El Primer Almuerzo y los Ojos Marrones

1456 Palabras
CAPÍTULO SIETE: EL PRIMER ALMUERZO Y LOS OJOS MARRONES.( Parte 1) Narrador Omnisciente Ethan cierra la puerta de su apartamento y entra con satisfacción. Aquel sentimiento contiene la dulce recompensa por la desilusión que antes siente al haber llegado tarde al establecimiento. El encuentro inesperado con Avy es mejor de lo que esperaba esta noche y, como si fuera poco, la invita a almorzar. Camina con entusiasmo hacia el sofá, donde deja el morral con sus libros. Luego gira a dirección a la cocina para preparar un sándwich. Mientras saca los ingredientes del refrigerador, tararea la canción "Ojos Marrones" de Lasso y piensa en ella, recopilando cada momento, desde su encuentro hasta su despedida. Termina de armar lo que será su cena. — Nada es igual, nada — canta, vertiendo el jugo en el vaso de cristal — sin tus ojos marrones. Ethan sonríe como un tonto ante su propio estado de ánimo. Queda sentado en el taburete y comienza a disfrutar de su cena, que, por cierto, hace días que no prepara algo con "sabor a casa". Desde que llega a la ciudad, lo que hace es comprar y comer cualquier cosa, incluyendo lo que adquiere en el Coffee Coffee. «¿Dónde la llevo?», piensa, haciéndose la pregunta. No quiere abrumarla con un lugar ostentoso o elegante. Sabe que ella es una chica sencilla; lo revela su manera de hablar, la sencillez con que viste y, sobre todo, el lugar donde vive. Entonces piensa en algo más discreto, sencillo, acogedor, más casero, para que pueda sentirse cómoda. Saca su teléfono y busca en el navegador. Ve un lugar en particular que le llama la atención: su fachada es una casa, diseñada con troncos de madera, y se llama "Sabor a Casa". Todo en el restaurante es del mismo material y color caoba. — Me gusta — se dice a sí mismo con entusiasmo. Se hace una idea de cómo será el almuerzo y no puede evitar sentir algo de nerviosismo en su interior. Es la primera vez que invita a una chica a almorzar de una manera tan personal. Las otras veces que ha tenido que comer con alguien, han sido almuerzos y cenas de negocios o con amigos de sus padres. Ethan lava su plato y recoge el desorden que hizo mientras preparaba el sándwich. Luego se va a su habitación para prepararse a dormir, y con ello, algo o, mejor dicho, alguien en mente: Avy. Esa misma noche, en otro lugar un poco más apartado, Avy se encuentra en su pequeño refugio, su hogar. Está sentada en el borde de la cama, preparándose para dormir. Mira a su alrededor con un suspiro de nostalgia mezclada con gratitud, y luego se desliza bajo las sábanas. Piensa en él, en Ethan, en esos ojos claros que la descolocan, en su manera confiada de tratarla como si fueran amigos íntimos, cuando ella lo trata con respeto, con temor, con distancia. Pero aun así, acepta su invitación a comer. "¿Por qué no?", se dice, recordando el momento en que se lo propone. No tiene amigos, a excepción de sus compañeros de trabajo, con quienes convive la mayor parte del tiempo diariamente. Cierra sus ojos, y ahí está él con esa sonrisa natural, con esos dientes tan blancos y perfectos, con esos ojos azules tan claros que resaltan en la noche, iluminando la oscuridad. El sueño la vence, y con un último suspiro, su cuerpo se relaja por completo. La mañana siguiente, el reloj de pulso le marca las 5:30. Pero ya está despierta, su reloj biológico la ha despertado minutos antes de que su alarma lo hiciera. Sale de la cama con un bostezo que la acompaña hasta la cocina. Monta la tetera del café y, de pronto, abre los ojos como platos. — ¿Qué me pongo? — se pregunta al pararse frente a su armario. Sabe que no tiene ropa "decente", solamente sus vaqueros desgastados y unas cuantas blusas que mantienen su color aún intacto, pero que ya tienen tiempo de uso. Se muerde el labio con resignación. No puede comprarse ropa nueva, aunque quiera, por dos motivos: la primera, no puede faltar a su trabajo, pues las horas extras y las propinas son las que le ayudan a comprar sus cosas; y la otra, el dinero de su semana ya tiene destino propio. Elige, una vez más, uno de los pocos vaqueros que tiene y una blusa color beige, de cuello abierto y manga corta. Se gira sobre sus talones, deja su ropa sobre la cama y se adentra al baño. Se da una ducha ligera y, cuando sale, la tetera anuncia que el café ya está listo. Corre y apaga la estufa. Regresa después de secar su piel y untar crema humectante, se viste y recoge su cabello en una coleta semi alta. — Estoy lista — se dice, tomando asiento en su nueva mesita plástica, que sacó a crédito y solo le queda una cuota por pagar. Le da un sorbo al café caliente y come una galleta. No quiere comer mucho, ya que en el trabajo tendrá seguro su desayuno. Antes de salir, le echa un último vistazo a su pequeño refugio, observando que lo está llenando poco a poco con el propósito de amueblarlo. Cierra la puerta, y luego sale del edificio. Está a tiempo y toma un autobús que la llevará a su destino. Avy se reincorpora a su trabajo, como lo hace todos los días de lunes a sábado. Toma su uniforme n***o y se cambia. Desayuna junto a su amiga inseparable, Nicoll. Terminan, y cada una toma su lugar de trabajo. La mañana fluye con el ritmo de los clientes que entran y salen. Avy se moviliza de un lado a otro sin darle tiempo de pensar, pero sí de sentir. En su pecho tiene una sensación inquietante. No es un presagio, ella lo sabe. Es la idea del almuerzo, el encuentro con Ethan, lo que la tiene así: Nerviosa. Ansiosa. Asustada. «Por primera vez saldré con un chico y no es una cita, es solo una invitación normal de dos personas que se están apenas conociendo», piensa mientras factura un pedido. Su hora de salida se acerca, y apenas prueba bocado. — Es raro que no quieras comer, Avy — dice Nicoll, mirándola extrañamente. —¿Estás enferma? — pregunta, y Avy esboza una sonrisa y niega. — Claro que no — dice en respuesta. — Estoy bien. Solo que me invitaron a almorzar. La noticia sorprende a Nicoll, quien le toma la mano. — ¿Quién? — se apresura a decir, sin apartar la mirada de ella. — Te cuento después, ¿sí? — sugiere Avy. — Me lo cuentas todo, ¿eh? — Y Avy asiente. Agradece que no insista. Deja la comida y se va a cambiarse el uniforme. Al salir del vestíbulo, pasa por la oficina y su pago está dentro del sobre. Lo guarda y sale del establecimiento. Avy mira de un lado a otro, buscando con la mirada a Ethan. No lo encuentra. Baja la mirada a su reloj: son las dos de la tarde. Él sabe su hora de salida, ella se lo dijo. Piensa con el corazón apretado: «¿Y si se arrepintió?» El simple hecho de pensarlo hace que su pecho se contraiga con una punzada de tristeza. Niega con la cabeza. — Tal vez se le hizo tarde — murmura para sí misma. Pero lo que no sabe es que Ethan ya la ha visualizado desde el otro extremo. Mientras Avy piensa qué hacer y a dónde ir, Ethan cruza sin que ella lo vea y, sin que ella se dé cuenta, le llega por detrás. — ¿Buscaba a alguien, señorita? — Su aliento golpea su oreja, y su cabello se mueve con el aire caliente que expulsa al hablar. Avy da un respingo y gira, encontrándose con su sonrisa. Es todo lo que le gusta de él, junto con lo agradable que se siente a su lado. — ¡Casi me matas del susto! — dice Avy, risueña, mientras lleva su mano al pecho. Ambos sonríen, y por un momento, el mundo se detiene. La mirada de Ethan baja a los labios de ella, labios que Avy muerde con un gesto de puro nerviosismo sin siquiera darse cuenta. El aire entre ellos se vuelve denso, cargado de una expectativa tácita. — ¿Nos vamos? — pregunta Ethan, rompiendo la magia que los rodea. Su voz sale más ronca de lo habitual. Ambos caminan a la parada en busca de un taxi que los lleve al restaurante donde disfrutarán un delicioso almuerzo al estilo casero.
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