ZAYN Todavía la tenía debajo de mí, con el pecho subiendo y bajando al mismo ritmo que el mío. No quería moverme, no quería soltarla. Era como si esos meses enteros sin su piel, sin su risa, sin su calor se derrumbaran de golpe en este instante, y mi cuerpo se negara a ceder un solo centímetro de ella. Me quedé unos segundos más, con la frente en su cuello, aspirando su olor, grabándolo como si pudiera guardarlo para siempre. Pero el pantalón pegajoso empezó a incomodarme, y cuando me aparté un poco, vi que había manchado también la ropa de Amaya. Solté una risa ronca, nerviosa. —Te dejé un recuerdo —murmuré, pasando el pulgar por la tela húmeda de su blusa. Ella rodó los ojos, pero estaba sonrojada hasta las orejas. —Eres un desastre, Zayn. Me levanté, buscando en la maleta de mano

