capitulo 5

2027 Palabras
—Entonces… ya ves, no puede ser de otra manera, Anastasia Balesteri. Me caso contigo y obtengo todo lo que tienes. Tú y todo lo que posees me pertenecen y lo que obtendrás también me pertenece. —Esto está mal. Debes saber eso. —Detenlo—me ordena. Su sonrisa se desvanece. Ese comportamiento sereno y tranquilo regresa, y entonces me doy cuenta de que este es su lado peligroso. —¿Detener, qué? —Detente de intentar aprovecharte de mi lado bueno. No tengo uno. No creas que soy bueno solo porque evité que tu padre te lastimara. No lo soy. Ahora cuando su mirada se clava en mí, tiemblo. Me está diciendo cosas que debería saber, pero sobre todo me dice que no tengo esperanzas. —¿No tienes corazón? —Mi voz ha vuelto al tono débil que tomó cuando hablé por primera vez mientras hago un último intento de alcanzar lo que sea que haya en él que pueda parecerse a algo humano. —No—responde—. No tengo corazón, Principessa. —Esto no tiene nada que ver conmigo. Yo no te conozco. —Ivanov D'Agostino, veintinueve años, futuro propietario de D'Agostino Inc. Mi último chequeo salió limpio. —Él sonríe y mi alma se estremece—. Nos casaremos dentro de un mes. Vivirás aquí, y eso es todo lo que necesitas saber. —Crees que eso es suficiente—le respondo. —Es suficiente porque yo lo digo. Suficientes detalles. Creo que te he dado suficientes respuestas a tus preguntas. Ahora, quítate la ropa. ********* Anastasia No puedo controlar el gemido de sorpresa que sale de mis labios. —No...—me ahogo, negando con la cabeza. —Sí. Quiero echar un vistazo a lo que es mío. Ay Dios mío. Eso es todo. Él me va a violar y no hay nada que pueda hacer al respecto. Mi instinto de supervivencia se activa y trato de pasar junto a él, pero una mano grande me sujeta la muñeca y me lleva de regreso a donde estaba. —Por favor, no...—le suplico. —Anastasia, si quieres congeniar bien aquí, me obedecerás o la vida será muy difícil para ti. —¿Obedecerte? ¿Quién te crees que eres? —Debo tener algún deseo de muerte al hacerle esa pregunta. No estoy pensando con claridad. ¿Quién podría hacerlo en esta pesadilla? —No me hagas responder eso, o repetirme—sisea—. Quítate la ropa. Dios mío... él habla en serio. Voy a tener que hacer esto. Obedecer. ¿Qué me pasará si no lo hago? ¿Qué es peor? ¿Estar dispuesta y permitir que me tome y me haga lo que quiera, o que lo tome violentamente? Me suelta, y la mirada endurecida que me da ahora me dice que no lo presione. Si lo hago... no sé qué me hará. No puedo creer que esté teniendo estos pensamientos. Sus ojos se tornan tormentosos, turbulentos como un mar tempestuoso mientras su mirada me recorre audazmente con dedos invisibles llenos de lujuria. Trago saliva, haré esto. Con manos temblorosas, bajo la pequeña tira de mi vestido de verano por mi hombro izquierdo, luego hago lo mismo por el derecho. Me maldigo por elegir usar este estúpido vestido porque me hace ver linda. También es muy fácil de quitar. El vestido cae a mis pies en el momento en que bajo la segunda tira. Ahora estoy en sujetador y bragas. En eso y mis pequeños zapatos de bailarina. Eso es todo lo que llevo puesto. Me hace una seña con la cabeza, indicándome que me los quite también. —Todo—dice, y aprieta la mandíbula. ¿Con cuál debería empezar? ¿Mi sujetador o mis bragas? Mientras me decido, me agacho y me quito los zapatos... lentamente. Uno, después el otro. Nadie me ha visto nunca desnuda. No tanto así. Nadie, ni siquiera mis médicos. Me enderezo y noto la mirada divertida en su hermoso rostro. Divertido por la forma en que me quité los zapatos y la lentitud con la que lo hice. Me tiemblan las manos mientras alcanzo el pequeño broche de mariposa que sujeta mi sostén y busco a tientas desabrocharlo. En realidad, no es tan difícil de abrir. No puedo hacer que mis manos funcionen. Mi aliento se detiene cuando el clip se abre de golpe, y hago una mueca cuando el peso de mis pechos se derrama. No puedo mirarlo. El rubor caliente de la humillación que me recorre, me deja sin aliento y mareada. Estoy asustada y avergonzada. Estoy aterrorizada y enojada por lo que me está obligando a hacer. Me quito el sostén y cae al suelo, uniéndose a mi vestido. Mis pechos se sacuden cuando me inclino para bajar las bragas por mis piernas. Una vez que están abajo, salgo de ellas y endurezco mi columna, deseando ser fuerte. Mantengo mi mirada al frente, mirando el blanco de su camisa, evitando sus ojos. Él extiende la mano y levanta mi barbilla, guiando mi mirada hacia la suya. El roce de sus dedos en mi piel me provoca un escalofrío. Un escalofrío de excitación s****l que detesto. No debería sentir nada por este hombre. Definitivamente nada s****l. Nada de lo que haga a continuación será con mi permiso. Nada. Nada en absoluto. Sostiene mi mirada y me suelta, pero no antes de pasar sus dedos por mi cuello. Luego, lenta, muy lentamente, camina a mi alrededor, rodeándome como un depredador haría con su presa. Sus ojos tienen una mirada entornada y hambrienta que se vuelve más hambrienta, más codiciosa con cada segundo que pasa. Me toca por todas partes. Mi cabeza, mi pecho, mi estómago, hasta el suave montículo de mi sexo, donde se detiene antes de que su mirada se mueva hacia arriba para encontrarse con la mía. —Ahora puedo ver de qué se trata la charla—comenta. No sé lo que él quiere decir—. Hermosa...—agrega él. Mi coño traidor se aprieta de necesidad. Nunca he tenido un hombre que me mire como él lo hace. Si lo hubieran hecho, no los habría visto porque habrían sido aterrorizados por mi padre. Por esa misma razón tampoco nunca un hombre me dijo hermosa. Ni siquiera Jacob. —Suéltate el cabello para mí—añade. Me quito la banda de mi cola de caballo. Tan pronto como lo hago, mis largos mechones oscuros caen por mis hombros y se juntan en la parte baja de mi espalda. El deseo en sus ojos es una señal de que está listo para atacar. El miedo me atraviesa como un relámpago. Da un paso más cerca y yo retrocedo. Un paso más y estoy completamente pegada a la pared. No estaba lejos de ella en primer lugar. Coloca una mano junto a mi hombro, encerrándome para que no pueda moverme. No puedo dejar de temblar. El terror viene de lo más profundo. De lo profundo de mi alma. No puedo controlarlo. Ivanov baja la cabeza hasta que nos separa un aliento y huele mi cabello. Entonces baja la mano para tocar un mechón. Sus dedos rozan mis pezones, poniéndolos duros. El contacto hace que la excitación me recorra y se me seque la garganta. Permitiendo que las puntas de mi cabello se enrollen alrededor de su pulgar, observa fascinado. Entonces, cuando presiona su mano contra la parte plana de mi vientre, sé que es esto. Él va a atacar. No sé si sobreviviré. —Por favor… no de esta manera. Yo nunca... —Me estremezco, esperando que no se ría de mí y me haga sentir peor. —¿Nunca... nunca qué, Principessa?—pregunta. Su cálido aliento me hace cosquillas en la nariz. —Nunca... he estado con un hombre. Ante la declaración, la sonrisa diabólica que ilumina su rostro me asusta. Es diferente a la que me dio antes. Tiene un aire de victoria, como si acabara de ganar el premio gordo. —Jodido infierno. Definitivamente lo hice bien—exhala y se ríe—. ¿Estás tomando la píldora, Principessa? Me gusta follar a pelo. Mi boca se abre, pero no puedo hablar. No estoy acostumbrada a que las personas me hablen así. Su boca sucia me sorprende, pero al mismo tiempo provoca una respuesta de mi cuerpo que no me gusta. —Contéstame—me empuja. —Sí—respondo rápidamente. —Buena chica. Asegúrate de tomarlas. Tomo la píldora para mi piel. Cuando mi doctor me las recetó, nunca pensé en el sexo. Cuando la seriedad regresa a su rostro, suelta mi cabello y pasa su grueso dedo sobre mi vientre plano, sin apartar los ojos de mí. Presionándome contra la pared, trato de sostenerme para no caerme mientras él recorre la línea desde mi vientre hasta el profundo valle de mi escote. Sus dedos revolotean ligeramente sobre mis senos y después se demoran en mi pezón izquierdo. Son guijarros al tacto. La humedad se acumula profundamente en mi núcleo. Me sonríe como si supiera. Entonces pienso que quizás lo sabe. Sabe que su toque me está excitando. Trago saliva y lucho contra las lágrimas cuando se inclina aún más y me muerde el lóbulo de la oreja. Eso me debilita, y por un momento cedo y dejo que la excitación me atraviese. Mi aliento sale como un ronquido mientras trato de recuperarlo. Sus dedos regresan a mi vientre, entonces bajan. Abajo, más abajo hasta que su mano acuna mi sexo y sus dedos se deslizan sobre el suave montículo de mi coño. Jadeo cuando desliza un dedo en mi pasaje virgen y comienza a meterlo y sacarlo. Vuelve a mi oído y susurra: —Vaya, tu coño está muy apretado. Nunca antes me había follado a una virgen. Definitivamente te voy a disfrutar. Te sientes tan bien, Principessa. No puedo esperar a sentirte alrededor de mi polla. Mis mejillas arden ante sus sucias palabras para controlar mi excitación y fomentar mi atracción por él. Entonces mi garganta se aprieta tanto que creo que podría desmayarme por la falta de aire cuando él mira mi coño y comienza a bombear dentro y fuera más rápido. La sonrisa se desvanece de sus labios, y su hermoso rostro adquiere ese borde duro de nuevo, endureciéndose mientras me folla con los dedos contra la pared. La excitación me golpea y me pongo más cachonda. Gimo con cada incómoda estocada, avergonzada de que mi cuerpo le esté respondiendo de esta manera. Cuando una sacudida de placer me atraviesa, pierdo el control por completo. Mis manos abandonan la pared y agarran su camisa. Me da una amplia sonrisa y me sorprende cuando inclina la cabeza para chupar mi pecho izquierdo. Empieza a chupar con fuerza y acelera sus movimientos dentro de mi coño. De repente, el placer me atraviesa. Trato de combatirlo, trato de esconderlo, intento que los sonidos del éxtasis se alejen de mis labios, pero no puedo. Me corro. Duro. Mientras me corro, gimo tan fuerte que no puedo creer que ese sonido escape de mis labios. La humedad brota de mi coño sobre sus dedos, y solo entonces deja de bombear y chupar. Enderezándose, saca su dedo de mí y lo levanta para que vea el jugo reluciente. Me sorprende aún más cuando se lo lleva a la boca y lo lame. El aliento me abandona cuando se agacha, acerca mis caderas a su rostro y desliza su rostro entre mis muslos para poder meter la lengua en mi pasaje. La excitación chisporrotea dentro de mi coño de nuevo mientras lame la humedad que se ha acumulado entre mis piernas. La vergüenza me llena mientras veo al hermoso hombre que acaba de comprarme comiéndome. Me sorprende y enfurezco conmigo misma cuando mi lado traidor admite que me gusta lo que me hace. Cuando se pone de pie, se limpia la boca con el dorso de la mano y un mechón de su cabello n***o azabache cae sobre su ojo. Mi mirada cae al bulto distintivo de su polla presionando contra sus pantalones, y me trago el miedo.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR