Llegamos a la empresa y me dispongo a concentrarme lo más que puedo en las finanzas, en el área administrativa. Arqueo una ceja despegando mi vista de los papeles que estoy revisando a detalle y lo veo, Aslan está cruzado de brazos, sentado en una esquina de la enorme mesa ejecutiva, llamando la atención de todos. ―Señorita, ¿desea algo de beber? ―Me pregunta una de las asistentes del área. ―Sí, por favor, un café… muy cargado, doble y enorme ―pido desesperadamente. Ella asiente apretándome una sonrisa y se acerca sigilosamente hacia él. Quizás con temor. ―Señor Emperador… ―Largo de mi vista ―gruñe él interrumpiéndola. Se sobresalta y se va corriendo sobre sus tacones. Niego con mi cabeza, mirándolo. ―¿Qué? ―Espeta. ―¿Tienes que ser así de malo con todo el mundo? ―No fui ma

