La empresa de seguros AFRODITE C.A era un total caos interno del cuál el exterior no tenía la menor idea que sucedía. El día se hacía realmente largo para estos hombres que miraban el reloj para percatarse con fastidio que apenas era mediodía. Aproveché ese peculiar momento para pasear un poco a través de esas oficinas para bañarme un poco en su inmundicia, cosa que seguramente me llenaría de regocijo. Debía caminar con mucha cautela para no tropezar con ese aterrador desorden que iba extendiéndose por toda la zona ejecutiva que siempre yacía perfectamente pulcra gracias al toque femenino que le imprimían mis chicas. En menos de cuatro horas, ellos habían logrado transformarlo en una verdadera pocilga digna de ser habitada por cerdos. Los delgados y finos tacones de mis zapatos, se quedaba
