Capítulo 1: El caballero de las tinieblas.
Narra Louis
Miraba a mi preceptor y veía que movía sus labios, pero dejé de escucharlo. Aparté mi vista de él y me enfoqué en los aplausos que venían de afuera.
—Alteza, estamos en… ¿alteza?
Conozco a Froilán desde que tengo uso de razón, es mi tutor, maestro o pedagogo, hay mil maneras para llamarlo, pero formalmente, se le debe llamar preceptor. A parte de ayudarme a formar mis conocimientos, me aconseja y orienta a cómo actuar en mi vida privada y pública para no ofender a Dios, al rey y al pueblo.
—Alteza, ¿me está escuchando?
Claramente no lo escuchaba porque tenía toda mi atención hacia el exterior.
—Su majestad el rey Henry, pidió personalmente que se avanzara con las enseñanzas teologales. En la hora del té deseará escuchar sobre sus aprendizajes, debe prepararse para entonces.
Asentí, pero mis ojos no querían verlo a él, querían ver a mi hermano en su ensayo de tiro con arco, quien ha mejorado mucho; sus últimos ocho tiros han sido casi perfectos, pero debe levantar un poco más su codo para precisar al centro.
Estaba tan agotado de estudiar que deseaba ser mi hermano Martino, para solo tener que preocuparme de apuntar bien mi flecha o mi pequeña hermana para estar con las nanas siendo paseado por el castillo.
—Su alteza, su alteza, ¿me escucha?
Froilán se levanta de su lugar y se para frente a mí tapando por completo mi vista.
—Su alteza, tiene que…
—¿Puedes decirme por qué debo hacer esto? —pregunté sabiendo la respuesta, pero había días en los que necesitaba que alguien más me lo dijera y me recordara cual era mi realidad.
—¿Estudiar? ¿eso quiere saber?
Asentí viendo que aún quedaba mucho por hoy.
—Porque su alteza es el príncipe heredero de las hermosas tierras de Prusia, así que debe prepararse muy bien para cuando usted sea un gobernante.
—¿Cuánto falta para eso? ¿falta mucho, Froilán?
—No puedo darle una respuesta certera su alteza; puede que sean muchos años o quizás pocos. Pero no debe pensar en el tiempo, el tiempo no debe preocuparle. Por ahora solo debe preocuparse en aprender lo que necesita para que tenga un buen reinado.
Recién cumplí trece años y desde que nací, tengo la responsabilidad de un pueblo sobre mis hombros, ¿me siento presionado? Claro que sí. Sé que tengo la responsabilidad de ser un ejemplo de gobernante, uno con virtudes cardinales; es decir, justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Soy un depositario de las virtudes teologales, donde reina la fe, la esperanza y la caridad. ¿Debo asumirlo? Sí, debo asumirlo, porque fui nombrado por Dios.
Desde que estaba en el vientre de mi madre Dios dejó un propósito en mí, lo que bendijo más las tierras de Prusia porque el primogénito fue un varón.
Alguien abre la puerta haciendo que aquel rechinido capte la atención de Froilán y mía.
—Su alteza, lamento interrumpir su hora de sabiduría, pero… pero debe venir conmigo.
—Lord Francis, ¿sucede algo?
—Es la reina consorte.
Me puse de pie y corrí a toda prisa.
—¡Su alteza Louis, espere!
Mi madre estaba en la torre principal en su habitación, llevaba en cama cuarenta días y treinta y nueve noches. Su estado de salud no es el mejor y el sabio que ha cuidado de ella, el maese de la salud, nos ha dicho que no tiene manera de curarla.
Llegaba a la habitación de mi madre y veía a algunas personas mirarme con tristeza. ¿Por qué me miran de esa manera? ¿por qué me observan como si tuvieran compasión de mí?
—¡Oh, mi bella, mi hermosa Eleonora Felipa!
Escuchaba a mi padre lamentarse.
Mis pasos se hacían más cortos, lentamente y arrastrando la suela de mis zapatos, me fui asomando al interior de la alcoba real. Aquello que vi me detuvo el corazón, mi padre abrazando el cuerpo de mi madre, lloraba desconsolado, tomaba su mano y dejaba besos sobre ella.
—¿Qué le pasa? —pregunté sin aceptar que su alma ya no estaba en su cuerpo.
Mi padre me mira y extiende su mano para que yo me acerque, pero no pude hacerlo. Negué con mi cabeza y di un paso atrás.
—Froilán, llévalo a otro lado —ordena mi padre.
—Sí, su majestad.
Froilán toma mi mano y me lleva con él.
La muerte de reina consorte nos golpeó a todos y sin duda, su ausencia marcó un antes y un después en la vida de todos.
Varios años después.
—Su alteza, ¿está seguro de esto?
El herrero seguía arreglando mi armadura. Mientras golpeaba y golpeaba miraba a todos lados que nadie viniera.
—Date prisa, Tinisius.
—Su alteza, no debería hacer esto. Si su majestad, el rey Henry se entera que yo estoy haciendo su armadura para el torneo, me va a cortar la cabeza.
—No se enterará si tú no le dices a nadie.
El pobre joven sudaba, no sé si por los nervios o el calor.
—¡Listo!
Desde siempre he visto a los caballeros participar en los torneos de justas y he sentido una real emoción por verlos debatir su hombría, honor y orgullo en frente de todo un pueblo que ovaciona los nombres de un campeón. Un día quise escuchar mi nombre, pero era imposible porque un príncipe heredero no puede participar, así lo estipulaban las leyes, solo los caballeros eran quienes podían hacerlo. Así que, me arriesgué y me preparé para ello; he ganado varios campeonatos fuera de mis tierras; aprovechando viajes a los que me ha enviado mi padre para probar mi hombría en estas batallas. Aquella aventura terminaría pronto, porque ocultarme debajo de una armadura es complejo, pero debía hacer mi último torneo en el único lugar en el que necesitaba probar mi fortaleza, en mi tierra, en Prusia.
—Desde Niderland, el caballero que ha venido a conquistar al pueblo de Prusia, con su habilidad y destreza; cinco campeonatos ganados y solo uno perdido…
Escuchaba a la gente de mi pueblo gritar emocionados.
—El caballero de la noche y de las tinieblas, ¡Romus! —gritó el encargado de presentar a los participantes.
Mi caballo avanzó y levanté mi lanza y mi espada.
—¡Romus! ¡Romus! —gritaban mi nombre.
Entre la hendija de mi visor podía observar a mi gente, también a mi padre quien parecía emocionado por presenciar la última batalla del campeonato. Mis hermanos estaban de pie aplaudiendo.
La batalla estaba por iniciar, así que tomé mi escudo para protegerme y acomodé mi lanza. Tragaba sonoramente, estaba nervioso y al mismo tiempo emocionado, la excitación era grandiosa.
Se levantan las banderas y le doy la orden a mi caballo, este obedece y estoy listo apuntando a mi contrincante, al caballero Mansor, uno de los mejores de Prusia. Lo he visto por mucho tiempo preparándose para esto, con lucha, levantamiento de pesos, acrobacias, equilibrios, manejo de espada y lanza.
Me acercaba a él enfocado, debía ir a galope a unos cien metros de mi oponente, ¿Cuál era el objetivo? Tirarlo de su caballo. Pero de la nada, mis ojos se desvían hacia un lado. Nunca algo me había desconcentrado, pero esta vez fue la excepción.
Era una mujer, una hermosa mujer, ¿Quién era? ¿por qué nunca la había visto antes? ¿Por qué…?
—¡Auch!
Sentí un golpe en mi hombro, la punta de su lanza que es una espada desafilada me golpeó tan fuerte que casi me hace caer, pero me aferré con fuerza de mi caballo evitándolo. Aquel golpe me sacó de mí unos segundos, todo mi cuerpo se inclinó hacia atrás al punto de casi dejar caer la parte de mi armadura que cubre mi rostro, pero volví a mi posición para enfocarme de nuevo.
Rápidamente tomé el control y en el segundo encuentro mi lanza de cabeza con tres puntas, va directo al centro del pecho del otro caballero y logro tirarlo de su caballo, mi lanza se despedazó y volví a escuchar mi nombre.
—¡Romus! ¡Romus!
Ese día logré lo que quería, pero también logré un hombro casi descompuesto por una mujer que solo vi unos segundos y que quizás nunca más volveré a ver.
—¿Dónde estabas, hermanito?
—Tuve que ir por mi medicina, me olvidé de tomarla.
Mi padre, luego de la muerte de mi madre, la reina consorte, ha cuidado de nuestra salud haciéndonos tomar todo lo que el maese diga.
—Te has perdido de algo muy grande, debiste verlo, el caballero de las tinieblas; es tan apuesto y fuerte que derribó al mejor caballero de Prusia.
—¿Cómo sabes que es apuesto? ¿acaso viste su rostro?
—No hace falta verlo para saberlo.
Mi hermana la infanta Eleonora, es una joven hermosa, tan hermosa como mi madre. Lleva su nombre por fortuna, fue muy sabia la persona que escogió llamarla de esa manera, así siempre estaremos mencionando ese nombre que recuerdos nos trae.
—El torneo cumplió todas mis expectativas —dice mi padre—. Tal como esperaba.
—Su majestad luce muy feliz con el resultado del campeonato —menciono orgulloso por lo que hice.
—Claro que sí, mi participante favorito fue el campeón. Me gustaría poder conocerlo, que venga al castillo y se quede en el pueblo para el resto de celebraciones.
—¡Sí! —dice mi hermana emocionada—. Oh, creo que eso no será posible, escuché que el caballero de las tinieblas partiría de inmediato a sus tierras.
—Está bien, entonces será en otra oportunidad.
Mi padre me mira y posa su mano pesada sobre mi hombro para luego darme un apretón, haciendo que casi me desmaye del dolor, pero tuve que resistir. Dos hombros y ha escogido mi hombro lastimado.
—Tomaré un descanso.
—Sí… sí su majestad —respondo con mi voz temblosa y mis ojos empapados de lágrimas.
Mi retiro de los torneos había sido firmado y nadie lo sabía.
Aquel día en mi tierra de Prusia, fue uno de los mejores que he tenido en mi vida, no solo por el torneo; si no porque sin saberlo, la vida volvería a cruzarme a aquella bella dama que me hizo desconcentrar y recibir el golpe más fuerte que nunca antes había recibido. Dios la puso ese día entre las personas y la pondría de nuevo en mi camino.