Aquí Comienza todo Capítulo _1
Me encuentro en la sala de cirugía. Hace unos minutos trajeron de urgencia a un hombre herido por arma de fuego. Es alto, de aproximadamente 1.70 metros, fuerte, de tez morena, con cabello n***o y grueso, y ojos grandes. Recibió cuatro disparos en el pecho, y uno de ellos estuvo a punto de perforar el pulmón derecho.
Soy estudiante de medicina, en mi último año de formación, y realizo mi pasantía en el Los Ángeles Medical Center. Es el turno de la noche, alrededor de las dos de la mañana, cuando dos hombres armados y visiblemente alterados lo traen a la sala de emergencias. Me buscan directamente. Soy la encargada del turno.
—Sálvalo y recibirás una recompensa —dice uno de ellos con voz amenazante.
Mi nombre es Liliana Salvaterra. Nací en California y soy hija única de un matrimonio acomodado. Mi padre, Luis Salvaterra, es un abogado legendario, y mi madre, Claudia Almonte, una diseñadora de moda reconocida. Crecí en el corazón de Los Ángeles. Tengo 22 años, cabello n***o y corto, una complexión esbelta y dedico mi tiempo libre al gimnasio.
Mi novio se llama Ricardo Sandoval. Trabaja en administración de empresas y su familia posee una prestigiosa compañía inmobiliaria. Es alto, rubio, de ojos azules y con un físico trabajado en el gimnasio. Tiene 30 años.
Mi mejor amiga, Cristina, estudia medicina conmigo y también está haciendo la pasantía en el hospital. Tiene 21 años, es delgada, con cabello rojo y rizado. Perdió a sus padres y vive con su abuela.
—¿Cómo se llama el paciente? —pregunto.
—Tyler —responde uno de los hombres.
—¿Cuántos años tiene?
—Veintiocho.
—¿Qué fue lo que le pasó?
—Estábamos en su club cuando se armó una balacera. Todos los disparos terminaron en él.
—Entendido. Enfermera, prepárelo para cirugía. Este hombre casi se nos va.
Nos apresuramos a preparar el quirófano. La operación dura aproximadamente tres horas. Cuando terminamos, lo trasladamos a una habitación privada, pagada por sus familiares.
Mi turno ha terminado. Me preparo para irme a casa, descansar un poco y luego asistir a la universidad. Suena mi teléfono. Es Ricardo.
—Hola, ¿cómo estás, princesa?
—Bien —respondo, cansada.
—Quiero invitarte a cenar. Hace mucho que no te veo.
—Tengo clase a las siete de la noche. No me da el tiempo.
—Podemos cenar a las seis. Yo te llevo.
—Está bien. Déjame alistarme.
—Paso por ti en tu casa.
—De acuerdo.
Mis padres insisten en que me case con Ricardo. Para ellos, es una solución conveniente para una deuda pendiente y, además, porque su familia tiene un buen estatus económico. Pero yo quiero casarme por amor, no por conveniencia. Si no es así, prefiero quedarme soltera antes que vivir atrapada en una rutina vacía.
Me alisto y salgo. Ricardo ya me espera en la puerta en su convertible n***o. Por esta noche, he decidido disfrutar la cena.
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Al día siguiente, me presento temprano a mi turno. Cristina me recibe con una sonrisa divertida.
—Ese paciente pasó todo el día preguntando por ti. No ha querido tomar su medicación porque dice que solo confía en ti.
Entro en la habitación con su desayuno en mano.
—Buenos días, soy tu doctora de turno. Yo te atenderé.
Tyler me mira con el ceño fruncido.
—¿Ya te dignas a aparecer? Casi me muero, y tú decidiste lárgate.
—¿Perdón? —levanto una ceja, sorprendida por su tono.
—No debiste dejarme solo. No confío en nadie más.
—Mira —respondo, respirando hondo—, tengo vida propia y un horario que cumplir. Además, hay más médicos en este hospital.
Intento no alterarme mientras le cambio el suero.
—Sí, pero no quiero que me atienda cualquiera —murmura, aún molesto.
—¿Y yo soy “cualquiera”?
Golpea la mesa con el puño.
—Maldita sea. ¡No quiero morir!
Me acerco y le pongo una mano en el brazo.
—No vas a morir. Yo me encargaré de eso. Ahora, relájate. ¿Cuál es tu nombre completo?
Me observa por unos segundos antes de responder.
—Tyler Portorreal. Soy mexicano. Nunca conocí a mi padre. Fui dado en adopción y aprendí desde niño la cruda realidad de las calles.
Me quedo en silencio, escuchando. Sus ojos, llenos de tristeza y amargura, me sostienen la mirada.
—¿Y qué pasó? ¿Quién te hizo daño?
Suspira, como si dudara en hablar.
—Intentaron eliminarme para quedarse con mi imperio… el imperio que logré construir con esfuerzo.
—¿Imperio?
—Soy narcotraficante. Desde los trece años he luchado para tener lo que tengo, pero ahora han llegado otros más fuertes que quieren deshacerse de mí.
Mi corazón se acelera. Lo miro con asombro. Un hombre tan joven y ya metido en un mundo tan peligroso…
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