— Fer.
Levanto el rostro observando a la madre de Ethan mirarme tiernamente, miró a mi alrededor y comprendo la razón.
Me he quedado dormida, mis manos aún están entrelazadas con las suyas, suelto su mano y me incorporo sintiendo pequeños pinchazos en mi espalda.
— El suelo no es buena cama.— Me sonríe.
Asiento mientas froto mis ojos. La habitación está iluminada.
— ¿ Qué hora es?.— Observa su móvil.
— Siete treinta.
¡ El instituto!.
— ¡ Oh mierda!.— La señora Foster me observa.— Disculpe.— Sonríe.— Debo irme, tengo que ir al instituto o de lo contrario papá me matará.
— Tranquila. — Se acerca hasta mí y me sorprende con un abrazo. — Gracias por cuidar de él.
— Definitivamente estudiar no es lo mío. — Alison se lanza sobre el césped de forma dramática, lanza su mochila a su lado dejando que varias cosas salgan de ella, incluyendo una cáscara de banano.
— ¡Iug!.— No puedo evitar quejarme.— No sólo él estudio no es lo tuyo, la higiene tampoco.— Lanza una sonora carcajada, estúpida.
— ¡ Chicas!.— Maya viene corriendo hasta nosotras, de repente su cuerpo cae desplomada a metros de nosotras. La cascara de Alison.
Tras la caída su blusa queda a mitad de su cintura, bueno, de su espalda puesto que ha caído con el rostro sobre el césped dándonos toda su parte trasera de vista, sin embargo eso no es lo que llama nuestra atención... Su tatuaje .
¿ Maya tiene un tatuaje?.
Lentamente empieza a incorporarse, sacude su ropa y luego voltea a mirarnos.
— Gracias por la ayuda.— Masculla con sarcasmo.
— ¿ Desdé cuándo tienes un tatuaje?. — Pregunta Alison.
¡Vingo!, no lo ha inventado mi imaginación.
El rostro de Maya palidece hasta tal punto de parecer una hoja de papel.
— Yo... No.— Desvía la mirada. — Estás loca, no tengo ningún tatuaje.
— ¡ Por supuesto que sí!. — Grita Alison, los pocos chicos que están entrenado voltean a vernos.— No lo estoy inventando, ¿ cierto Fer?.
— Sí. — Susurro.
— Esto es ridículo. — Se agacha y empieza a recoger sus cosas.
— Maya Saddler, queremos una explicación y la queremos ahora.— Sentenció Alison.
— ¡ Bien!.— Nos gritó. — Les diré. — Sus ojos estaban levemente cambiados, creo que era la primera vez que veía eso en sus ojos... Decisión.
— Me lo he hecho hace varios meses.
— ¿ Disculpa?.— Por fin pude argumentar una palabra completa.— ¿ meses?, si mal no recuerdo sólo eres cuatro meses más grande que yo...
— Lo que significa que no puedes llevarlo, aún eres menor de edad y eso es ilegal. — Interrumpió Alison, las dos volteamos a mirarla. — ¿ Qué?, a veces suelo leer.
— Tranquilas, no es permanente. — Se sento en el césped en posición de indio y nosotras la imitamos.— Sólo dura algunos... Meses.
Tanto Alison como yo la observamos fijamente, conocíamos a Maya desdé pequeñas, conocíamos sus gestos, su actitud, caundo estaba asustada o cuando mentía y en este caso lo estaba haciendo.
Desdé niña ha tenido cierto TIC nervioso, si miente debe cruzar las piernas, en el caso de Alison suele jugar con su pelo, nos conocemos también que es imposible mentirnos entre nosotras.
— ¿ Y porqué te tatuaste un escorpión?. — Preguntó Alison con evidente sarcasmo.
— Una promesa.— Des cruzó sus piernas, dice la verdad.
— ¿ Cuándo se quitará?. — Preguntó. — Me observa unos segundos, se levanta.
— Bien.— Suspira, todo bajo nuestra atenta mirada.— Sé que saben cuando miento. — Asentimos orgullosas. — Por lo mismo no lo haré, es un tatuaje permanente, no se borrará y tampoco tengo intención de hacerlo... Ya sé que es ilegal pero soy una chica de palabra... Prometo contarles en futuro lo que hay detrás de él, pero hasta entonces no quiero más hablar sobre ello, no quiero indirectas y sobre todo no quiero preguntas... Las quiero.
Tras sus últimas palabras giró sobre sus talones y se fue.
Dejándonos en shock, ¿ esa era Maya?.
No jodas, ¿ en qué momento pasó esto?.
— Fer.— Susurró Alison.— ¿ Qué fue eso?.
Trague saliva sonoramente tratando de suavizar mi garganta.
— No lo sé.
(*****)
Cuatro días, Ethan tiene cuatro días en coma inducido, sin dar rastros de mejora.
Mi rutina durante estos días ha sido la misma, el instituto, unos minutos en casa y luego toda la tarde junto a él. En un principio fue complicado dejar que me permitieran quedarme, pero con ayuda de los padres de Ethan lo logré, además de papá pero a este último con comer saludable lo convencí.
Marcus no ha asistido a la universidad, tampoco ha hecho preguntas de porque me quedo con Ethan, aunque creo que se enojo el primer día al no dejarlo a él pero como siempre es un experto simulando sus sentimientos.
— ¿ Nada?.— Niego lentamente con la cabeza, Marcus agacha la cabeza es obvio que la noticia le afecta tanto como a mí.
— Fer, quizás debería quedarme yo está noche.— Niego.— O su madre...
— No.— Declaró tangente. — Sara no tiene problema con que me quede y yo tampoco.
Sí, últimamente la señora Foster y yo habíamos desarrollado una linda relación y con ella más confianza.
— Sólo quiero que duermas cómoda.
— Aquí lo estoy. — Lo miró fijamente.
— No entiendo.— Rasca su cabeza.— ¿ En qué momento pasó?.
— ¿ Qué cosa?.
— ¡Tú enamorada de Ethan!.— Abro los ojos como platos.— No intentes negarlo, eres demasiado obvia.
— Marcus.
— ¡ Hay miles ahí afuera!, ¿ porqué él?. — Lo observo atónita. — No lo vez, ustedes no pueden estar juntos ambos son tóxicos, el uno para el otro.
— ¿ De qué hablas?.
—¡ De ustedes!.— Elevó las manos al aire.— j***r, tú y él son la combinación más letal.
— Marc...
— ¡Es que ya lo veo venir, el chico traumado más la niña asustadiza, con sus trastornos alimenticios y...
Silencio.
Abrí los ojos como platos, golpe bajo. El más bajo que jamás hubiera podido llegar a darme.
Sin decir una plabra más giró sobre sus talones desapareciendo tras la puerta, al cerrarla de un portazo bastante ruidoso.
Me dejé caer en el pequeño sillón que habían habilitado para mí, gesto que agradecí enormemente.
Un pequeño nudo se implantó en mi garganta, segundo a segundo fue aumentando hasta querer asfixiarme, sin poder contenerlo más dejé que las lágrimas descendieran.
¡ Maldita debilidad!, ¿ cuántas veces más me juzgaran por ello?.
No lo pedí, tampoco lo decidí, fue más que eso... Fue contra mi voluntad.
Era hacer algo que odiabas y conforme pasaban los días más lo hacías más lo necesitabas hasta llegas a ese maldito pozo sin fondo en donde lo único que vez es destrucción, es dolor, es ansiedad, es ese deseo de cambiar y sin darte cuenta pasas de una a la otra y entonces es demasiado tarde; ya no puedes encontrarte, has tocado fondo.
Más lágrimas descienden, todos los recuerdos regresan y con ellos la ansiedad, cubro mis piernas con mis brazos, escondo mi rostro entre ellas y dejo salir el dolor.
— Fer... Por... Qué... Lloras.