Lars
Había vuelto a casa hacía cinco días. Solo cinco, pero me parecían siglos. Nunca imaginé que pudiera extrañar tanto un lugar. Las paredes, el olor familiar, hasta la luz tenue que se colaba por la ventana del estudio al atardecer. Pero más que nada, más que cualquier otra cosa, había extrañado el silencio.
Mi silencio.
Ese que solo aparece cuando no hay voces ajenas en la cabeza ni exigencias que cumplir, ni rutinas impuestas por otros. Ese que es mío, y que había perdido sin darme cuenta.
Volver a casa había sido como intentar encajar en una vida que ya no se sentía del todo propia. Iba de a poco. Retomando cosas simples: preparar el café como a mí me gusta, abrir los libros apilados en el escritorio, volver al estudio. Esta semana fui solo dos veces, nada extraordinario, pero e
