Capítulo 3

521 Palabras
POV:DAMIANO La observo salir de la habitación y escucho el sonido apagado de sus pasos recorrer por los pisos de mármol rosa italiano. Presiono e botón del intercomunicador, Piero responde inmediatamente. -Has que suba Willa- le ordeno y quito mi dedo del botón. Abro un cajón par saco un preservativo para colocarlo en mi polla que esta dolorosamente erecta. La puerta se abre y entra Willa con una sonrisa seductora. Ella es rubia, piernas largas y tetas grandes, lleva puesto una blusa blanca semitransparente sin sostén. Una falda corta de color n***o y como he estipulado sin bragas. No me gusta perder el tiempo, la agarro por la muñeca y la pongo contra la pared. Suelta un jadeo cuando le abro la blusa, sus tetas con los pezones rosados se estiran hacia adelante, los miro sin ningún sentimiento, ya que estoy muerto por dentro. -Chupa mis pezones Damiano por favor- Willa suplica con ansias y excitación. -No estoy de humor para eso- si mi boca se acerca a esos senos, los morderé lo suficientemente fuerte como para dejar marcas. Extiendo mi brazo y Willa inmediatamente engancha su pierna sobre el dándome una vista de su coño afeitado bellamente hinchado y mojado listo para mi. Nunca llegue a ver el coño de la "masajista", ese es el coño que quiero ver abierto y chorreando para mi. No descansare hasta tenerla en esta posición de completa sumisión. Hasta el día que la tenga aquí para que su pierna se enganche en mi brazo y me suplique que le chupe los pezones y la azote con fuerza no estará satisfecho. Meto mi polla en el pequeño coño de Willa, ella emite un gruñido, no se por que pero hoy ese sonido me irrita. Coloco la palma de mi mano sobre su boca y giro su cara hacia un lado para no tener que mirarla a los ojos. Sigo empujando con fuerza, la habitación se llena con el sonido húmedo de mi carne golpeando la suya. Me corro en tiempo récord, tan rápido que Willa gime y frota su coño desesperadamente insatisfecho contra mi, en un gesto sumiso de suplica. Yo me quedo quieto con la palma de mi mano cubriendo su boca y su pierna enganchada en mi brazo hasta que encuentra su propia liberación. Salgo de su cuerpo rápidamente y me alejo, pero no antes de vislumbrar en sus ojos entrecerrados la necesidad que brilla en ellos. -Damiano yo...- susurra -¡Fuera!' -digo con frialdad. Escucho el sonido de su ropa crujiendo, dando un suspiro malhumorado ella se va y yo tengo unas malditas ganas de golpear la pared. No se que me pasa es como si estuviera adicto a una droga de la cual necesito y no puedo conseguir. Con solo mirar a la “masajista”, su nerviosismo, y a la vez su altanería hicieron que creciera una maldita obsesión y ahora es como un reto personal. -¡Maldita sea!- digo con mis dientes apretados -¡Maldita seas hasta el infierno!- -No descansare hasta tenerte rendida a mi pidiendo por mas o dejo de llamarme Damiano Fabrioni.
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