El joven Daniel, no contento con lo que sucedía en el castillo, de todas maneras decidió ayudar a Alice y llevó una sierra que era recargable.
—¡Volviste!—exclamó Alice.
—¿Porque estás tan contenta de verme?
—Porque pensé que mi otro lado había hecho algo malo.
—Huh, ¿de donde viene eso?
—Supongo que la creé yo...
—¿Te disociaste?
—¿Sabes lo que es eso?—preguntó ella asombrada.
Él ahincó los hombros mientras intentaba poner a prueba la sierra.
—Ésto es el futuro, sé que existen personas que se disocian de si mismas para detener sus sentimientos.
—¿Crees que no quiero sentir? ¿Porque no querría?
—Creo que no quisiste, más bien, cuando supiste lo que haría Jack con tu hermano...
La sierra comenzó a cortar las barras y ambos silenciaron mientras observaban el momento, Alice estaba siendo liberada. Las barreras que la unían para siempre de Sablyer estaban siendo liberadas, ambas Alices entraban al mundo moderno de la mano de Daniel que la extendió para que saliera luego de cortar todas las barras de metal.
—Es importante lo que acabas de hacer por mí, gracias...—dijo ella alegre.
—No es importante, era lo correcto—dijo guardando la sierra en su mochila y volviéndosela a poner.
—¿Y ahora?
—No se que harás ahora, yo me iré a mi casa, tengo que entrenar todo lo que no entrené por ti y todo tu mundo.
—Mi mundo no es Sablyer—espetó ella enojada.
—Sí, como sea, era tu casa, ahora ya no estás encerrada, puedes ir a conocer el mundo o desaparecer otra vez, como quieras—dijo comenzando a devolverse a su casa, ella apura el paso para alcanzarlo.
—¿Planeas dejarme sola? ¡No se nada de tu mundo! ¿Y que sucede si es malo?
—En esencia, sí, es peligroso, pero tú y tu hermano tienen el poder de irse a la mierda, ¿vale? Yo no, yo debo trabajar en lo que será mi vida en el futuro.
—No entiendo—dijo casi corriendo a su lado.
—Pues, no conocen lo que es la universidad pero salen malditamente caras, debes ahorrar toda tu vida si planeas tener un hijo que vaya, y por supuesto mis padres no ahorraron pero resulta que soy bueno en algo...
—¿Y que sucede?—esbozó ingenuamente Alice, hasta que Daniel solo se paró en seco.
—¿De verdad me vas a perseguir? ¿Porque no buscas a tu hermano?
—No sabría por donde comenzar...
Él se tomó del entrecejo y se puso a pensar.
—Te puedo llevar a casa...—pensó en voz alta—.Pero entonces deberé demostrar rendimiento académico.
—¿Que es eso?
Él la tomó del brazo y comenzó a llevarla con él.
—Significa que me debes dejar tranquilo, te daré un techo y comida pero debes darme mi tiempo a solas—espetó él.
—Eso significa que no quieres mi presencia—dijo sintiéndose apenada.
—Honestamente, no—atinó a decir él.
Ella comenzó a llorar y dejó de caminar junto a él. Daniel se compone y vuelve a Alice preocupado de su insensibilidad.
—Ey, no llores por lo que dije...
—¡Soy una molestia para ti! Y no puedo viajar a Sablyer de nuevo, y tampoco puedo hacerlo todo el tiempo, ¿sabes lo que hace eso? ¡Puedo cambiar algo que no volverá!
—Entiendo—dijo él tomándola de las mejillas—.Siento haber sido hosco. Te llevaré a mi casa, pero tendrás que decir mentiras.
—¿Que clase de mentiras?
—Como que somos novios y estamos totalmente enamorados y que tu familia es un caos y ya no puedes estar allí, ¿entiendes?
Ella asintió con la cabeza y los ojos llorosos.
—Luego te ayudaré a buscar a tu hermano.
—¿Y tu entrenamiento?
—Intentaré que todo funcione...
Cuando llegó a su casa con Alice, ambos padres quedaron boquiabiertos.
—¿Es la razón por la que bajaste el rendimiento?—le murmuraron en una habitación aparte, mientras Alice tocaba todo lo que estaba en la sala de la casa.
Él suspiró.
—Bajé el rendimiento porque quiero entrenar como cuando lo hacía porque simplemente me agradaba.
—Sabes que no podremos costearte la universidad, y no puedes perder el foco con una joven ahora mismo—alegó su madre.
—Ella no tiene a nadie, ¿vale? Solo necesita mi ayuda.
—No te metas en problemas que no te incumben, hijo—recomendó su padre.
—Puedo ayudarla y lo haré, yo mejoraré mi entrenamiento y a cambio dejan que se quede—espetó Daniel intentando llegar a una tregua. Su madre y su padre se miraron y su mamá le extendió la mano.
—¿Que? ¿Tan fácil?—preguntó quejicoso su esposo.
—Es hora de que se enamore y es normal que lo veamos con chicas, no quiero un hijo que solo tenga amigos virtuales—se escuchó decir al otro lado.
—¿Que son los amigos virtuales?—preguntó curiosa Alice una vez Daniel regresó al living.
—Hay varias cosas en este mundo que quizás no sean simples de entender, pero lo único que necesitas saber es donde es mi cuarto, del cual nunca debes salir, ¿vale?
Ella asintió con la cabeza y subieron escaleras arriba, donde por fin entraron al cuarto de Daniel, de un azul marino con estantes de madera, nada sofisticado, pero organizado.
—No tienes oro...—exclamó ella.
—El oro ya no es lo mismo.
—¿Dejó de existir?—preguntó ella sentándose en la cama de Daniel.
Él tomó lugar a su lado con una mueca de sonrisa.
—El oro es imposible ahora, ¡es carísimo!
—¿Y el polvo de oro?
Daniel negó con la cabeza.
—Nada de oro.
—¡Eres pobre!
Él rió llevándose la mano a la frente.
—Me considero de clase media alta.
—¿Cómo es eso?
—Pues, mis padres son abogados de una misma firma, así que tienen buenos trabajos.
—¿Y aún así les cuesta tanto tus estudios?
Él hace una mueca al costado y asiente con la cabeza.
—Es el capitalismo.
—¿El que?
Él rió y se recostó en la cama.
—Cosas Alice, cosas...
Ella se recostó también pero mirándolo.
—¿Ya has besado a alguien?
Él se sentó de repente, sonrojado.
—Claro que lo he hecho.
Ella volvió a tomar asiento y miró a la nada.
—Yo no.
—¿Que?
Ella hace un gesto con la cara de no tener importancia.
—No fui presentada en público, nadie me pretendía a excepción de Jack, y me encerraron antes de que él y yo pudiésemos hacer algo.
—¿Lo hubieras hecho de poder hacerlo?—preguntó Daniel seriamente.
Ella se recostó mirando al techo.
—Es de madera...
—Sí, bueno te dije que...
—Es lindo—lo interrumpió—.Me encanta ver caras en la madera. Él extrañado se recostó nuevamente.
—Nunca lo había visto así, pero se supone que con un poco de imaginación sí puedes ver caras...
Y cuando Daniel miró a Alice, ella le robó un beso.
Y él, no lo rechazó...