Capítulo 1
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Capítulo 1
Era la tercera semana de abril y se acercaba la semana de la moda en Nueva York, la casa de modas Just Style, estaba preparando su pasarela, eran días de arduo trabajo para todos, las modelos pasaban horas ensayando y de pie mientras las diseñadoras y costureras hacían ajustes y últimos detalles a los diseños de la nueva colección.
Sofía caminó hasta el coreógrafo.
—Lo siento Louis, debo irme, son las seis de la tarde continuaré mañana.
—¡Claro que sí cariño! Ve, y descansa ese hermoso cuerpecito, nos vemos mañana, voy a seguir con estas mujeres que caminan como tablas, no todo el mundo nace con talento como tú preciosa.
—Ja, ja, ja, No me hagas reír Louis, tú mejor que nadie, sabes cómo llegué yo aquí.
—Si mi reina, pero tú aprendiste a caminar al tercer día, yo solo te dije, enderézate y anda y cómo Lázaro, anduviste.
—Me voy, mis tesoros me esperan para cenar, hasta mañana.
—Hasta mañana querida.
Louis, era sin duda el mejor coreógrafo de Nueva York, y uno de los mejores amigos de Sofía, él la conoció cuando llegó, buscando una oportunidad para triunfar como modelo y todo lo que sabía, sobre cómo moverse en el escenario, se lo debía a él.
—¿Y se puede saber de qué privilegios goza la reina? —Preguntó Florencia, una de las modelos que estaban ensayando para la pasarela.
—Pues seguramente, del privilegio de estarse comiendo al viejo Austin en la cama —Contestó Alexa, que también era modelo y sentía una profunda envidia hacia Sofía.
—¡Dejen de cacarear, que parecen guacamayas! John Austin no es ningún viejo, ya lo quisieran para un sábado por la noche, y para que lo sepan, Sofía no sólo es la imagen principal de la firma Just Style, ella también lleva el apellido Austin. ¿Cómo les quedó el ojo? ¡Muévanse, muévanse que no tengo su tiempo!
Sofía salió de la casa de modas y tomo un taxi para ir al penthouse donde vivía, en realidad no era lejos, cuando podía, hacía el trayecto caminando, pero regularmente por las noches, prefería tomar un taxi para llegar cuanto antes y abrazar a sus pequeños que ya la esperaban impacientes.
—¡Mami! ¡Mami! —Corrieron hacia ella apenas la vieron entrar.
—Mamita Lucy se portó mal, tiró los crayones al piso y Martita los tuvo que recoger.
—No es verdad mami, Dieguito está mintiendo fue un accidente.
—¿Cuántas veces hemos hablado de que es muy malo decir mentiras? ¿Me van a decir quién está diciendo la verdad? O no hay cuento esta noche.
—Lo siento mami, es que Diego me hizo enojar y le lancé los crayones.
—Le vas a pedir una disculpa a Martita y la próxima vez los vas a recoger tú, ¿entendido?
—Martita, no los consientas tanto, si tiran las cosas al piso, las recogen ellos, no quiero que se acostumbren a que tú les hagas todo, estás aquí para cuidarlos, pero deben aprender a hacer las cosas por ellos mismos.
—Si señora Austin, lo siento.
—Ya te he dicho que puedes llamarme Sofía, somos paisanas y casi de la misma edad.
—Pero usted es la señora de la casa.
—Eso no importa, nadie es más que nadie, en la vida y ante Dios, todos somos iguales.
—Prepara la cena, y yo meto a este par a la ducha, el señor Austin, no debe tardar en llegar.
Bañó y cambió de ropa a los niños y se duchó rápidamente para cambiarse de ropa, disfrutaba mucho llegar a casa y ponerse un coordinado de chándal y zapatos deportivos o unos leggins y camiseta, el glamour y los tacones, eran sus herramientas de trabajo y a veces le cansaban.
Cuando salió, John ya estaba sentado en la sala tomándose un whisky, se había quitado el saco y la corbata.
—¡Hola John! ¿Por qué no me avisaron que habías llegado? — Lo saludó con un cálido beso en la mejilla.
—Porque supuse que estabas en la habitación de los niños.
—Voy a pedir que sirvan la cena.
—¿Has hablado con tu madre?
—No, voy a llamarle en cuanto terminemos de cenar, quiero saber cómo está la abuela, y ver que todo vaya bien en Cholula.
—¡Daddy! ¡Daddy! —Salieron los niños a montarse encima de John, que los quería, como si fueran sus propios hijos.
Durante la cena, hablaron de los preparativos de la pasarela, de la competencia en el mercado y de los deseos de John, de expandir su mercado con una línea de fragancias y una de productos de piel sintética, por el respeto a los animales.
—¡Es una maravillosa idea! Recuerdo que los días que trabajé en la Textilería Ferrer, me di cuenta de que producen una piel sintética de excelente calidad, de hecho, la exportaban a Europa, podrías pedir una muestra y hacer algunos bocetos.
—¿Sabes que cada vez que mencionas la Textilería Ferrer, se te ilumina el rostro? Hace ya cinco años que llegaste a aquí, y todavía veo en ti ese brillo en tus ojos, al mencionar ese apellido.
Sofía suspiró, y apretó los ojos, era algo más fuerte que ella, su pasado, estaba todavía vivo en su corazón, el recuerdo de Diego Ferrer, la acompañaba siempre, a todos lados, él seguía viviendo en sus sueños y cómo olvidarlo, si Dieguito, su hijo, tenía toda la cara de su padre.
—Tienes razón John, ya debería haberme olvidado de todo.
—Sofía, hermosa, yo sé que no es fácil, pero ya ha pasado mucho tiempo, no te pido que lo olvides, solo te pido que te des una oportunidad de vivir otra vez el amor.
Ella se paró y lo abrazó, John la besó en la frente, la conocía muy bien y sabía que no había dejado de amar a Diego, ni por un instante, aunque por fuera pareciera una mujer fuerte, sabía que, por dentro, todavía sufría por su pasado…
Cholula Puebla (Un año antes)
—Cecilia hija, ¿Te sientes bien?
—Sí mamá, ¿por qué me preguntas eso?
—No sé, te veo muy demacrada, y estás muy delgada, ¿te has estado haciendo los chequeos de rutina?
—Sí mamá, hace seis meses me hice los marcadores tumorales y salieron perfectos, gracias a Dios, ya llevo dos años sin cáncer, me toca hacerme los estudios el próximo mes y también me van a hacer una resonancia magnética.
—Por favor hija, no te descuides, me da mucho miedo que esa terrible enfermedad regrese.
—No te preocupes, eso no va a pasar, me siento maravillosamente.
—¿Y cómo van las cosas con tu marido? Porque conmigo ha cambiado mucho, desde que te enfermaste, me pide todas las explicaciones del mundo cada vez que le pido un donativo para la iglesia.
—¡Ay mamá! No exageres, simplemente es porque tiene que deducir los impuestos, es lo más normal del mundo, cuando necesites más dinero dime y yo se lo pido, ya sabes que a mí no me niega nada.
—¿Sabes hija? Ahora que recuerdo, el padre Julián está haciendo una colecta de ropa en buen estado para llevar a una comunidad indígena en la sierra, ¿tú no tienes en el closet algo que ya no uses?
—Madre, no inventes, ¿qué va a hacer gente de la sierra con ropa como la mía? ¿Te imaginas a una campesina arando la tierra vestida de Chanel?
—Sí, lo mismo me dijeron tus hermanas, pero tal vez, si ponemos un bazar, podamos obtener algo de dinero y compramos ropa sencilla para donar.
—¿Sabes? Ahora que recuerdo, en la casa que era de mis suegros debe haber ropa en los closets, hace mil años que no voy a esa casa y dudo mucho que Diego, haya sacado todo, debe haber ropa de él, de cuando era estudiante y quizá hasta de mis suegros, ¿por qué no vamos? Tal vez encontremos cosas que puedas donar.
—¿No crees que ya esté podrida? Debe ser ropa muy vieja.
—Bueno, nada perdemos con ver, total, si no sirve, te saco algo de mi closet y que mis hermanas lo anuncien en r************* , seguramente podrás sacar un buen dinero, es más vamos de una vez, Diego va a comer con Mauricio y yo tengo flojera de ir con él, voy por las llaves, vamos por la ropa y comemos en tu casa, voy por las llaves, Diego me las dio cuando nos casamos y yo las boté en un cajón, porque nunca he ido.
Llegaron a la casa que fuera de los padres de su esposo, les extrañó que estuviera impecable de limpia, a excepción de la terraza, había un vaso de whisky y todavía conservaba un poco de líquido, parecía que alguien lo había dejado ahí, recientemente.
—Qué raro, que esté este vaso aquí, seguramente el jardinero se está tomando las bebidas de la cava.
—¿Crees? ¿No crees que haya venido Diego?
—No lo creo, bueno, quizá vino a pagarles a los empleados que hacen la limpieza, por más que le he insistido, para que la venda, se rehúsa a hacerlo.
Subieron las escaleras y Cecilia abrió la habitación que fuera de Diego, cuando era soltero y vivía en esa casa, fue directamente hasta el closet, efectivamente, estaba lleno de ropa, abrió cada uno de los cajones y todo estaba intacto, como si Diego todavía viviera allí.
—¿Lo ves? Toda esa ropa es de cuando íbamos a la universidad, está pasada de moda, pero para lo que la va ocupar esa gente, está perfecta.
—Sí es perfecta, ¿sabes en qué no pensamos? En traer bolsas para llevar la ropa, cruzando la plaza vi un Oxxo, iré a comprar las bolsas, mientras ve escogiendo lo que me voy a llevar, solo espero que tu marido no se enoje.
Doña Juana salió de la casa y Cecilia comenzó a sacar la ropa, comenzó por el primer cajón, estaba lleno de camisetas deportivas, un extraño folder color manila, atado con un cordón rojo, lo sacó por curiosidad, tenía papeles adentro, lo puso contra la luz, para ver si se veía que era, pero no se veía nada, caminó hasta la ventana y se sentó en una silla que estaba ahí, desató el cordón con mucho cuidado y se dio cuenta de que el sobre no estaba sellado, así que sacó el documento que contenía y comenzó a leer “Acta de Divorcio” …