por eso quiero que estés a mi lado el tiempo suficiente para que seas tan fuerte como yo, eso te ayudará cuando tengas que hacer frente a la vida — el padre se quedó mirando a su única hija, la que tuvo con esa mala mujer que se fue dejándolos solos, dejándolo al cuidado de una niña de apenas cuatro años de nacida, quien se convirtió en una hermosa mujer, por desgracia muy parecida a su madre. —Lo soy padre, soy tu hija y eso me hace fuerte — Amelia se acercó y abrazó a su padre, era un hombre bueno, daba trabajo a muchas personas, había creado su imperio desde abajo, sin ayuda de nadie. Cuando él y su madre emigraron desde Turquía eran solo dos jóvenes con una maleta a cuesta y con ganas de comerse el mundo. Su padre se lo ha comido a base de trabajo y dedicación, su madre en cambio no quiso esa vida, no la quiso a ella y se fue dejándola al cuidado de su padre. Siempre se ha preguntado, ¿Qué madre hace eso? ¿Qué madre abandona a su única hija? De su madre no tenía ningún recuerdo, era muy pequeña cuando se marchó, tampoco había fotos en la casa para verla, si había alguna su padre las tendrá guardadas y ella nunca se ha interesado en conocerla, bastaba con saber que no la quiso, que no le importó dejar a una hija que necesitaba de su madre para crecer sin miedo, por eso ella tampoco la ha querido en la de ella. Una madre se queda, no importa los problemas que tenga con su pareja, pero se queda por su hija y si no puede quedarse se la lleva con ella, pero su madre decidió la vida más fácil y la dejó al cuidado de su padre, hecho que hizo que creciera rodeada de empleados, con el cariño de  su padre, pero sin el amor y cuidado de su madre. Se despidió de su padre y subió la escalera hasta su habitación, necesitaba estar sola, a su padre lo adoraba, pero era una persona muy monopolizadora, muchas veces sentía que no la dejaba respirar, que se ahogaba, y cuando eso pasaba necesitaba espacio entre los dos. —Amelia… no quiero que salgas sola, por favor — gritó su padre cuando ella estaba terminando de subir la escalera. —De acuerdo papá —responde cansada —. Hoy no voy a salir, así que no te preocupes. —Amelia entró a su habitación, se tiró en la cama y se quedó mirando el techo fijamente, mientras se preguntaba; ¿en qué mierda se estaba convirtiendo su vida? estudiaba administración de empresas en la NYU[1] porque su padre se lo pidió, porque en realidad ella quería estudiar diseño. Su mente recreó ese momento… —Amelia, ¿Para qué te va a servir una carrera de diseñadora si nunca la vas a necesitar? Tienes que ser más pragmática y estudiar una carrera que te sirva para llevar mis negocios. —Pero papá… los números y yo no nos llevamos bien, tenemos una relación complicada, yo soy más de moda y… —Y nada Amelia, eres mi única hija, serás quien herede todo lo mío algún día, no quiero que todo lo que tengo pase a manos extrañas, me ha costado mucho llegar hasta aquí, para que ahora mi hija me salga con que quiere estudiar una carrera de marica. —Papá, diseño de moda no es una carrera de marica —refutó Amelia sin poder creer como pensaba su padre. — ¿Ah no? entonces, ¿qué son el Dior, el Doce & Gabbana y no sé cuáles otros más? —Amelia se quedó mirando a su padre sin saber que pensar, no daba crédito a lo que estaba escuchando. —Papá… —intentó explicar a su padre como si de un niño se tratara —. Es muy complejo indagar las razones por las cuales algunos hombres gais se interesan en la moda, creo que es por su sensibilidad de crear algo  hermoso, pero hay muchos diseñadores buenos que no lo son y estoy segura de que si me dejas serlo yo estaré del lado de los que no lo son. — ¡Chorradas! —contradijo su padre, diciendo como siempre, la última palabra.  Amelia sabía que era una utopía cambiar la forma de pensar de su padre, por más intentos que hizo fue imposible y llevaba más de tres años estudiando una carrera que no eligió.   ******   Osman Murak se quedó sentado en su espectacular salón del ático que tenía en el céntrico barrio de Tribeca[2], con unas vistas impresionantes de la ciudad de los rascacielos. Pero esa noche él no estaba mirando las vistas, esa noche su mente divagaba en todas las cosas que había tenido que hacer para ser quien era; un empresario consagrado, serio y reconocido por la  elite más alta de la gran manzana y por el mundo entero, pero nadie sabía lo que le había costado hacerse de un nombre, nadie sabía las vidas que había tenido que dejar en el camino y que el sacrifico más grande que había hecho había sido dejarla a ella, a la madre de su hija, a quien tuvo que alejar porque su presencia estaba resultando un tanto complicada, pero se quedó con lo que más quería en el mundo, su hija, Amelia era la niña de sus ojos y por ella sería capaz de llegar a donde jamás nadie ha llegado y eso que  nunca se ha trazado límites. Amelia era una mujer muy hermosa, para su desgracia muy parecida a su madre, tanto que cuando la miraba, por unos segundos pensaba que la estaba mirando a ella, a esa mala mujer que lo traicionó de la peor manera y no una vez, una mujer que nunca reconoció su amor y entrega para con ella y su hija. Mientras  Amelia estaba pequeña era más fácil controlarla, pero a medida que su hija ha ido creciendo cada vez se hacía más complejo, Amelia era una hermosa mujer que por donde quiera que pasaba todos se giraban para verla, pero también era muy inquieta, nunca se quedaba tranquila, cuando quería algo iba a por ello, en ese aspecto era muy parecida a él, pero esa característica en su hija le daba mucho miedo,  sabía que perfectamente podía convertirse en carne de cañón, había mucha gente que lo odiaba, que querían verlo muerto y su hija podía ser un punto clave para hacerle daño, por eso siempre había intentado protegerla. Ese día había pasado mucho miedo, después de que se le metió en la cabeza lo del coche siempre tenía el alma en un vilo, porque le gustaba conducir y hacerlo sola. Quizás haya sido un accidente, quizás no, por ello su hija tendrá más seguridad lo quiera o no, a él le daba igual lo que dijera ella, nunca se había detenido a pensar si lo hacía bien o mal cuando se trataba de su seguridad. Hacía ya unos cuatro años que un delincuente intentó matarlo para atracarlo, pero tuvo la suerte de que esa bala fue a parar al cuerpo de su chofer. Según tenía entendido ese chico fue sentenciado a cuatro años en la correccional del estado de Manhattan y si no había muerto en la cárcel, debía de estar más que arrepentido. —Raúl —llamó a su jefe de seguridad, quien en fracción de segundos estaba en el salón. —A su orden señor. —A partir de mañana quiero más seguridad para Amelia, un equipo delante y otro detrás de su coche, siempre deben estar cerca de ella, no quiero más errores. —Así será señor, pero la señorita Amelia no… —Me da igual lo que piense mi hija —interrumpió con énfasis —. Aquí el único que tiene derecho a pensar y a tomar decisiones soy yo. —De acuerdo señor —el jefe de seguridad salió tan sigilosamente como  entró, dejando sentando en el mismo sitio a Osman Murak.   ******   Mientras tanto en el otro lado de la ciudad, específicamente en el barrio del Bronx estaban Logan y Marcelo sentados mirando la tele, comiendo pizza y tomando cervezas, ninguno hablaba, estaban enfrascados en lo que estaban haciendo, o pensando, porque el cerebro de Logan estaba trabajando a mil por horas, pensando en lo que vio en la tele hacía un rato y dudando si decírselo a Marcelo, era su amigo, su hermano, su representante o la mierda que fuera. Habían vivido muchas cosas juntos, pero estaba seguro de que Marcelo no secundará la idea que le estaba pasando por la cabeza, por eso prefería quedarse callado. — ¿Dime que mierda está pasando por tu cabeza? te conozco y cuando te quedas tan callado es porque ese puto cerebro está maquinando algo grande, esa es la ventaja de usar los sesos más que la boca, me lleva ventaja —infirió Marcelo llevándose el trozo de pizza a la boca. —Cuando dejas de hablar por muchos años te acostumbra a no usar tanto tus cuerdas vocales y empiezas a usar más el cerebro —enfatizó Logan con su hablar pausado aparentando una tranquilidad que no tenía. —. No sesos  y cuando se está comiendo no se habla. —Mis cojones… —Deja de ser tan mal hablado, si los psicólogos del centro te escuchasen te encerrarían de nuevo. —No me toques los cojones —repitió Marcelo empezando cabrearse —. Que sé lo que haces, quieres desviar mi pregunta para no responder y eso es lo que más miedo me da. —Vale, ¿sabes que el asesino de mi padre tiene una hija? —preguntó intentando quitar importancia al asunto. —No, pero me acabo de enterar, ya sabía yo que algo gordo te traías. —. ¿Qué piensas hacer con ella? te conozco y… —De momento nada, solo estoy pensando que mientras yo me he criado en hogares de acogidas, en las calles y más tarde en el centro penitenciario esa chica ha vivido con sus padres y rodeada de lujos, quizás con parte del dinero de le empresa que era de mi padre. —j***r… visto así… —Visto así y vivido así, lo sabes, te he contado mi vida, sabes cómo pasaron las cosas, y respondiendo a tu pregunta sobre que pienso hacer con ella, no lo sé, porque en realidad mi problema es con él, pero ¿Qué tal si la muerte solo es un descanso para él? ¿Qué tal si sufre más quitándole a la persona que más ama? —Logan… me estás dando miedo… —Es la ley del talión… ojo por ojo. —Pero… esa chica no es culpable de tu desgracia —intentó convencerlo Marcelo. —Yo tampoco era culpable de nada, tan solo era un puto crío de ocho años a quien dejaron solo en el mundo, un crío que en un abrir y cerrar de ojos no tenía padre, ni a donde ir, así que no me vengas tú con lecciones de moral — Logan vociferaba cabreado. —Soy el menos indicado para darte lecciones de moral o la mierda que sea, mi vida no ha sido distinta a la tuya, solo que en la mía no hubo un asesinato, ¿sabes por qué? porque nunca hubo un padre, ni siquiera para verlo morir. —Marcelo… —Marcelo mis cojones Logan, no eres el único que ha pasado cosas, no eres el único que ha crecido solo, en las calles, no eres el único que ha estado en prisión, por los motivos que hayan sidos, tampoco eres el único a quien la vida le ha quitado algo, tú y yo sabemos lo que significa esa palabra así que no seamos iguales, no quitemos nada a nadie. Afortunadamente yo ya pasé esa etapa —aclaró mirando a Logan —. Esa de robos menores por lo que he estado entre rejas. —Yo solo quiero que mi padre descanse en paz, que ese hijo de puta sufra y se entere que he sido yo, aquel niño de ocho años que observó todo detrás de una columna de un callejón, que se quedó sin voz y que… —Logan hizo una pausa para respirar, se estaba ahogando, por lo que Marcelo aprovechó para seguir convenciéndolo de que ese camino no era el correcto. —Logan… yo soy uno más a los que esta sociedad de mierda ha decidido tratar como un paría del destino. Por un tiempo estuve perdido robando lo que podía aquí y allá, pero cada vez quería llegar a más, por ello mis robos de cosas sencillas se convirtieron en atracos a mano armada, hice daño a personas inocentes, pero he saldado mi deuda con la sociedad, fui a la cárcel y pagué por ello.  » Esa sociedad que me juzgó y me encerró me está dando la oportunidad de una reinserción, de ser alguien, de empezar de nuevo y si  nos encontramos en esa podredumbre de prisión fue por algo, yo soy tu amigo, tu hermano, nunca te traicionaría y lo sabes, porque los amigos que se conocen en prisión y pasan tantas cosas juntos lo son para toda la vida, así que no te voy a permitir matar a esa chica. —Pero es que yo en ningún momento he dicho que la voy a matar, solo la voy a s********r para que su padre vea lo que se siente cuando te falta la persona a quien más quieres en el mundo.           [1] Es una de las universidades privadas más grandes de Estados Unidos. Situada en el centro de Manhattan.   
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