Stella —¿Has hablado con Eve? — me pregunta Clarice mientras estaciona frente al estudio, con el ceño fruncido y los nudillos apretados sobre el volante. —No. Lo último que sé es lo que contestó en el grupo. Que está con Aarón y que se siente mejor— me encojo de hombros, aunque por dentro también me ronda la inquietud. —No entiendo por qué no nos deja ir a verla— se queja, girando la llave y apagando el motor—. ¡La chocaron, por dios! —Lo sé... pero está bien. Y, sobre todo, está bien cuidada. Ya nos llamará— respondo, intentando sonar más segura de lo que me siento. Clarice suspira hondo, resignada. En el fondo, las dos sabemos que Eve refugiada en casa de Aarón, aislada del mundo, es algo que no sorprende. Hay una lógica extraña pero familiar en eso: ellos dos encerrados, ajenos a t

