GREYSON
Llevo ocho cuadras caminando de regreso a casa desde el trabajo cuando mi teléfono vibra con el mensaje que he estado esperando toda la tarde.
Bob: ¿Cómo fue la reunión?
Sabía que iba a recibir este mensaje, pero eso no significa que tenga una buena respuesta. Hago una pausa y me aparto del flujo de personas para mirar el mensaje durante un segundo antes de responder.
Yo: Historia divertida,
Escribí y agrego un emoji de berenjena
Tan pronto como termino de escribir el texto, lo borro. No puedo dejar que Bob se entere de mi error, pero tampoco puedo ignorarlo, así que opto por una estrategia más vaga.
Yo: Fue genial. Trabaja para eliminar el gluten de tu organismo. Hablaremos más mañana.
Cuando responde con un emoji de pulgar hacia arriba, todo mi cuerpo se relaja. Gracias a Dios, tengo más tiempo para pensar mi estrategia para lidiar con Ashley y nuestros planes de negocio.
Que mi socio de negocios sea también mi mejor amigo nunca ha sido un problema antes, pero tampoco he sido de mezclar trabajo y sexo. Soy un profesional, no un becario cachondo que no conoce las reglas del lugar de trabajo. He tomado la decisión de mantener mis encuentros sexuales muy, muy lejos de mi vida laboral. Porque son solo eso: encuentros casuales. Una forma de desahogarse aquí y allá.
Si esto fuera una aplicación de citas normal que me saliera mal, Bob se estaría riendo a carcajadas conmigo mientras bebemos algo de cerveza para mí y tequila para el trasero intolerante al gluten de Bob. Pero esta situación es tan normal como un pitbull de tres cabezas, y también tan peligrosa. Bob pasó semanas buscando la empresa adecuada con la que colaborar antes de decidirse por la pequeña y genial empresa de Ashley. Tendría todo el derecho de darme una patada en los huevos si supiera que casi hecho a perder su trato deslizando mi pene primero en los mensajes directos de Ashley.
Cuando vuelvo al apartamento, tomo una cerveza del refrigerador y abro mi aplicación de calendario para comprobar mi disponibilidad esta semana. En medio de toda esta rareza, no logré hacer ni la mitad de lo que Bob quería que hiciera con Ashley en esta reunión, lo que significa que tendré que programar otra reunión pronto.
Mi pene se anima al pensarlo, pero le pido que se calme. Este no es el momento para que mi pene empiece a actuar, y ciertamente no es la chica, sin importar lo jodidamente sexy que se veía durante nuestro encuentro de hoy. Lo que daría por tener esos lindos y carnosos labios abiertos para mí. Ella ya hasta vio lo que tengo empacado entre las piernas. >. Mi diablillo izquierdo me susurra
No, no, no. Saca eso de tu cabeza ahora, amigo, porque esto no va a funcionar.
Esta posible asociación podría ser el siguiente nivel de nuestra empresa, así que lo único que se puede hacer difícil aquí es el trabajo que estoy haciendo. No hay otra opción.
Con el trabajo en la cabeza, me siento en el sofá con mi cerveza y abro mi correo electrónico. Tal vez pasar unas horas más me sirva como una ducha fría para mi mente errante y sucia.
Lo primero en la lista de cosas por hacer: organizar otra reunión con Ashley.
Abro un nuevo correo electrónico y comienzo a redactar cuidadosamente mi mensaje. No cometas ningún error Boyle y vuelvas a decir “pelotas” sin querer. Es hora de utilizar al máximo la terminología corporativa menos sexy que aprendí en la escuela de negocios. Por si acaso, trabajo con la palabra sinergia para que ella sepa que no estoy bromeando.
El correo electrónico termina con la sugerencia de una reunión de almuerzo mañana. Le doy el enlace al sitio del restaurante en el vestíbulo de nuestra oficina. No es exactamente una comida digna de una estrella Michelin, pero es de lujo y es mejor que estar encerrado en esa sala de conferencias con ella otra vez. Después de todo lo que le hecho pasar, lo menos que puedo hacer es deducir el gasto de un panini para ella.
A penas pasa un minuto entre que se presiona ENVIAR y se escucha el sonido de una respuesta. Su respuesta es breve y concisa.
De: ashley@quebonitasorpresa.com
Confirmado para mañana al mediodía. Lo espero con ansias.
Ashley Jones.
Me quedo mirando su firma de correo electrónico, y finalmente le pongo un apellido a su nombre. Ashley Jones. Relaciones públicas. Como en una pesadilla. Como en el tipo de escándalo que podríamos tener entre manos si se supiera de mi foto de presentación.
….
Si ayer Ashley parecía un diez, hoy parece el infinito.
No, en serio. Por la forma en que ese vestidito n***o se ciñe a su cuerpo, perece tan curvilínea como un símbolo del infinito.
Llegué al restaurante un poco antes para asegurarme de conseguir una mesa antes de que llegara la hora punto del almuerzo. Fue una buena decisión teniendo en cuenta lo lleno que esta el lugar, pero una mala decisión teniendo en cuenta lo tarde que esta Ashley. Normalmente, soy muy estricto con la puntualidad, pero con solo ver sus esculpidas piernas que revela ese vestido, todos los pecados de su tardanza quedan perdonados.
Su cabello oscuro está recogido en la nuca y, mientras me busca por el restaurante, no puedo evitar detenerme en la delicada columna de su cuello. Es imposible no imaginarme mordisqueándolo mientras mis manos agarran su lujoso trasero. Y es difícil no preguntarme sobre todos los otros lugares suaves que podría dejarme morder.
Joder, tengo que parar esto ahora.
—Greyson— Se ilumina y me saluda con la mano cuando me ve al otro lado del restaurante lleno de gente.
Le hago un gesto de reconocimiento para invitarla a que se acerque a la mesa. No voy a arriesgarme a ponerme de pie y mostrar una versión vestida y cubierta con una servilleta de la foto que tiene de mí.
—Lo siento, llego un poco tarde— Mira la hora en su teléfono y se le salen los ojos de las orbitas. —Vaya, bien, demasiado tarde. Tuve que dejar a mi abuela en el centro de personas mayores—
Una vez que se instala en su asiento, le paso el menú, dejando que mi mirada se pose en el bonito rubor rosado que el aire del otoño ha dejado en sus mejillas.
—Que amable de tu parte llevarla. ¿Pasas mucho tiempo con tu abuela? —
El rubor de sus mejillas se intensifica dos tonos. —Um, en realidad, vivo con ella— dice dócilmente, mirándome por encima del menú. —Ella está bien de salud, pero no debería vivir sola. Y en realidad somos una especie de mejores amigas. Lo sé, es un poco raro—
Bebo un sorbo de agua con limón sin siquiera levantar una ceja.
—No creo que sea raro. Nada es más importante que la familia—
Su vergüenza se transforma en una agradable sorpresa. —Estoy completamente de acuerdo. ¿ves mucho a tu familia? —
Le doy mi típica perorata sobre que soy el único Boyle que vive en Chicago, que mi familia vive principalmente en Nueva York y todo eso, pero me interrumpen cuando la camarera se acerca a tomar nota. Resulta que ayer tenía razón cuando supuse que sería una chica del tipo panini. Opto por mi ensalada habitual con un filete de Salmón encima, para disipar mis preocupaciones sobre el aliento a pescado. Con suerte, reforzara el hecho de que no tengo pensado intercambiar saliva con nadie hoy. Problema resuelto.
—Lo sabía— Ashley cruza los brazos sobre el pecho y una sonrisa de satisfacción se dibuja en sus labios. —Sabía que te había catalogado como un fanático de la salud—
Sonrió. Debería haber sabido que ya me estaría juzgando, y no creo que se haya dado cuenta.
—No, deberías ver cuanto helado consumo. Si tuviera un compañero de cuarto, pensaría que estoy pasando por una ruptura cada fin de semana por la cantidad de litros de helado de chocolate que me como yo solo—
Las cejas de Ashley se fruncen formando una pequeña V.
—¿Por eso estabas en esa aplicación de citas? ¿buscando una solución después de una ruptura? —
Está bien, Jones. No iba a entrar en ese tema, pero tú lo llevaste primero…
—No he tenido ninguna ruptura en los últimos años. He estado soltero durante mucho tiempo— digo, reclinándome en mi asiento.
—Estoy en esa aplicación de citas porque me guasta hablar con mujeres atractivas—
—¿Cómo PequeñaFlorecita8? — bromea
—Como tú—
Las palabras salen de mi boca antes de pensarlas bien y de inmediato me arrepiento de haberlas dejado escapar. Mierda. Apenas me cubrí las espaldas durante la reunión de ayer. ¿No he hecho ya suficiente daño sin usar frases para ligar con esta chica?
Antes de que pueda sacar la cabeza del culo, la camarera se acerca y nos sirve la comida. Ashley mira fijamente su panini, evitando el contacto visual conmigo.
Mierda. La he cagado. ¿Cómo demonios se supone que voy a explicar esto a Bob? Empiezo a devanar los sesos para encontrar otras pequeñas empresas que conozco en la zona, alguien a quien pueda recurrir y que pueda ser un posible respaldo cuando esté de acuerdo inevitablemente fracase.
Una vez que la camarera esta fuera del alcance auditivo, Ashley murmura algo en voz baja mientras juega con el palillo en su sándwich.
—¿Perdón? — pregunto, preparándome para cualquier nombre horrible que este apunto de llamarme.
—Dije que tú tampoco eres tan feo a la vista— finalmente me mira, moviendo esos ojos azules en mi dirección mientras su boca se abre en una sonrisa maliciosa.
Que Dios me ayude, mierda. Estoy empezando a pensar que quizás no sea lo suficientemente fuerte como para no pensar constantemente en Ashley de todas las formas inapropiadas que pueda si sigue diciendo cosas así.
—Um, ¿tuviste la oportunidad de mirar algo de ese papeleo? — digo de golpe, sin hacer ningún esfuerzo por suavizar el abrupto cambio de tema.
—Estaré encantado de responder cualquier pregunta que puedas tener—
Gracias a Dios que ella no me llama la atención por mis tonterías. En cambio, la transición entre la coqueta Ashley y la profesional Ashley es perfecta, lo que, francamente, es igual de sexy. Pero al menos ahora los ojos que me dicen “Follame” se han ido y la bestia detrás de mi cremallera puede calmarse durante medio segundo.
El resto de nuestro almuerzo transcurre según lo planeado. Hablo de nuestras proyecciones de expansión por todo el estado en los próximos años y de cómo sus ofertas de productos encajarían en ese plan. Ella asiente mientras toma pequeños y educados bocados de su sándwich y me desafía a no mirarle la boca.
Cuando llega la factura, dejo sobre la mesa mi tarjeta de crédito de la empresa, un recordatorio visual para ambos de que esto fue un almuerzo y nada más.
—Apenas tocaste tu ensalada— dice Ashley mientras saco un billete de veinte de mi billetera para dejarlo como propina.
Tiene razón. Le di dos bocados al Salmón, tres como máximo.
—En realidad no tenía hambre— Me encojo de hombros, esperando que no se dé cuenta de que estoy mintiendo.
La verdad es que me muero de hambre, pero ¿que sentido tiene atragantarme con una ensalada? Se lo que realmente quiero, lo que realmente me gusta. Y ella está sentada frente a mí en la mesa.