Capítulo 6

1588 Palabras
Al llegar al evento, el bullicio y las luces de las cámaras me recibieron de inmediato. No pude evitar mirar a todos lados, buscando a Oliver. Mi corazón se encogió al no encontrarlo, pero rápidamente vi a Alessandro acercándose hacia mí. Llevaba un traje hecho a la medida que realzaba su figura masculina, y su presencia era imponente. —Estás muy hermosa —me dijo, tomando mi mano derecha y besándola suavemente. Su gesto me hizo sentir una mezcla de nerviosismo y sorpresa. —Gracias, Señor Alessandro —respondí, sonriendo levemente. —Sonríe para las cámaras, te verás aún mejor —me sugirió, y eso me trajo de vuelta a la realidad, recordando el papel que tenía que jugar esta noche. Entramos juntos al evento, y mientras lo hacíamos, mis ojos finalmente encontraron a Oliver. Estaba riendo y tomando champán con Amy y algunos empleados. Una ola de emociones me invadió, pero me obligué a mantenerme profesional. —Voy a presentarte a algunos de los accionistas de la empresa —le dije a Alessandro, guiándolo hacia un grupo de hombres de negocios que parecían ansiosos por conocerlo. Me mantuve ocupada, hablando de negocios y manteniendo una sonrisa neutral, pero siempre con un ojo en Oliver. De repente, uno de los señores le preguntó a Alessandro si estaba casado. No pude evitar prestar atención. —Estoy esperando a una persona que conocí hace poco—respondió Alessandro, su tono misterioso y provocador. Mi reacción fue automática. Solté una pequeña tos y, en el proceso, derramé un poco de champán que había finjido beber en la mesa. Alessandro, rápido como siempre, me ofreció un pañuelo y me preguntó si estaba bien. —Sí, estoy bien, gracias —respondí, aunque mi mente estaba en otro lugar. El gesto de Alessandro me recordó a una escena de hace algún tiempo, cuando Oliver había corrido desde la cocina para ayudar a Amy después de que se le cayó una bebida. Me había gritado que buscara un paño con agua, y yo le había dicho que era solo limonada, que no era peligroso. La comparación me dolió más de lo que esperaba. Salí de mis pensamientos cuando uno de los señores comentó sobre mi trabajo, elogiando mi desempeño y diciendo que ahora entendían por qué Millers me había posicionado más alto que a su propia sangre. Sentí la necesidad de desviar el tema. —El mercado extranjero ha sido un desafío, pero también una gran oportunidad —dije, cambiando rápidamente la conversación. No quería que Alessandro tuviera más información de la necesaria sobre mi posición en la empresa. A medida que la conversación giraba hacia el mercado extranjero, mi mente seguía divagando, atrapada entre las imágenes de Oliver y Amy, y la presencia ineludible de Alessandro a mi lado. Aunque traté de mantener la compostura, cada palabra que salía de mi boca era más un reflejo automático que una respuesta consciente. Los elogios de los accionistas hacia mi trabajo me halagaban, pero el peso de las comparaciones con la "sangre de Millers" me recordaba constantemente la delicada posición en la que me encontraba. Alessandro, notando mi leve distracción, mantuvo su porte encantador, interviniendo cuando era necesario y guiando la conversación de vuelta al negocio. Su habilidad para captar la atención de los inversionistas me daba un respiro, pero también me hacía consciente de que él no era alguien que dejara pasar una oportunidad. Con cada mirada furtiva hacia Oliver, veía cómo él y Amy parecían más que cómodos en la compañía del otro. La sensación de estar atrapada entre dos mundos, el profesional y el personal, se hacía cada vez más intensa. Pero debía seguir adelante, fingir que todo estaba bien, porque eso era lo que se esperaba de mí. Alessandro, siempre observador, se acercó a mí cuando hubo una pausa en la conversación. —¿Estás segura de que todo está bien, Floria? —preguntó en un tono suave, casi íntimo, que me hizo sentir como si estuviéramos solos en la sala. Levanté la vista hacia él, encontrando sus ojos oscuros y penetrantes fijos en los míos. Había algo en su mirada, una mezcla de interés genuino y calculado, que me hizo sentir incómoda y a la vez intrigada. —Sí, todo está bien —respondí, tratando de sonar convincente, aunque sabía que él podía ver a través de mi fachada. Antes de que pudiera decir algo más, uno de los accionistas sugirió que nos moviéramos hacia la sala principal, donde pronto comenzaría la presentación formal del evento. Sentí una mezcla de alivio y tensión. Al menos allí podría distraerme con el flujo del programa, pero también significaba que habría más oportunidades de cruzarme con Oliver y Amy. Mientras caminábamos hacia la sala principal, me encontré con Alicia, quien se me acercó rápidamente con una expresión de preocupación. —Floria, ¿estás bien? —me preguntó en un susurro, colocando una mano en mi brazo. —Estoy bien, Alicia. No te preocupes —le respondí, dándole una sonrisa tranquilizadora. —Solo recuerda que estás aquí con el guapísimo y sexi italiano—me dijo, su voz juguetona y llena de diversión. Asentí, agradecida por su intento de hacerme sentir mejor con sus ocurrencias, pero sabiendo que esas palabras eran más una afirmación, porque realmente el italiano esta guapo. Aun así, me obligué a mantenerme firme, ajustando la postura y preparándome para lo que vendría. Entramos en la sala principal, donde las luces brillantes y la música suave creaban una atmósfera elegante. Los invitados comenzaban a tomar asiento, y los murmullos de conversación llenaban el aire. Alessandro se mantuvo cerca de mí, y aunque su presencia era reconfortante en cierto sentido, también era un recordatorio constante de la complejidad de la situación en la que me encontraba. Tomé asiento en una de las mesas delanteras, Alessandro a mi lado, y traté de concentrarme en la presentación que estaba por comenzar. Pero mi mente seguía vagando, incapaz de escapar de la tensión entre lo que debía hacer y lo que realmente sentía. Justo cuando la presentación iba a comenzar, Alessandro recibió una llamada. Su expresión cambió por un instante antes de disculparse suavemente conmigo. —Si me disculpa, Señorita Floria. Necesito atender esta llamada, será solo un momento no quiero perderme la vista—dijo, inclinándose hacia mí con una disculpa en sus ojos. —No se preocupes Señor —respondí, manteniendo una sonrisa mientras lo veía levantarse y salir de la sala. No pasaron más de unos minutos cuando Oliver se acercó a mí y tomó asiento en la mesa. Su presencia, normalmente cálida, se sentía extrañamente distante. —En tres horas nos retiraremos, Floria —dijo sin rodeos, como si fuera una orden más que una invitación—. Vamos a una cena familiar en un restaurante lujoso. Mi abuela hizo la reservación, y ya sabes lo importante que es para ella. Sentí un nudo en el estómago al escuchar la noticia. Oliver no me había mencionado nada de esta cena previamente, y la sorpresa fue evidente en mi rostro. Si no fuera porque Amy me lo había dicho estaría más sorprendida. Antes de que pudiera responder, él continuó, mirándome con una mezcla de preocupación y reproche. —Deberías tomarte un respiro de vez en cuando, Floria. Incluso aquí, en un evento, estás tan seria, tan absorta en el trabajo. Al menos podrías haberte arreglado un poco más, considerando que vas a ver a mis abuelos. Sus palabras, aunque dichas con descaro aparente, me hicieron sentir un peso sobre los hombros. Sabía que Oliver no entendía todo lo que estaba pasando dentro de la empresa, y en algún punto sentía pena por eso, pero escuchar ese comentario justo en ese momento hizo que el nudo en mi estómago se apretara aún más. —Te van a regañar, y no digas que no te lo advertí —agregó, esbozando una sonrisa que pretendía ser amable, pero que para mí solo acentuaba la su descaro, ya no le importaba la distancia que había creado entre nosotros. Antes de que pudiera reaccionar o decir algo, Oliver se levantó y regresó a su mesa, donde Amy lo esperaba. La familiaridad entre ellos, la risa fácil que compartían, me golpeó más fuerte de lo que esperaba. Sentí una punzada en el estómago, una mezcla de náuseas y mareo, y supe que necesitaba aire fresco. Sin prestar mucha atención a la presentación, que después de todo era en gran parte resultado de mi trabajo, me levanté discretamente y salí al vestíbulo. El aire frío del exterior me golpeó con fuerza, brindándome un alivio temporal a las náuseas. Me apoyé en la barandilla, tomando respiraciones profundas, intentando calmar la sensación de opresión en mi pecho. Desde mi posición, pude ver a Alessandro a lo lejos, hablando con uno de sus guardaespaldas. Estaba demasiado lejos para escuchar su conversación, pero reconocí el ritmo fluido del italiano en su voz. Algo en su expresión me hizo pensar que la llamada había sido importante, más de lo que había dejado entrever. Decidí no interrumpirlo y seguí caminando, alejándome del bullicio del evento, buscando un momento de soledad. El cielo nocturno estaba despejado, y las estrellas brillaban con una intensidad que casi parecía irreal en medio de la ciudad. Me encontré un rincón apartado, donde el ruido del evento se disipaba y podía finalmente estar sola con mis pensamientos. Cerré los ojos, dejando que el silencio me envolviera, intentando encontrar algo de paz en medio del caos que parecía haberse convertido en mi vida.
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