La noche había caído cuando finalmente llegué al restaurante que la abuela de Oliver había reservado. El jardín del lugar estaba iluminado por luces suaves, que daban un toque casi mágico al ambiente, pero no lograban calmar el nudo en mi estómago. Me estacioné y tomé un momento para respirar profundamente, intentando prepararme para lo que sabía que sería una velada tensa.
Antes de que pudiera siquiera apagar el motor, vi a Oliver acercarse con un paso apresurado. Abrió la puerta de mi auto de un tirón y, sin siquiera mirarme a los ojos, dijo con impaciencia:
—Floria, debimos llegar juntos. Si mi padre nos ve llegar por separado, empezará a pensar cosas raras—
Lo miré, intentando mantener la calma.
—No podía dejar mi auto, Oliver. Además, ya tenías compañía— respondí, dejando que la insinuación sobre Amy se deslizara en mis palabras.
Oliver apretó los labios, su rostro una máscara de incomodidad, pero antes de que pudiera replicar, la figura imponente de su padre apareció cerca de nosotros. El señor Miller siempre había tenido una presencia dominante, y esta noche no era la excepción.
—Floria, te estaba esperando. Tenemos mucho de qué hablar— dijo con una voz firme, pero había algo en su tono que no lograba descifrar.
Asentí y me dirigí junto a él hacia el jardín, donde la familia ya estaba reunida. El ambiente estaba cargado, como si cada uno de ellos estuviera esperando la chispa que encendería la noche. Al llegar, me encontré con los abuelos de Oliver y la novia de mi suegro, sentados a la mesa, ya inmersos en conversaciones superficiales.
Nos sentamos, y la cena comenzó en un silencio incómodo, roto solo por el sonido de los cubiertos. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que el tema de los negocios emergiera inevitablemente.
—Floria, me alegra saber que estás por cerrar ese contrato tan importante —dijo mi suegro, su tono complacido.
—Si logras firmarlo, te ascenderé a subdirectora general de la empresa—
Oliver, que hasta ese momento había estado concentrado en su plato, levantó la mirada con interés.
—Eso es genial, papá. Así, cuando sea el CEO de la compañía, mi esposa será mi mano derecha— dijo con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Pero su padre no compartió el entusiasmo.
—Oliver, no estoy seguro de que estés preparado para un cargo tan alto. Apenas puedes con las responsabilidades que tienes ahora— respondió, sin molestarse en suavizar el golpe.
El abuelo de Oliver, que hasta ese momento había permanecido en silencio, intervino con una queja.
—No puedes seguir despreciando así a tu propio hijo. Y tampoco puedes seguir dándole a Floria un mejor puesto que a tu propia sangre—
La tensión en el aire se hizo palpable. El señor Miller se cruzó de brazos, su rostro duro.
—Floria hace un mejor trabajo que Oliver. Y cuando ella tenga un hijo, será a ese futuro nieto al que le dejaré la empresa, no a un inútil —dijo, sus palabras cayendo como piedras sobre la mesa.
La abuela de Oliver, horrorizada, levantó la voz.
—¡No puedes ser tan severo con tu propio hijo! Si no lo asciendes, dejaré de hablarte—
El señor Miller la miró con una mezcla de incredulidad y exasperación.
—Si no fuera porque Floria compró el 35% de las acciones de la empresa, estaríamos en la ruina—
La novia de mi suegro, que había estado observando la escena en silencio, posó una mano sobre el brazo de su esposo, intentando calmarlo.
—Cariño, por favor, cálmate. Esta cena no es el momento para esto—
Pero la abuela no estaba dispuesta a ceder.
—Floria solo se ha aprovechado de nosotros. Está rompiendo a esta familia. Yo nunca estuve de acuerdo con este matrimonio—
Las palabras de la abuela resonaron en mis oídos como un disparo. Pero antes de que pudiera responder, Amy decidió intervenir, intentando desviar la atención.
—Hablé con una embajadora de spa en el evento administrativo. Mañana pasaré a hacerme un tratamiento rejuvenecedor y pensé que podríamos ir juntas, abuela— La abuela de Oliver se giró hacia Amy con una furia que jamás había visto en ella.
—¡Tú ni siquiera deberías estar aquí! No te invité a esta cena y deberías haberte ido desde que tu madre murió—
Oliver, alarmado, intentó calmarla.
—Abuela, no deberías decir esas cosas— Pero Amy ya estaba al borde de las lágrimas. Se levantó abruptamente de la mesa y salió corriendo hacia el interior del restaurante, sollozando. Oliver se levantó, dispuesto a ir tras ella, pero lo detuve con una mano firme en su brazo.
—Tu esposa aún no se ha levantado de la mesa, Oliver— dije, mirándolo directamente a los ojos.
Oliver se quedó inmóvil por un momento, luego se dejó caer de nuevo en su silla, claramente incómodo. La abuela, aún enfadada, giró su atención hacia mí.
—No deberías tratar a mi nieto de esa forma, Floria—
—Abuela, no es eso... —comenzó Oliver, pero su voz se desvaneció cuando se dio cuenta de que la situación era mucho más compleja de lo que cualquiera de ellos entendía.
—No quiero seguir en el puesto que tengo ahora. Quiero ser el CEO— declaró Oliver finalmente, en un tono que intentaba ser firme, pero que solo revelaba su inseguridad.
El señor Miller soltó una risa corta y amarga.
—Si quieres ese puesto, debiste estudiar lo que te dije, no tonterías. Y si realmente quieres ser el CEO, primero tendrás que tener un hijo. Solo entonces lo reconsideraré—
Las palabras de mi suegro me asustaron más de lo que esperaba. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al recordar que en mi bolso llevaba una prueba de embarazo positiva. Había estado esperando el momento adecuado para decirle a Oliver que iba a ser padre, pero no creía que este fuera el mejor momento. La tensión en la mesa, las acusaciones y las expectativas... todo parecía apuntar a que este no era el entorno en el que quería compartir esa noticia.
No tenía idea de cómo decirle a Oliver que estaba embarazada, especialmente ahora que parecía más enfocado en su ambición de convertirse en CEO que en cualquier otra cosa.
—Creo que deberíamos terminar la cena. Ya es muy tarde— dije, rompiendo el silencio que se había instalado entre nosotros.
Mi suegro asintió, pareciendo estar de acuerdo por primera vez en la noche. Nos levantamos para despedirnos, y mientras lo hacíamos, escuché a la abuela de Oliver susurrarle algo al oído.
—Consigue el contrato con los extranjeros antes que ella— El mensaje era claro. Estaban jugando un juego de poder, y yo era solo una pieza en el tablero.
Al salir del restaurante, vi a Amy sentada en el auto de Oliver, todavía llorando. La imagen me dejó una sensación amarga en la boca. Me despedí de todos con una sonrisa forzada y me dirigí hacia mi auto. Mientras conducía hacia la salida, no podía evitar pensar en la situación con Amy. De alguna manera, todo este caos tenía un punto a mi favor: sería el motivo perfecto para cortar mis lazos con los Millers.
Recordé el accidente en el que murió la madrastra de Oliver y cómo, después de su muerte, mi suegro había adoptado a Amy. Para que la abuela de Oliver lo permitiera, el señor Miller había prometido que dejaría que Oliver tuviera la empresa, pero las circunstancias habían cambiado drásticamente. La caída en las acciones corporativas había debilitado a la familia, y mi padre había aprovechado la oportunidad para comprar el 30% de las acciones. Luego, yo adquirí un 5% adicional, lo que nos dio un control significativo sobre la compañía.
Los Millers, en cambio, se quedaron con solo el 25% de las acciones. El señor Miller, viendo la oportunidad de recuperar el control, había propuesto a mi padre que me casara con Oliver. Con nuestro matrimonio, los Millers tendrían un 60% de las acciones y el control de la empresa nuevamente. Pero mi padre falleció antes de ver su plan realizado, y me encontré sola, sin familia, cumpliendo su última voluntad.
A pesar de todas las dificultades, me enamoré de Oliver. Recuerdo el día en que lo conocí durante un campamento, y pensé que era una señal del destino que fuera la misma persona con la que mi padre quería que me casara. Pero ahora, viendo todo con claridad, estoy segura de que nunca fue así.
He estado planeando divorciarme, preparándome para proteger lo que mi padre me dejó sin permitir que los Millers me quiten nada. Pero esa noche, mientras me alejaba del restaurante, me di cuenta de que no sería fácil. Estaba embarazada, y ese simple hecho complicaba aún más la situación.
Las luces de la ciudad pasaban rápidamente por la ventana mientras conducía, pero mi mente estaba en otro lugar. Tenía que encontrar la manera de salir de esta situación con mi dignidad intacta y, lo más importante, proteger mi futuro.
Conduje hacia casa, mi mente aún llena de las tensas conversaciones y confrontaciones que acababan de ocurrir en el restaurante. La imagen de Amy llorando en el auto de Oliver seguía rondando en mi cabeza, mezclándose con la creciente preocupación por cómo enfrentar la verdad sobre mi embarazo. Mi vida parecía un nudo imposible de desatar.
El sonido de mi teléfono vibrando sobre el asiento del pasajero me sacó de mis pensamientos. Al ver el nombre de Alessandro en la pantalla, dudé por un segundo antes de contestar.
—Te fuiste sin despedirte, Señorita Floria. Eso no es muy cortés de ti —dijo Alessandro, su tono suave pero con un toque de reproche.
Cerré los ojos por un momento, buscando las palabras adecuadas.
—Discúlpeme, Señor Alessandro.Tuve un imprevisto que fue… complicado. No fue mi intencion. Se lo compensaré después de que firme el acuerdo—
Hubo una pausa al otro lado de la línea. Pude imaginar a Alessandro pensando, tan calculador como parecía ser.
—¿Crees que una disculpa bastará bellezza? —dijo finalmente, pero había un tinte de diversión en su voz que me hizo sonreír a pesar de todo.
—De todos modos, no puedo resistirme a una buena negociación. Te invito a desayunar mañana. Durante el desayuno, te diré cuándo firmaré el acuerdo—
Mi mente se aceleró. Aceptar su invitación implicaba más que un simple desayuno. Alessandro no era alguien que hiciera cosas sin una razón, y sabía que esto sería una oportunidad para él de asegurarse de que yo entendiera mi posición.
—De acuerdo. ¿Dónde y a qué hora?— respondí, tratando de mantener mi voz neutral.
—Te recogeré a las ocho. Hay un lugar que me gusta mucho, tiene una vista espectacular de la ciudad. Estoy seguro de que te encantará—
Colgué el teléfono sintiendo una mezcla de anticipación y preocupación. Alessandro parecía un enigma, alguien difícil de leer y aún más difícil de predecir. La posibilidad de asegurar el acuerdo que tanto necesitaba para consolidar mi posición en la empresa estaba al alcance, pero también significaba que tendría que lidiar con sus insinuaciones y juegos de seducción.
Llegué a casa y me dirigí directamente a mi habitación, dejando caer la prueba de embarazo sobre la cama. Me quedé mirando el pequeño objeto, sintiendo el peso de lo que significaba. El futuro se veía más incierto que nunca.
Mañana sería un día crucial, no solo para mi carrera, sino para mi vida. Sabía que Alessandro no se limitaría a hablar solo de negocios durante el desayuno, y tendría que estar preparada para cualquier cosa que pudiera surgir.
Cerré los ojos, tratando de calmar mi mente, sabiendo que el descanso era lo único que me ayudaría a enfrentar lo que venía. Pero el sueño no llegó fácilmente esa noche. Cada vez que cerraba los ojos, veía la escena en el restaurante, las palabras de mi suegro, la reacción de Oliver, y lo cínica de Amy.
Cuando el sol comenzó a asomarse por la ventana, me levanté, decidida a enfrentar el día. Me sorprendió que me quede dormida con la prueba de embarazo en la cama, era notorio que Oliver no había llegado a la casa otra vez. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, y que un solo paso en falso podría hacerme caer. Pero también sabía que no tenía otra opción más que seguir adelante, por mí, por el legado de mi padre, y por el futuro de mi hijo.