Capítulo 3

1979 Palabras
Llego a la empresa a mi primer día de trabajo con muchas ganas, al llegar a la recepción de la primera planta, me espera un chico de recursos humanos con mi gafete. -Hola, Amy, bienvenida a Collins Building, yo soy Ben Finick… llegas muy temprano para tu recorrido. -Hola, s-sí, no me gusta llegar tarde o ser puntual, si-siempre es bu-bueno llegar antes. -Entonces vamos, puede ser que terminemos antes y tú comiences tu jornada antes de lo esperado. Me sonríe amable y caminamos hacia los ascensores, me indica que el personal en general utiliza el número “2”, el “1” está reservado solo para los señores Collins y la novia de mi jefe. -Bien, vamos al cuarto piso, te encantará – me guiña un ojo y yo me sonrojo, porque esos gestos de confianza no son usuales para mí -. Tiene unos bellos ojos marrones, es más alto que yo, aunque la verdad todos son más altos que yo al parecer. Las puertas se abren y me deja salir primero a una enorme cafetería. -Puedes traer tu almuerzo y comer en la cocina habilitada en el piso de presidencia, o puedes venir aquí. La comida es económica, pero deliciosa. Te recomiendo los postres de fruta, son una delicia. Me muestra el piso completo y luego volvemos al ascensor, marca el “7” y se queda en silencio. Cuando las puertas se abren, vuelve a darme el paso y me quedo impresionada, hay una cantidad de mesas de diseño, con proyectos en ellas, planos organizados por números y letras… -Ya te habrás dado cuenta que estamos en el departamento de diseño, aquí es donde se inician los proyectos y donde se modifican – me lleva a uno de los estantes donde reposan los legajos -. Aquí puedes encontrar los proyectos ya finalizados, pero allá están los que se encuentran en proceso. Cada uno tiene su propio código, que identifica al dibujante y al proyectista. -M-me gusta, está todo muy organizado – le digo mirando todo el espacio y me imagino aquí algún día -. -Al señor Collins hijo no le gusta el desorden, cuando viene, debe estar todo es su lugar. Si te pide algo de aquí, será fácil encontrarlo, pero luego debes regresarlo a donde estaba exactamente. Si te pide alguno de los que está en progreso, primero debes solicitarlo por escrito, para que el dibujante lo deje es su portaplanos y debes verificar que sea el requerido. Asiento y me sonríe, luego vamos de regreso al ascensor y me lleva al siguiente piso. Así es como en cuarenta y cinco minutos me enseña los departamentos más importantes para mí, me dice que si en algún momento me piden ir a algún lugar y no sé dónde está ubicado, que le pregunte para que no tenga problemas. Me lleva a mi puesto de trabajo, me entrega la clave de la computadora, diciéndome que no debo dársela a nadie más que a mi jefe, porque allí se guardan documentos importantes y confidenciales. Se va despidiéndose de mí con un apretón de manos, con su número en mi teléfono y unos nervios de muerte en mi estómago. Comienzo a revisar los pendientes y me doy cuenta que son demasiados, por lo que comienzo a clasificarlos por orden de prioridad. Con horro me doy cuenta que hay algunos que eran para ayer y no fueron terminados, así que me dedico a iniciar lo antes posible. De pronto escucho unos gritos que me hacen saltar en el asiento. -¡No puede ser, eso debió enviarse ayer! ¡Maldición, Donna no hizo nada de eso! ¡¡La despedí, ¿no entiendes?¡ - hace una pausa antes de abrir la puerta de su oficina y sigue gritando, sin darse cuenta que estoy allí, apresurándome a terminar lo que Donna no hizo -. ¡Claro que tengo una nueva asistente, pero ni siquiera sé si servirá, porque tiene más aspecto de tonta que de eficiente! Se me hace un nudo en la garganta cuando dice eso, porque sé que sus palabras van dirigidas a mí. Así que me apresuro en lo que hago, mientras él sigue gritando, hasta que se voltea y me ve, da un salto y frunce el ceño. -Maldición, Amy… avíseme que ya llegó, tengo varias cosas que pedirle – me ve teclear sin mirar la pantalla y se enoja -. ¡Deténgase! ¿Quién le dijo que empezara a trabajar sin recibir las órdenes del día? -Di-disculpe, l-lo que pasa es… -¡Nada! Quiero que aprenda desde ahora, aquí nada se hace si yo no lo ordeno – me mira más enojado, porque yo no puedo dejar de teclear -. ¡Le dije que pare! ¿O acaso además de ciega, es sorda? Dejo mis manos en mi regazo y bajo la vista. Él me toma del brazo para sacarme de mi puesto, en ese momento siento una sensación nueva en mi cuerpo que me asusta. Toma asiento en mi lugar y comienza a ver lo que estaba haciendo. -Esto… ¿esto es de los pendientes de Donna? – me dice señalando la pantalla -. -S-sí, perdone si hay errores, pero usted m-me distrajo con sus gritos. Me mira como queriendo asesinarme, pero luego suaviza su rostro y me doy cuenta que es realmente hermoso. Su cabello cobrizo oscuro, unos preciosos ojos azules y su altura… debe medir más de un metro noventa. De pronto miles de mariposas atacan mi cuerpo, me lleno de una alegría que no había sentido al ver a una persona y me muero porque ese contacto de recién se vuelva a repetir, aunque sea con brusquedad. -No hay errores… cosa curiosa, porque se supone que usted no es para este trabajo – antes de que le responda, se pone de pie y me manda a sentar con un gesto de la mano -. Termínelo y lo envía a mi correo, ya veremos luego de eso la agenda y los correos que debe aprender. -Sí señor – bajo la mirada al teclado y comienzo a escribir lo último que me falta -. Cuando termino, hago lo que me ha dicho y decido ir ahora a su oficina para que termine de explicarme lo que debo hacer. Al verme en la puerta me indica que pase, corta la llamada y me muestra la silla para que tome asiento. -Bien, vamos a revisar la agenda. -Di-disculpe… ¿está bien mi trabajo? – le pregunto con timidez -. -Mire, señorita Summers, si su trabajo está mal lo sabrá de inmediato, es lo único que debe entender. Ahora, a lo que vino, mientras antes se vaya a hacer lo que debe, mejor para mí. Así, en diez minutos me explica todo lo que debo saber y me despacha como si le estorbara. Me siento en mi escritorio suspirando con resignación, cierro los ojos un momento y me dedico a hacer mi trabajo… bueno, el de las otras asistentes. Horas después él sale a almorzar sin despedirse, pegado a su teléfono, no me mira ni una sola vez para decirme adiós o algo. Vuelvo a lo mío y así se pasa la hora hasta que él llega, voy a saludarlo, pero ni siquiera se da cuenta que estoy ahí. Veo que los pendientes más largos me han quedado para el final. Dejo todo lo demás ordenado, clasificados en carpetas y con etiquetas para no olvidar a dónde debo llevarlos luego. Comienzo con el trabajo más pesado, muy animada, hasta que a mi estómago le da por comenzar a rugir. -Claro, a tu cuerpo no le importa que tengas demasiado trabajo el primer día. Termino con este pendiente y me pongo de pie, saco la lonchera y corro para comerme mi almuerzo, que consiste en un sándwich de pollo y una barra de cereal. Saco primero la barra, para calmar un poco el hambre, pero nada es perfecto en mi vida, este trabajo no iba a ser la excepción. -¡Amy! ¡¿Dónde se metió?! ¡Demonios, es el primer día y ya está perdiendo el tiempo! ¡Qué hice yo en mi otra vida para que me castiguen con asistentes tan incompetentes! Termino de tragarme lo que tengo en la boca y guardo lo demás, me pongo de pie y trato de salir rápido, pero choco con un cuerpo alto, musculoso, que huele delicioso, a pino y limón… -¡Es que usted es el colmo del descaro, apenas es su primer día y ya se esconde para tragar aquí en horas laborales! -L-lo siento, pero es que… -¡Pero es que nada! Vamos – me toma del brazo y hala de mí, si no fuera porque tiene sus dedos enterrados en mi frágil humanidad, lo estaría gozando -. Necesito que me prepare unos documentos que las otras inútiles no hicieron. -Dígame cual – le digo sentándome en mi silla y comenzando a buscar en los pendientes, que ya son mucho menos -. -Ah no… aquí falta mucho por hacer – me mira furioso, creo que si pudiera me lanzaría por una ventana -. ¿Dónde están las demás cosas? -Oh, esas están aquí. Abro una gaveta y saco todas las carpetas que ya están listas, al verlas frunce el ceño y se ríe con ironía. -¿Y usted quiere que yo me trague eso de que terminó todo esto? A menos que no me haya informado bien, no hay robots que finjan ser humanos. -Pe-pero es que. -¿Es lo único que sabe decir? ¡¿Eh?! Me quita las carpetas y comienza a revisar, luego del tercer documento me mira con los ojos abiertos y se sienta frente a mí, yo bajo la mirada porque me siento muy intimidada por él. -Pero usted… usted no es de este mundo – las deja en el escritorio y me dice muy bajo -. ¿Tiene idea cuántas asistentes he tenido en los seis años que tengo en este puesto? – niego sin mirarlo -. Treinta y dos, usted es la número treinta y tres. Debe ser que salió de un laboratorio o… - levanto un poco la vista y parece un depredador tras su presa -. ¿Quién le ayudó? -N-nadie, señor Collins. -A menos que se saltara la hora de almuerzo, es imposible que hiciera todo esto sola. Y justo en ese breve momento que hace silencio, mi estómago le da la razón. Se echa hacia atrás sorprendido, abre la boca y yo contengo las lágrimas en mis ojos, porque no estoy acostumbrada a este tipo de tratos hacia mí. -Amy, míreme – me obligo a verlo a esos bellos ojos azules -. ¿Usted no ha comido? Muevo de manera negativa mi cabeza y me quito rápido una lágrima que se me escapa. Mi jefe suspira, se pasa las manos por ese lindo cabello que tiene y se pone de pie, se para a mi lado, indicándome que me ponga de pie con cara de ogro. -Disculpe, la traté muy mal y no se lo merece – su tono es seco -. En verdad usted es la mejor asistente que he tenido jamás. Por favor, vaya al cuarto piso – saca su cartera del bolsillo, saca una tarjeta que coloca en mis manos y la cierra -. Esa es solo para usted y le permite comer lo que se le venga en gana. Tiene treinta minutos, aprovéchelos. Toma las carpetas de mi escritorio y se mete a la oficina. Y yo me quedo completamente impresionada, siento que mi corazón se va a escapar de mí. Sin sacar nada de mi escritorio, me voy al ascensor y bajo para comer. Cuando las puertas se cierran, me aferro a la tarjeta, no por lo que significa, sino por quién me la dio. Y un suspiro sale de mí.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR