Eva, aún con lágrimas en los ojos, levantó la mirada y buscó las palabras adecuadas para calmar la furia del conde. —Alphonse, por favor —suplicó la chica con la voz entrecortada—, dame tiempo. Te prometo que voy a intentar encontrar una solución que no cause algún daño, que no ponga en riesgo a nuestros hijos, especialmente a Teoh, que justo ahora está castigado en el palacio del emperador. El conde, aún lleno de rabia, miró fijamente a la chica que suplicaba por su cordura; su respiración era pesada y su mente se encontraba aun luchando entre la decisión de actuar inmediatamente o de concederle esa petición al amor de su vida. Además, esa joven tenía razón, él no podía tomarla a ella y los niños y salir corriendo como sentía que necesitaba hacerlo, no cuando su hijo mayor no estaba c

