-Tengo que responder.- dijo Rocío con los dientes apretados, Mauro había vuelto a apresarla entre la pared y su propio cuerpo en un gesto que comenzaba a inquietarla más de lo que debía.
-Si hacemos silencio, se van a ir.- respondió él tan nervioso que su frente se pintó de un brillante sudor.
-Saben que estoy acá, yo nunca… Soy la única que se queda en la semana. -dijo sin querer dar más información de la que debía.
No estaba orgullosa de no poder salir de su casa, no era algo que quisiera compartir con nadie, menos aún con un joven temerario como el que presionaba su cadera contra la pared, que de repente se sentía con una temperatura mayor.
-No. No pueden encontrarme.- dijo apretando sus dientes en un intento de amenaza que volvió a sonar a súplica en sus labios.
-Si no respondo van a entrar. Los voy a disuadir.- le respondió Rocío bajando su vista como si estuviera arrepentida de su sugerencia justo cuando la presión sobre su cuerpo aflojaba y un suspiro de resignación escapaba de aquel joven que ahora se tomaba la cabeza como si supiera que no tenía salida.
Entonces Rocío alzó su mano, fue un movimiento casi involuntario, un gesto que nacía en ella cuando alguién se mostraba vulnerable, sólo que aquel era un fugitivo, un ladrón o algo peor ¿Cómo podía querer ayudarlo?
Llegó a su brazo y Mauro se sobresaltó, entonces ella le enseñó una ligera mueca similar a una sonrisa.
-Voy a alejarlos.- le dijo en tono bajo pero seguro y él abrió sus ojos, que se mostraron más enormes de lo que eran sin saber cómo responder. Era una desconocida, una en cuya casa había irrumpido con gesto amenazante, una que había sujetado con todas su fuerzas más de una vez. ¿Quería ayudarlo? Estaba confundido, entonces Rocío volvió a bajar su vista y ese rubor inocente tiñó sus mejillas. Estaba avergonzada, estaba arrepentida de haber ofrecido su ayuda y eso no le gustó.
-Está bien.- le dijo recuperando esos ojos verdes.
-Gracias.- agregó por lo bajo, como si no estuviera seguro de decirlo, pero no pudiera evitarlo.
Entonces ella sonrió y sus ojos se iluminaron aún más, obligándolo a regresar a su papel de maleante. ¿Qué estaba haciendo? Se suponía que debía escapar de la policía, no coquetear con una chica, por más atractiva que la encontrara.
Por suerte ella se alejó, soltó su brazo y caminó con movimientos lentos hacia la puerta de entrada, indicándole con su mano que se moviera hacia uno de los lados.
-Buenas noches, señorita.- se oyó ni bien abrió la ventana de uno de los lados de la enorme puerta de madera de esa casa coqueta y cuidada.
-Buenas noches, oficial… Ernesto, ¿cómo está?- dijo mirando al hombre de seguridad de aquella zona de casas elegantes, quién evidentemente no había visto nada más que su celular en el momento en el que un intruso había entrado en su casa.
-Señorita, ¿Está usted bien? Estamos buscando a unos prófugos que escaparon de la comisaría hace unas horas. ¿Usted no vio nada? ¿Podemos pasar a revisar?- dijo el oficial interrumpiendo al pobre Ernesto que, tan avergonzado como estaba, no pudo más que mirar hacia el suelo.
-¿De la comisaría? Pero eso está muy lejos ¿Seguro vinieron para acá? Yo no oí nada, trabajo con mis auriculares en mi computadora y la verdad es que apenas los oí a ustedes.- dijo ensayando una sonrisa inocente mientras sus dedos se apretaban entre sí detrás de su espalda intentando mitigar los nervios que en verdad sentía.
-Sí, es lejos, pero tomaron la autopista para esta zona, ya apresaron a dos, pero quedan un par de delincuentes sueltos, ¿No quiere que revisemos por las dudas?- insistió el oficial impaciente mientras su radio hacía unos sonidos estridentes.
-Bueno, yo.. La verdad es que mi casa es muy silenciosa normalmente, tengo todo cerrado.- mintió cada vez más nerviosa.
-No sé. Creo que no sería necesario.- dijo volviendo a mirar a Ernesto como si necesitara un cómplice en su ridícula apreciación. Cualquiera en su sano juicio dejaría pasar a la policía, debería mostrar miedo por la posibilidad de que un extraño estuviera escondido en su casa, solo que el extraño estaba allí y la miraba con sus ojos bien abiertos, como si no quisiera que lo decepcionara.
-Disculpe oficial, la señorita tiene un .. asunto.. Verá ella no puede.. Quiero decir, no sale nunca de su casa, si hubieran entrado aquí lo sabría.- dijo el hombre bajando el tono a medida que aquel intimidante oficial lo miraba como si no le importara en lo más mínimo su opinión.
-Yo no oí nada, pero bueno, no sé, usted es el que sabe.- agregó algo resignada mientras Mauro se mostraba tan sorprendido como indignado con aquella sugerencia.
-Central a 2-09.- se oyó desde aquel ruidoso handy que colgaba de la cintura del policía obligándolo a tomar el aparato.
-Aquí 2-09- respondió a desgano alternando la mirada entre el ineficiente hombre de seguridad y la joven a través de la ventana.
-Actividad sospechosa en el kilómetro 53, ¿están cerca?.- preguntó y el oficial emitió un bufido mientras comenzaba a alejarse.
-Sí, ya vamos para allá. -dijo haciéndole un gesto al otro oficial que estaba dentro del patrullero en señal de que debían marcharse.
-Cuidese señorita y usted esté atento, son una banda peligrosa, será mejor que no se quede dormido.- le dijo al hombre que había encogido los hombros como si se hubiera convertido en un niño al que acababan de reprender.
Rocío desvió su vista a Mauro con disimulo ¿Son una banda peligrosa? Resonó en su mente, sin lograr unir esa descripción con el joven que tenía enfrente. A lo mejor sus instintos se habían descompuesto por pasar tanto tiempo a solas, pensó con resignación.
Mauro cerró sus ojos y suspiró. No le sorprendía que hablaran así, pero él no pertenecía a esa banda, o al menos nunca había querido hacerlo.
-Gracias oficial, voy a llamar a mi madre para que me acompañe esta noche y cualquier cosa le aviso a Ernesto.- dijo mucho más segura demostrando grandes dotes actorales, ya que si había alguien a quien no llamaría de seguro sería a su madre.
Mauro volvió a abrir sus ojos, estaba desconcertado, ya no sabía qué pensar de ella. A lo mejor era una loca, aquel hombre había dicho que apenas salía de su casa, ¿Qué quería decir eso en realidad? ¿No salía mucho de su casa o no salía nunca? Pensó justo cuando ella cerraba la ventana y lo enfrentaba apretando sus labios como si necesitara descargar la tensión vivida en un gesto que terminó de confirmarle lo mucho que comenzaba a gustarle.