Antes de retirarme del comando GianPaolo me regaló un gas de pimienta por si me encontraba en peligro en algún momento. Caminé hacia el estacionamiento de la línea de taxis, a esa hora de la tarde los buses locales estarían demasiado llenos de colegiales y yo quería regresar pronto a casa. Aún tenía a Abraham Thorne en la cabeza, GianPaolo me había dicho que le avisara en tal caso que este me abordara de nuevo, con una cuarta vez ya tendría motivos suficientes como para detenerlo y encerrarlo unos cuántos días por acoso y mayores sospechas incriminatorias. La gente iba y venía por las aceras esa tarde, por suerte no estaban todos mirándome cada vez que les pasaba a un lado, y aunque eso debió haberme hecho sentir más cómoda, no lo estuve por andar buscando con la m

