Capítulo 4

1672 Palabras
Me quedo mirando la ciudad por la ventana una vez más, bajo la vista a mis manos como si allí encontrara la respuesta a esa sensación que sentí cuando coloqué la tarjeta de Amy entre sus manos. Llevo mis manos a la cara y me desespero, porque solo una vez pude sentir algo así, fue una chica que me deslumbró por su inteligencia en la universidad, pero terminó saliendo con mi primo. Aunque aquella vez no fue tan intenso como lo vivido hace unos días. -Ya basta, John… eres un hombre adulto, viejo para estas cosas. Dejo escapar un bufido y vuelvo a pegar mi vista al nuevo proyecto que tengo en la mesa de dibujo. Llaman a la puerta, indico que entren sin apartar mi atención, por un momento me imagino que fue una ilusión, me giro para ver si es así y termino sobresaltado, Amy se asusta, cerrando los ojos y bajando la cabeza. -¡¿Es que le cuesta tanto anunciarse?! -L-lo siento, mi-mi intensión no era asustarlo… - un leve gemido por el miedo que le provoco con mi reacción sale de ella -. L-le traigo estos permisos para que los firme. Me extiende la carpeta y me voy hasta mi escritorio, mientras ella se queda parada frente a la mesa. Reviso cada hoja y la voy firmando, ella se acerca hasta mí justo cuando le extiendo la carpeta de regreso, pero esta vez la veo con una sonrisa. -¿Se comió un payaso al desayuno o se está burlando de mí? – ella se encoge de inmediato, recibiendo los documentos -. -N-no, solo sonreía por ese proyecto, es realmente hermoso, será una obra de arte en acero. Con permiso. Sale de la oficina como si mis demonios la persiguieran y veo su atuendo, tan horrible como siempre. Una falta tubo hasta casi los tobillos de color gris, una chaquetilla que la hace ver vieja y por completo desentonada con el resto de nosotros. La veo quedarse parada escaneando los documentos, mientras veo que a veces mira el techo y toma notas en una libreta pequeña que carga en su bolsillo. Frunzo el ceño y eso me causa suspicacia, pero dejo eso de lado, porque tengo trabajo que hacer. Vuelvo a la mesa de diseño, sintiendo como remordimiento de haberla tratado tan mal hace un momento. -¡Maldición! – digo frustrado -. -¿Sabías que el pelear contigo mismo es señal de locura? – me giro para ver a Josh caminar hacia mí -. -Josh… llegas tarde. -Lo siento, me entretuvieron un poco – lo miro y ruedo los ojos nada más ver su expresión de haber disfrutado de una mujer -. -Necesito que te encargues de los cálculos del acero, eres experto en eso. Y quiero que vayas ahora por los especificaciones de este proyecto, tengo algunas dudas. -¿Estará bien si mando a tu asistente? – la mira y hace un gesto de desagrado -. Si querías espantar al resto de los mortales, solo debías poner un bulldog fuera, poner a esa chica es maldad pura de tu parte. -Josh, no te burles, a la pobre seguro que la abandonaron las hadas de la belleza cuando nació – Josh se ríe, pero yo me reprendo por ese comentario -. -En lugar de hadas, le dejaron a los gnomos… ¡solo mírala! Es pequeña, se viste mal, debe tener un cuerpo deforme que esconde con esa ropa ancha, su cabello… me recuerda a mi maestra de matemáticas del colegio, que tenía como cien años. -Sí, es pequeña… - le digo mirando el proyecto, sin dejar de pensar que su cuerpo le quedaría perfecto al mío -. ¡Ah, rayos! Josh, encárgate de lo que te pedí, voy por un café. -Está bien – me dice sorprendido por mi actitud -. Salimos de la oficina, justo cuando Camille ve a Amy y le truena los dedos. -Muchachita, necesito que me des los permisos que John te pidió esta mañana. -S-sí, claro – se pone de pie y llega al archivero, saca la misma carpeta de antes y se la entrega -. Están todos firmados, señorita Vans. -Oiga – le dice Josh para llamar su atención -. Necesito que vaya a buscar unos documentos al departamento de diseño. -Por supuesto – dice saltando como resorte, luego de que tomara asiento -. ¿Cuáles son los que necesita? -Las especificaciones del proyecto “Missuri” – Amy guarda un archivo en el computador y se encamina hacia el ascensor -. Espere, baje por las escaleras, nosotros vamos a subir allí. -Po-por supuesto… - dice sumisa como siempre -. -“Po-por supuesto” – se burla Camille -. ¿No sabe hacer otra cosa que solo lo que le ordenan? ¿Acaso no tiene iniciativa? En este mundo se la van a comer viva, nunca debió estudiar una carrera donde se necesita carácter y mejor apariencia. Amy baja la mirada, con sus manos entrelazadas delante de ella, asiente y sale disparada hacia las escaleras. Camille se acerca a mí, pero me escapo como si no me hubiese dado cuenta de que lo hacía. -Me arrepentí de ese café – le digo a Josh -, voy a mi oficina, se me ocurrió algo para ese proyecto. -Yo te traigo uno, primito. Y si quieres, también un repelente para insectos, a lo mejor así tu asistente se espanta de una vez y renuncia. -Josh, puede ser fea y desaliñada, pero es la mejor asistente que he tenido nunca – le digo con tono de evidente desagrado -. Prefiero a la chica fea y gorda que hace bien su trabajo, a la bonita que solo se pasea para atraer galanes. Sin esperar respuesta, me voy a mi oficina, frustrado porque no sé que esto que siento. La verdad es que no me gustó para nada que dijeran todo eso a Amy. Resoplo para controlarme. -Es estrés, John… porque antes te desquitabas las frustraciones gritando a tus asistentes. A esta solo la puedes regañar porque te espanta. Esta vez me propongo concentrarme en el proyecto, sin que esa muchachita me siga haciendo sentir incómodo. ---------- Me apoyo en la pared, antes de bajar las escaleras. Sería peligroso que lo hiciera con los ojos humedecidos, el trato que me han dado hace unos segundos me provoca salir gritando y llorando, pero no puedo renunciar. A pesar de todo, me gusta mi trabajo, me gusta ocuparme de sus cosas… de las cosas del trabajo. Ellos siguen hablando de mí, el primo es un tonto, de él puedo esperar cualquier cosa, por eso sus palabras no me causan extrañeza. -Yo te traigo uno, primito. Y si quieres, también un repelente para insectos, a lo mejor así tu asistente se espanta de una vez y renuncia. -Josh, puede ser fea y desaliñada, pero es la mejor asistente que he tenido nunca. Prefiero a la chica fea y gorda que hace bien su trabajo, a la bonita que solo se pasea para atraer galanes. Me abrazo, tratando de confortarme, mi corazón se rompe por sus palabras y recuerdo lo que siempre me dice Lauren. "-No importa cómo luzcas, nena, eres bella y si un hombre no es capaz de darse cuenta al conocerte, entonces es un idiota que no te merece.” Respiro profundo, trato de inspirarme algo de confianza, pero es inútil. Lo cierto es que la perdí desde pequeña, con la muerte de mi madre, los niños burlándose de mí. Y aquel chico de la universidad. -No lo recuerdes, Amy – respiro profundo varias veces y bajo por las escaleras casi corriendo, ya he perdido mucho tiempo -. Al llegar al departamento de diseños, llego muy cansada, pero me dedico a buscar lo que me pidieron. Cameron, un chico joven y muy amable se me acerca. -Señorita Summers, ¿qué se le ofrece? – me dice sonriente, es la primera vez que no me sonrojo con un chico que me sonríe -. -Ve-vengo por las especificaciones del proyecto “Missuri”. -Claro, venga por aquí – lo sigo hasta su escritorio -. -No es necesario que me trate de usted, debo ser incluso menor que usted – se me queda viendo incrédulo -. So-solo tengo veintidós años – bajo la vista al piso cuando se queda con la boca abierta -. -Disculpa, en verdad pensé que pasabas de los treinta, por tu manera de vestir. Soy un tonto – veo que me extiende la mano -. No se volverá a repetir. Lo miro a la cara, frunce el ceño unos segundos mirándome y luego se queda con la boca abierta. -Oh por Dios… - se lleva la mano libre -. Chica, no deberías bajar la vista, tus ojos son… -Pre-prefiero que no los vean. Eso solo llamará la atención de los hombres superficiales. -Tu decisión, pero recuerda que solo ellos serán capaces de mostrar al mundo tu verdadera valía, aunque sea un cliché, creo firmemente en que los ojos son las puertas del alma y la tuya está completamente abierta, eres única. Voy a responder, pero otra chica se acerca a nosotros llamando su atención. Me ofrece los documentos por los cuales vine y le doy las gracias, voy a esperar el ascensor con una sonrisa por lo que acaba de pasar. Las puertas se abren, entro con la vista baja y de manera rápida, porque mi jefe necesita esto con urgencia. Pero choco contra un cuerpo duro, alto y que me rodea antes de que caiga de nalgas al piso, porque he protegido la carpeta antes que a mí misma. -¡Amy, fíjese por dónde va! – la voz de mi jefe sale como un trueno en la peor de las tormentas -. Me suelta y lanza un bufido, me quita la carpeta y aprieta el botón para subir. No me atrevo a mirarlo, pero ese breve contacto me estremece por completo, olvidando las palabras que hace un rato dijo de mí, deseando quedarme así con él… para siempre.
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