ZAYN Amaya seguía encima de mí, sus labios fundidos en los míos, y sentía cómo cada beso nos hundía un poco más en ese lugar donde el tiempo y la distancia ya no existían. Su cabello rozaba mis mejillas y me envolvía en su aroma; me tenía completamente atrapado. Mis manos, todavía nerviosas, siguieron recorriendo la piel tibia de su espalda, ascendiendo lentamente por debajo de la blusa. Sentí cómo se erizaba con cada caricia, cómo su cuerpo se arqueaba apenas, buscándome. Sus labios sonrieron contra los míos, una sonrisa que sabía a alivio, a ternura, a esa conexión que tanto había extrañado. —Tu piel… —murmuré entre besos, con la voz ronca—. Joder, cómo extrañaba tocarte así. Ella me besó más profundo, y yo aproveché para subir mis dedos un poco más, rozando la curva de sus costillas

